Si una tecnología ha experimentado un progreso impresionante en los últimos años hasta exceder todas las expectativas, esa es la energía solar. Con una evolución prácticamente exponencial, ha conseguido rebajar sus costes de desarrollo, fabricación y explotación hasta el punto que construir una planta de generación de energía solar es ya sensiblemente más barato que una de combustibles fósiles de una potencia equivalente, o incluso que invertir en el mantenimiento de una ya previamente construida, aparte, por supuesto, de tener una huella de carbono ínfima.

Hoy, prácticamente todo lo que la mayoría de las personas creen saber sobre energía solar, sobre aquellas épocas en las que únicamente las subvenciones hacían rentable operar instalaciones solares y algunas generaban energía con motores diésel por las noches, está completamente obsoleto y desfasado. El panorama de la energía solar ha cambiado tanto en sus costes y su rendimiento que precisa de análisis completamente nuevos. 

Quienes no sean capaces de entender ese cambio y pretendan seguir apostando por la vieja manera de generar energía mediante combustibles fósiles, se estarán perdiendo seguramente la tecnología más transformadora que hemos visto en mucho tiempo.

Las inversiones en instalaciones de energía solar se están multiplicando en todo el mundo y son ahora mucho más baratas de lo que lo eran hace pocos años, lo que está llevando incluso a los países árabes o a países como India a apostar por ellas a largo plazo. Hoy, la energía solar no es simplemente barata: es dramática y diferencialmente barata. En lugares razonablemente soleados, es con mucho la forma más barata que los humanos hemos logrado inventar para generar electricidad.  

La energía solar es hoy, simplemente, una gran inversión, con rentabilidades muy superiores a la media en el ámbito de la energía, incluso si tenemos en cuenta que la evolución prevista para esa energía es la de convertirse en algo demasiado barato para ser medido. En el futuro, la energía experimentará una transformación similar a la que vivimos con las telecomunicaciones: ¿recuerdas cuando llamar a alguien se tarificaba en función de los minutos que duraba la conversación, y era más caro cuanto más lejos estaba tu interlocutor? ¿Por qué hoy en telecomunicaciones todo son tarifas planas? Simplemente, porque la tecnología convirtió el coste de mover bits en una red en algo con un precio ínfimo, que no compensaba medir.

La energía experimentará una transformación similar a la de las telecomunicaciones: ¿recuerdas cuando llamar a alguien se tarificaba en función de los minutos?

Ese proceso es exactamente el mismo que la energía solar está aportando al mapa energético mundial: energía tan barata, que terminaremos pagando en forma de suscripción, de tarifa plana, independientemente de nuestro consumo. A principios de la década de 2010, la energía solar representaba menos del 1% de la energía mundial. Ahora es del 9%, y crece rápidamente. Las plantas solares ganan rutinariamente las subastas de energía con ofertas que llegan a los 4 céntimos por kilovatio-hora, un precio que ya no es que sea más barato que el de una planta de carbón… es que es más barato que el propio carbón.

El Congreso de los Estados Unidos, alejado de la absurda estrategia de guerra a la energía solar de su irresponsable y patético presidente, prevé introducir la financiación de la instalación de treinta millones de techos solares en hogares de todo el país como parte del programa de recuperación económica tras la pandemia, porque hacerlo, además de ser rentable en el medio y largo plazo, puede contribuir a generar empleos y un tejido económico sostenible. 

Obviamente, la energía solar no es la solución a todo. El sol no brilla por las noches, aunque las baterías necesarias para almacenar el excedente de energía que las placas generan durante el día son también cada vez más baratas y accesibles. Pero en muchos sitios, como en gran parte de Europa, tampoco brilla demasiado en invierno, que es precisamente cuando la demanda de energía es más elevada.

En muchos países, necesitarán combinar la energía solar con la hidroeléctrica, la eólica y con el almacenamiento para obtener un sistema verdaderamente autosuficiente. Pero en el caso de España, uno de los países con mayor insolación anual de su entorno, la adaptación de la tecnología a nuestras necesidades es enorme, y precisa de un replanteamiento drástico, de una apuesta fuerte e inequívoca que plantee descarbonizar un tejido productivo de generación que no debería depender de unos combustibles fósiles que no generamos, y que permita obtener energía mucho más barata para las personas, los negocios y la industria. 

Es, simplemente, plantear la apuesta correcta en el momento adecuado.