En lo que llevamos de septiembre, hasta el día 25, en el mundo se han producido 7 millones de nuevos casos de Covid-19, un ritmo algo superior al del mes de agosto, en los que se alcanzaron los 8 millones contando con 6 días más. Recordemos que, cada 3 días, aumenta el número global en casi un millón. De esos 7 millones adicionales, Europa, excluyendo Rusia y Turquía, ha contribuido con casi un millón (977.473 para ser exactos) de nuevos infectados.

Ese es un ritmo muy superior al de agosto, mes en el que “Europa” (definida de esa manera) aportó 630.000 nuevos casos, contando con 6 días más. Por tanto, no es exagerado decir que Europa se ha convertido en uno de los epicentros de la pandemia global, como ya lo había sido en marzo y abril. En el gráfico 1 presento la evolución de los principales países europeos en estos 25 días de septiembre.

Del casi millón de nuevos casos en “Europa”, casi la mitad la han aportado dos países: España (con 254.000 casos) y Francia (con 232.000). El tercero en liza ha sido el Reino Unido con 87.353. Es decir, sólo estos 3 países han explicado el 60% de los casos del total de “Europa”. Incluyo al Reino Unido, pese a tener la tercera parte de nuevos casos que España, porque es el país que más ha acelerado su ritmo de aumento con respecto a agosto.

También es verdad que Francia, tal y como se ve en el gráfico, ha tenido más casos que España en los últimos 10 días (118.000 versus 113.000), convergiendo en su nivel acumulado al de nuestro país. Pero, con todo esto, España sigue siendo el foco de atención europeo y mundial. Y, dentro de España, sigue destacando Madrid, que en lo que llevamos de septiembre acumula 87.652 casos, una cifra superior a la del conjunto del Reino Unido, que ya se debate sobre la vuelta al confinamiento.

Y es que, con sus 214.000 casos desde que empezó la pandemia, si la Comunidad de Madrid fuera un país independiente, ocuparía el puesto 25 en la lista de los más afectados del mundo, por delante de naciones muy golpeadas, como han sido Canadá, Ucrania, Rumanía, Bélgica, Bolivia o Ecuador. Pero si nos fijamos exclusivamente en el mes de septiembre, con sus 87.652 nuevos casos, Madrid ocuparía el puesto número 13 en el ranking mundial. Además de los “4 grandes” (India, EEUU, Brasil y Rusia), sólo quedarían por delante de Madrid, la ya mencionada Francia, Argentina, Colombia, Perú, Méjico, Iraq, Indonesia e Israel. Y veremos cómo termina el ranking al completarse el mes. 

Si la Comunidad de Madrid fuera un país independiente, ocuparía el puesto 25 en la lista de los más afectados

Y en este desbarajuste europeo destaca Italia. Con sus 37.000 casos en septiembre, menos de la mitad que Madrid, ha seguido una trayectoria muy parecida a Alemania, que ha alcanzado los 39.000 casos. Aunque las cifras empeoran significativamente las alcanzadas en agosto, apenas 22.000, siguen situando a Italia como un país “exitoso” en la evolución reciente de la pandemia. Pero, ¿ha sido esto siempre así?

1. Italia, país adelantado en la pandemia. 

El lector español recordará perfectamente que Italia fue el país que primero recibió el impacto del Covid-19, posiblemente por la conexión industrial, calzado y textil, entre la provincia china de Hubei y el norte de Italia. Los vuelos directos entre Wuhan y Milán, que no existían para otras ciudades europeas, probablemente explican este primer canal de contagio en Europa. Según los datos de la John Hopkins University, que empezaron a publicar la serie estadística el 22 de enero y fueron luego avalados por la OMS, Italia tuvo sus primeros 20 casos de Covid-19 el día 21 de febrero.

Desde ese momento, se convirtió en un país adelantado para España, que alcanzó sus primeros 20 casos el 28 de febrero. Y, curiosamente, esa semana de adelanto se mantuvo durante el primer mes de la epidemia. Así, Italia alcanzó sus 1.000 primeros casos el 29 de febrero (nosotros apenas teníamos 45 casos ese día) y para algunos se convirtió en un “país de riesgo”. Yo nunca lo vi así. Para mí era simplemente un país adelantado y, en efecto, nosotros alcanzamos los 1.000 casos el 9 de marzo y, de ahí en adelante, los dos países caímos al abismo. Eso sí, Italia con una semana de adelanto.

2. España e Italia, de la mano. 

Pese a ese efecto de adelantamiento, el ritmo de crecimiento de los casos fue siempre superior en España, por lo que era cuestión de tiempo que les adelantásemos. Eso ocurrió, tal y como recoge el gráfico 2, el día 4 de abril en que Italia alcanzó los 124.000 casos y España los 126.00. Y, desde entonces, España siempre ha estado por encima de Italia en número total de infectados, aunque puede decirse que ambos países fueron de la mano, tanto en el confinamiento como en la desescalada. Así, cuando se inicia la desescalada el 10 de mayo, a partir del Plan para la Transición hacia una Nueva Normalidad, aprobado el 28 de abril, España tenía 227.000 casos, e Italia 219.000, un desfase de apenas un 3,7%. Pese a tener menos casos, Italia comenzó la desescalada un poco más tarde, el 17 de mayo.

Desde mediados de mayo hasta bien entrado julio, ambos países siguieron yendo de la mano, tal y como recoge el gráfico 2. Así, el 30 de junio España registraba 249.000 casos e Italia 214.000. Un gap del 3,7%, exactamente el mismo que había en mayo al inicio de la desescalada. Este hecho, unido al aplanamiento de la curva de casos totales, “apenas” 10.000 casos nuevos en todo el mes de junio en España y 8.000 en Italia, hizo que ambos países iniciaran el verano con una gran confianza en que la pandemia estaba prácticamente liquidada. Fueron los momentos más dulces. Pero, a partir de julio, todo cambia de forma inesperada.

3. España se despega de Italia.

Durante el mes de julio, el foco mediático y político se puso en la economía, la vuelta de la actividad turística y comercial, pues tanto la industrial como la agrícola ya había tenido lugar en mayo y junio. Los que seguíamos hablando de la pandemia en esos meses de verano resultábamos cansinos. La gente quería alegría, fiesta. ¡Y vaya si la tuvo! Los rebrotes que aparecían a diario en toda la geografía nacional no fueron motivo de preocupación, sino que se consideraban “normales”. Los responsables sanitarios incluso decían que eran “positivos”, porque ponían a prueba la capacidad del sistema para neutralizarlos.

Fiesta. Se abrieron las fronteras, tras un “programa piloto” desde Alemania a Baleares que nunca fue evaluado. Miles de estudiantes terminaron sus estudios y se fueron de vacaciones, principalmente a la costa, a tratar de recuperar el tiempo perdido en el confinamiento. Pero, a partir del 15 de julio, los datos empiezan a cambiar y la curva española vuelve a aumentar su ritmo de crecimiento, algo que no ocurrió en Italia. El 15 de julio el gap entre ambos países ya era el 6%. Poco significativo, decían algunos. Pero eso fue solo el principio.

Los que seguíamos hablando de la pandemia en verano resultábamos cansinos. La gente quería fiesta. 

El 1 de agosto el desfase de casos entre ambos países era del 17%, una separación no vista en toda la pandemia. El 8 de agosto escribí el siguiente tuit, acompañado de un gráfico: “En el último mes desde el 7 de julio al 7 de agosto, en Italia ha habido 7.800 casos nuevos, en España más de 62.000, 8 veces más. Aunque muchos sean asintomáticos no podemos negar que tenemos un problema serio. El principal, no saber lo que está pasando”.

Lo cierto es que en esa fecha deberíamos haber puesto el foco en estas súbitas diferencias entre ambos países. Estaba claro que algo estábamos haciendo mal, o ellos bien, y que no estábamos aprendiendo de esa experiencia. Parece que el verano nos había anestesiado y que todo volvería a su cauce en el retorno a la actividad habitual.

El 1 de septiembre el gap era del 75%: 471.000 casos en España frente a los 270.000 casos de Italia, que apenas había registrado 45.000 casos desde el final de su confinamiento, casi 4 meses antes. El 22 de septiembre Italia alcanza los 300.000 casos, la primera vez que cambia de dígito en las centenas de miles, desde el 28 de abril, en que llegó a los 200.000. En esa misma semana de septiembre, España alcanza los 700.000. Es decir, ha cambiado 5 veces de dígito en el mismo periodo. Y el gap entre ambos países se sitúa en el 134%. Es decir, el número de casos de España es 2,34 veces superior al de Italia.

4 Las razones del desfase  

La evolución de las curvas descritas en el gráfico 2 nos dan una oportunidad para hacer un análisis muy relevante de la gestión de la pandemia. Porque lo que está claro es que los llamados “factores estructurales” no pueden explicarla. Es decir, no podemos achacar lo que está ocurriendo ahora en Italia versus España a factores como la diferente densidad de población, la climatología o los distintos hábitos de la población. He llegado a escuchar que “en España nos tocamos y besamos más que los italianos”.

Suponiendo que todos esos factores fueran válidos para la comparación entre cualesquiera dos países, que lo dudo, no aplicaría a España a Italia, porque las diferencias entre ambos países no han comenzado hasta bien entrado julio. ¿O es que la densidad de población se ha elevado este verano? ¿O es que se han hecho súbitamente alemanes los italianos?

Tampoco podemos explicar la diferencia en el uso de las mascarillas. Es posible, como señalaba un artículo reciente en Financial Times, que los italianos empezaran a llevar antes las mascarillas que nosotros. Pero sería en abril, mayo o junio, no cuando se produce el desfase, que fue en julio. Desde mediados de julio, el uso de las mascarillas es incluso superior en España, cerca del 80% de la población, 5 puntos más que en Italia.

Descartando todos estos factores estructurales, la única explicación racional a este desfase está en la gestión de la pandemia. El final del Estado de Alarma en España y la descentralización del control de la pandemia en manos de las CCAA parece que no ha funcionado. Italia ha continuado con el Estado de Emergencia y sus resultados son mucho mejores. Pero estos son instrumentos que, aunque relevantes, no pueden explicar semejante diferencia. Es cierto que los italianos desescalaron después, más lentamente que nosotros, pero eso debería haberse traducido en un gap relevante en junio, algo que no ocurrió.

El final del Estado de Alarma y la descentralización en manos de las CCAA parece que no ha funcionado

La clave tiene que estar en los rastreos y la localización de todos los posibles infectados, en la utilización eficiente de los test (ambos países han realizado un número parecido, en torno a 11 millones) y en el refuerzo de la atención primaria, la primera barrera sanitaria frente al virus. También en el aislamiento riguroso y controlado de los contagiados, aunque sean asintomáticos. Es decir, en la gestión de los rebrotes.

Aprender de esta diferencia es crucial, no para tirarse los trastos a la cabeza, sino para no volver a caer en una tercera oleada cuando esta segunda finalmente pase. Las auditorías científicas e independientes son más necesarias que nunca. Y urgentes. Winter is coming…