Anne Hidalgo, alcaldesa de París en su segundo mandato tras revalidarlo en junio de este año con una amplia mayoría, ha anunciado algunas de sus medidas y planes para el futuro de la ciudad: entre otras, que los vehículos diésel quedarán completamente excluidos de la circulación en la capital francesa a partir del año 2024.

La prohibición, además, se extenderá a todos el resto de los vehículos movidos por combustibles fósiles en el año 2030. Y por si esto fuera poco, espera también electrificar la totalidad de la flota de taxis en un plazo breve. 

Según la alcaldesa, se trata de una acción de salud pública, fundamental además en una ciudad cuya economía se apoya de manera muy significativa en el turismo. Ofrecer a los habitantes de la ciudad y a los turistas un aire que los envenena es algo que, simplemente, no es de recibo. Cada año, se estima que siete millones de personas mueren en todo el mundo de forma prematura debido a la mala calidad del aire que respiran.

Piénselo despacio y póngalo en contexto: si la pandemia de coronavirus nos escandaliza y preocupa porque ha provocado el fallecimiento de un millón de personas en todo el mundo, cifra alcanzada recientemente, ¿cómo deberíamos sentirnos con respecto a un problema que multiplica por siete esa magnitud? 

La pandemia ha provocado el fallecimiento de un millón de personas en el mundo, ¿cómo deberíamos sentirnos con un problema que multiplica por siete esa magnitud?

La decisión de Anne Hidalgo es, además de muy valiente, sencilla: quiere una ciudad en la que se pueda vivir y respirar sin tener que pagar por ello con la salud. Un ambicioso plan de modificación de la circulación ha conseguido llenar la capital francesa de carriles bici, y otra iniciativa presta bicicletas eléctricas, la mayor flota de vehículos de este tipo del mundo, en régimen de alquiler a largo plazo a cualquier parisino que lo solicite.

La bicicleta eléctrica, capaz de ofrecer comodidad en los desplazamientos independientemente de la orografía, se está convirtiendo en el auténtico protagonista del replanteamiento de cada vez más ciudades. Y los carriles bici, olvidados ya los mitos que los acusaban de ser poco utilizados o de provocar más atascos, se han convertido en fundamentales para garantizar que las bicicletas pueden moverse en ciudades llenas de automóviles sin tener que jugarse la vida a cada momento. 

Robar espacio al automóvil en las ciudades para dárselo al transporte público y a los vehículos de micromovilidad es una propuesta cada día más importante. Diseñar las ciudades en torno a las necesidades del automóvil fue un error histórico que debemos corregir para convertirlas en más razonables y saludables, y Anne Hidalgo lo ha entendido perfectamente.

Dentro de pocos años, una París sin humos recibirá a sus ciudadanos y turistas con un ambiente infinitamente más saludable, y la convertirá en envidia de muchas otras capitales. 

Robar espacio al automóvil en las ciudades para dárselo al transporte público y a los vehículos de micromovilidad es una propuesta cada día más importante

Naturalmente, este tipo de medidas hay que evaluarlas con todas sus implicaciones y su impacto: si vives en París y sabes que en el año 2024 ya no podrás circular en tu ciudad con un vehículo diésel, tu motivación para adquirir un automóvil con esa motorización a mediados del 2020 prácticamente desaparece, porque sabes que esas restricciones llegarían antes del final de la vida útil de ese vehículo y tus posibilidades de venderlo, además, se encuadrarían en el contexto de un mercado fuertemente sesgado a la baja.

Podrías optar por la gasolina, pero el anuncio de que una prohibición llegue en el año 2030 te lleva a entender que hablamos de un camino sin retorno. Y que lo que tiene sentido es aprender a moverte por tu ciudad o bien utilizando el transporte público, o mediante la micromovilidad si estás en condiciones de hacerlo, o mediante un vehículo eléctrico.

A medida que Tesla ha ido ajustando las tuercas al mercado del automóvil, las opciones para este tipo de vehículos son ya muy variadas y a precios muy competitivos, sobre todo si las valoramos como coste total de propiedad, incorporando el gasto en combustible e incorporando la casi total ausencia de mantenimiento y revisiones derivada de la gran fiabilidad y durabilidad de los motores eléctricos. 

Los confinamientos derivados de la pandemia nos enseñaron cómo de rápido puede limpiarse el aire de las ciudades si abandonamos la tóxica cultura del automóvil que hemos mantenido durante muchas, demasiadas décadas. En pocos años, París será una ciudad mucho más limpia, respirable, agradable y amigable. Viajar a París no solo será una oportunidad para ver una ciudad preciosa, sino, además, para experimentar la envidia de cómo querríamos que fuese la ciudad en la que vivimos. 

Gracias, Anne Hidalgo. Siempre nos quedará París.