La palabra "riesgo sistémico" fue uno de los términos que hubo que incorporar al vocabulario popular de la gente bien informada en el año 2008. Con ella se alude a las entidades que son demasiado grandes para caer.

En 2012, nacionalizar Bankia implicó pedir un rescate financiero a la Unión Europea porque Bankia era "sistémica" en España y el agujero conjunto de esos bancos multiplicaba la cuantía que debía inyectar el Estado en una sola operación, al tiempo que ponía en serio riesgo la viabilidad de todo el sector financiero español.

Un año y medio antes, el nacimiento de Bankia -fruto de la fusión de siete cajas de ahorro- fue una operación política. Hasta el punto que se eligió a Rodrigo Rato como presidente. El exministro de Economía habrá leído la noticia de su posible absorción por CaixaBank desde prisión, donde espera la inminente sentencia sobre la salida a Bolsa de este banco en julio de 2011.

Gonzalo Gortázar y José Ignacio Goirigolzarri.

Si los planes de boda llegan a buen puerto, se creará el primer banco doméstico por volumen de activos en España (660.000 millones), 22 millones de clientes, 750 accionistas y 51.000 empleados (de momento, hasta que el cierre de oficinas concrete el ajuste de plantilla). Es decir, una entidad más grande y más sistémica.

Al pilotar ese plan dos banqueros, Gonzalo Gortázar y José Ignacio Goirigolzarri -con el plácet de los políticos, pero desde la barrera-, tanto CaixaBank, como Bankia cuentan con el capital suficiente como para que los reguladores aprueben la operación. Ya se verá después si se aumentan los recargos de capital para prevenir un susto sobre la estabilidad financiera europea.

Al pilotar el plan Gortázar y Goirigolzarri -con el plácet de los políticos, pero desde la barrera-, tanto CaixaBank, como Bankia cuentan con capital suficiente

Si la fusión culmina será una onda expansiva sobre el sistema financiero español y acelerará la consolidación bancaria que Christine Lagarde venía reclamando con insistencia. Pero estos movimientos nacionales serán solo la antesala de lo que está por ocurrir en Europa, donde el coronavirus va a acelerar la transformación de entidades de gran tamaño en gigantes con vocación paneuropea y más sistémicos. 

Si desde el punto de vista financiero, una de las lecturas de la fusión está asociada a esa necesidad de ganar tamaño para hacer frente a un escenario de baja rentabilidad por los bajos tipos de interés, el repaso a la operación desde el punto de vista político no tiene desperdicio.

La conclusión más fácil de extraer es que una cosa es presentarse a unas elecciones y otra, muy distinta, gobernar. Unidas Podemos era un partido partidario de nacionalizar Bankia y Pedro Sánchez llegó a defender tesis similares en su campaña contra Susana Díaz.

La operación en tiempos de pandemia es un nuevo éxito de la vicepresidenta económica del Gobierno, Nadia Calviño, que ha conseguido demostrar que España ya cuenta con una institución pública capaz de conceder crédito y movilizar recursos financieros de forma rápida si es necesario. 

Calviño ha conseguido demostrar que España ya cuenta con una institución pública capaz de conceder crédito, el ICO

Se trata del Instituto de Crédito Oficial (ICO), al que se han achacado ineficiencias en esta crisis, pero salvables en el futuro si se profesionaliza más su gestión. 

Algo que será difícil de comprender por los votantes de Pablo Iglesias pero que ha influido en que Pedro Sánchez opte por desairar, una vez más, a su vicepresidente.

Por otro lado, al diluirse la participación del Estado al entorno del 14 o 15% ahora es más viable encontrar uno o varios fondos institucionales para privatizar la entidad. Eso sí, tras el espejismo bursátil de estos días, es posible que sea preferible esperar algo de tiempo para que el contribuyente salga de Bankia con menos pérdidas.

La mejora de eficiencia debería permitir a Gortázar y Goirigolzarri mejorar la rentabilidad del futuro banco. Al menos, eso es lo que viene predicando desde hace tiempo el vicepresidente del BCE, Luis de Guindos.

Hay otro claro ganador: Ximo Puig. Tanto CaixaBank, como Bankia tienen sede en Valencia y es posible que se potencie esa ubicación ahora que el catalanismo va a quedar diluido

En el terreno político hay otro claro ganador: Ximo Puig. Tanto CaixaBank, como Bankia tienen la sede en Valencia, con lo que la ciudad mediterránea albergará el domicilio social y es posible que se potencie esa ubicación ahora que el catalanismo va a quedar diluido en el nuevo grupo.

En estos tiempos convulsos para el independentismo, el anuncio de esta operación es un jarro de agua fría para Quim Torra. Con dos banqueros de origen vasco -Gortázar nació en Madrid pero toda su familia es de Bilbao- al frente del nuevo banco, la catalanidad también se perderá en la alta ejecutiva.

Además, parece cosa de (poco) tiempo que el otro gran banco de origen catalán, Sabadell, acabe protagonizando otra fusión por absorción. Curiosamente, uno de los pretendientes, BBVA, también tiene raíces vascas y una gran sede en Madrid, aunque es un banco global.