Nunca pensé que, en lugar de hordas de personas, lo que vería paseando por el centro de Madrid sería un jabalí. Las calles españolas llevan desiertas desde hace más de un mes porque los ciudadanos permanecemos confinados y, lo peor de todo, nuestros turistas, también. Ahora que el FMI ha anunciado que la economía española podría caer un 8% y que el paro podría superar el 20% para final de año, toca preguntarse de qué va a comer un país cuyo turismo es el sector que más aporta al PIB.

Además de este problema, la crisis del coronavirus (Covid-19) ha dejado en evidencia la fragilidad de nuestra industria manufacturera y de nuestro sistema sanitario. La pandemia nos obliga a redefinir nuestro tejido económico para que nunca más estemos expuestos a una situación similar. Y dado que algunos de los elementos clave de las economías más prósperas del mundo residen en la ciencia y la tecnología, he decidido buscar soluciones en el responsable de estos asuntos: el ministro de Ciencia e Innovación, Pedro Duque.

"Hemos confiado demasiado en el comercio internacional global y se ha visto la importancia de tener capacidad de producción local de ciertos productos estratégicos", lamenta Duque, en relación a la crisis de mascarillas, respiradores y kits de diagnóstico.

Pero más allá de estos elementos, para el ministro, la inversión en I+D es "la clave de todo". Y es que la pandemia no es la única amenaza que se cierne nuestra economía. Hay que añadir la destrucción de empleos que estamos viviendo a causa de la automatización y los impactos negativos que el cambio climático ejercerá sobre el turismo y la agricultura a medio plazo.

La pandemia no es la única amenaza que se cierne nuestra economía

Ante este desesperanzador futuro, el ministro explica que destinar más fondos a la ciencia y la tecnología fomentaría "el enriquecimiento intelectual de la sociedad, la mejora de la esperanza y calidad de vida de las personas, la competitividad del tejido industrial y empresarial, el mantenimiento y aumento del empleo cualificado, el futuro laboral de nuestros hijos y la sostenibilidad del sistema de pensiones".

Para Duque, los beneficios de este cambio "son claros: el desarrollo de nuevas industrias, un mayor número de empresas innovadoras, empleo cualificado y exportación de calidad".

Es decir, apostar por la I+D crearía empleos más cualificados y mejor pagados, que contribuirían más a las arcas públicas y, por tanto, ayudarían a aumentar la calidad de vida de todo el país. Además, una industria tecnológica potente podría convertirnos en exportadores de productos de alta tecnología, otra palanca para levantar nuestro tan lastimado PIB.

Entre los sectores tecnológicos en los que España podría posicionarse como líder, Duque señala aquellos en los que "ya tenemos mucha capacidad: la medicina personalizada, la supercomputación, la astrofísica, los nanomateriales y el sector aeroespacial".

Destinar más fondos a la ciencia y la tecnología fomentaría 'el enriquecimiento intelectual de la sociedad', afirma Duque

Puede que España no sea la economía más fuerte del mundo, pero si algo nos ha demostrado la pandemia es que tenemos una gran capacidad de adaptación. El ministro alaba la agilidad con la que algunas empresas han reorientado su actividad para empezar a producir algunos de los materiales sanitarios más demandados. Pero esta flexibilidad no servirá de nada sin apoyo político, corporativo y social.

Además de "estimular la inversión privada", Duque afirma que, "la Ciencia debe estar representada en el Consejo de Ministros para conseguir mayores recursos para la I+D", y critica que la financiación pública actual solo sea del 1,24% del PIB, cuando la media europea supera el 2%. Para conseguir un cambio real del tejido económico, espera que alcancemos esa cifra "en los próximos cuatro o cinco años", aunque, a largo plazo, opina que debería llegar hasta el 3%.

Insisto en que ha llegado el momento de preguntarnos qué tipo de país queremos ser: ¿la España de sol y playa dominada por trabajos poco cualificados y que casi no produce nada de valor, o la España tecnológica y científica con un tejido económico diversificado?

Puede que, a falta de turistas, los jabalíes estén tomando las calles, pero lo importante no es lo que hacemos en las calles sino en las oficinas, en las fábricas y en los laboratorios. Porque lo que nos dará de comer en el futuro no serán las frágiles propinas que nos deja el turismo sino las innovaciones capaces de convertirnos en líderes económicos preparados para afrontar cualquier crisis.