Desde 1900, en que Theodore Roosevelt llegaba a la Casa Blanca, hasta la fecha, con Trump buscando la reelección, los EEUU han tenido 20 presidentes. De ellos, uno nunca fue elegido: Ford, un vicepresidente que sucedió a Nixon al dimitir éste en 1974. Y otro, Franklin Roosevelt, fue reelegido tres veces, muriendo por causas naturales al poco tiempo de empezar su cuarto mandato. De los 17 presidentes restantes, la norma general ha sido renovar para un segundo mandato. Dos murieron antes de poderse presentar a una reelección: Harding, de causas naturales, y Kennedy, asesinado.

Todos los demás fueron reelegidos para un segundo mandato excepto cuatro: Taft, que en 1913 sufrió la escisión del partido republicano y la ambigua posición sobre la participación americana en el posible conflicto mundial, que finalmente estalló en 1914; Hoover, que sufrió en 1933 el desgaste de la Gran Depresión; Carter, golpeado en 1980 por la revolución iraní, la humillación por los rehenes americanos en Teherán y la recesión económica tras la segunda crisis del petróleo; y Bush padre, que pese a ganar la Guerra del Golfo en 1992, se encontró inesperadamente con una crisis económica para la que tenía pocas respuestas (“It’s the economy, stupid!”).

Todos los demás han disfrutado un segundo mandato. Y es que, el candidato que se presenta a las elecciones siendo presidente, parte con una enorme ventaja sobre su rival. Al repasar la anterior lista, comprobamos que los motivos que impidieron su reelección en los cuatro casos señalados (Taft, Hoover, Carter y Bush padre) fueron bastante profundos.

Por tanto, en teoría, Trump debería ser el favorito en estas elecciones, excepto si consideramos que nos encontramos en una situación excepcional como las que impidieron esas cuatro reelecciones en los últimos 120 años. Yo creo que sí las hay, y que se pueden resumir en los cinco “negacionismos” de la Presidencia de Trump, que le han granjeado el malestar de una buena parte de la población estadounidense.

1. El “negacionismo” de la Covid-19

Pese a no haber sido una de las primeras naciones golpeadas por la pandemia, como fue el caso de China y otros países asiáticos o de Italia y España, en Europa, lejos de prepararse para lo que se venía encima, se minimizó la gravedad de la epidemia, comparándosela con una gripe común y defendiendo el modelo de “inmunidad de rebaño” como la opción más eficiente para “evitar daños a la economía”.

Afortunadamente, las competencias sanitarias están transferidas a los diferentes Estados, que tomaron medidas de contención. Pese a ello, el daño sanitario ha sido enorme, tal y como recoge la Tabla 1, en la que aparece la incidencia de la Covid-19 en los 20 países más poblados del planeta, medida por número de casos y el número de fallecidos, tanto en términos absolutos como en relación a la población. Pese a ser el tercer país más poblado del planeta, los EEUU ocupan la primera posición en número de casos, tanto en términos absolutos como relativos.

También ocupan el primer lugar en número de víctimas mortales, cuatro veces los muertos americanos en la Guerra de Vietnam, y el segundo lugar del mundo en términos relativos, sólo por detrás de Brasil. Resulta consistente que, tal y como recoge la Tabla 1, de los más poblados países del mundo, aquellos con líderes negacionistas (EEUU, Brasil y México), son los que presentan peores resultados en términos de la incidencia de la pandemia.

Pese a la gravedad demostrada por la Covid-19 en su propio país, Trump, siguió atacando a los gobernadores más combativos contra el virus (Michigan, California, Nueva York), se burló del uso de las mascarillas, recomendó ingerir lejía como método curativo y, pese a resultar contagiado y hospitalizado con una cierta gravedad, volvió a la arena sin ningún tipo de arrepentimiento por su posición inicial.

*datos a 17 de octubre / Fuente: ONU, worldometers y elaboración propia @migsebastiang.

2. Negacionismo frente al cambio climático 

La evidencia científica que apoya la hipótesis de un calentamiento global provocado por la acción del ser humano se ha hecho abrumadora en las últimas décadas. Ello se ha traducido en una movilización de la población y en una presión sobre los dirigentes políticos. Auspiciada por la ONU, en diciembre de 2015 la Conferencia sobre el Clima (Cop21) llegó al acuerdo de París, firmado por 195 países; EEUU entre ellos, gobernados entonces por Obama.

En 2019, Trump formalizó la retirada de EEUU de dicho acuerdo, cuya salida sería ratificada en noviembre de este año, justo después de las elecciones. Retirarse de este acuerdo supone una enorme frustración para una parte significativa de la población americana. También para ese tejido empresarial que apostaba por las energías renovables, la movilidad eléctrica, la eficiencia energética, el reciclado o la construcción sostenible.

Los países más poblados del mundo, aquellos con líderes negacionistas (EEUU, Brasil y México), son los que presentan peores resultados en términos de la incidencia de la pandemia.

3. Negacionismo frente al liderazgo de China

La economía americana sigue siendo una de las más ricas del mundo, medida por su renta per cápita, y no será fácil que China la supere en este siglo. Sin embargo, cuando consideramos el PIB, es decir, el producto de la renta per cápita por la población, vemos que el tamaño de la economía china está muy cerca de la estadounidense.

Según el FMI, el PIB de China, medido en paridad de poder de compra (PPP), adelantó al de EEUU en 2014. Medido en dólares, sigue habiendo un gap significativo, tal y como recoge el Gráfico 1. El PIB de China en 2019 alcanzaba el 65% del PIB de los EEUU. Pero el ritmo de crecimiento de uno y otro país hace que ese gap se cierre bastante rápidamente. Sólo con las previsiones del FMI para 2020 (-4,3% en EEUU y +1,9% en China) y para 2021 (+3,1% y +8,2%, respectivamente), hará que ese gap se cierre en nueve puntos hasta el 74%.

Fuente: FMI y elaboración propia @migsebastiang.

Los otros 26 puntos de diferencia, a un ritmo de convergencia algo menor, de unos cuatro puntos anuales, se podrían cerrar en seis años y medio. Es decir, lo más probable es que China adelante a EEUU en 2027-2028, mucho antes de lo que muchos economistas anticipaban (2040 o 2050).

La presencia creciente de China en América Latina y en África, junto con el proyecto de la Nueva Ruta de la Seda (“One belt, one road”) que busca la integración económica con Europa, indican que China está dispuesta a ejercer ese liderazgo mundial. La política de Trump, basada en el “America first”, dejando abandonada a América Latina en la crisis derivada de la pandemia, combatiendo a China y a Europa con aranceles y otras barreras comerciales, lejos de frenar el liderazgo chino, va a reforzarlo.

4. Negacionismo frente a la desigualdad

Parece haber un consenso en que en todos los países industrializados se ha agravado la desigualdad interna, derivada de las asimetrías de las ganancias por la globalización y del impacto de unas políticas monetarias muy expansivas, que han favorecido a las rentas más altas.

Lejos de reconocer este problema y de ofrecer medidas paliativas que no empeoren la eficiencia económica, la administración Trump lo ha ignorado y ha continuado con las políticas de rebajas de impuestos a los tramos de renta más altas. Sin llegar a desmantelarlo, como era su objetivo, ha frenado la expansión prevista tanto para Medicare como para Medicaid, a pesar de las consecuencias de la Covid sobre la salud de los colectivos más vulnerables.

La Covid-19 ha demostrado también la superioridad oriental, tanto de China como de Corea, para desarrollar aplicaciones que permitan rastrear el avance de la epidemia.

La esperanza de vida, uno de los indicadores más importantes de desarrollo humano, ha disminuido en los últimos años. Trump ha agitado el conflicto racial latente en EEUU tras su apelación al principio de “Ley y orden”, que también aplica al problema inmigratorio.

Despreciando las políticas de discriminación positiva, ha introducido incertidumbre en los avances de la igualdad de género, y reabierto el debate sobre el derecho de la mujer a decidir sobre su propia maternidad. También en materia LGTBI ha mostrado agresividad, vetando a los militares transgénero y amenazando con modificar la ley que prohíbe el despido en función de la orientación sexual.

5. Negacionismo frente al retraso tecnológico de EEUU

Las barreras impuestas por Trump al despliegue de la tecnología 5G no son más que una señal de debilidad americana frente al avance de China en materia de tecnologías de la información y la comunicación.

La pandemia de la Covid-19 ha demostrado también la superioridad oriental, tanto de China como de Corea, para desarrollar aplicaciones que, utilizando big data, permitan rastrear el avance de la epidemia. En Inteligencia Artificial, EEUU se está quedando atrás frente los países orientales, y algo parecido está ocurriendo con la movilidad eléctrica en la que, con la excepción de Tesla, EEUU parece haber tirado la toalla con Japón, Corea, China e incluso India. 

Resulta difícil saber cuánto pueden afectar estos negacionismos al resultado electoral del martes 3 de noviembre. Uno pensaría que la envolvente de todos ellos podría llegar a un amplio porcentaje de la población americana: gente mayor vulnerable ante la Covid, gente joven concienciada con los problemas medioambientales, sectores empresariales vinculados a la lucha contra el cambio climático o el desarrollo tecnológico, minorías raciales, inmigrantes, mujeres feministas o igualitarias, los colectivos LGTBI, las universidades que apuestan por la innovación tecnológica y la inteligencia artificial, la industria cuya cadena de valor se ve afectada por las guerras arancelarias.

Pero, como decía al principio del artículo, el candidato incumbente tiene mucha ventaja. Y el sistema mayoritario de EEUU ya jugó una mala pasada tanto en 2.000 con la derrota de Al Gore por un puñado de votos en Florida, gobernada por el hermano del candidato republicano, como en 2016, en que la candidata demócrata triunfó en número de votos, pero perdió las elecciones. Crucemos los dedos.