No dejar nadie atrás. Esa es la consigna básica que cualquier persona con un mínimo de decencia defendería a la hora de señalar las directrices básicas de la recuperación de la crisis del coronavirus. Y, sin embargo, los españoles erramos el tiro tanto desde el punto de vista sanitario como desde el económico.

Por un lado, la situación de nuestras residencias de mayores, la población más vulnerable al virus, ya es un escándalo mundial. Las declaraciones del cuerpo de bomberos de varias ciudades explicando que sus salidas, en un numero cada vez mayor de casos, son para abrir puertas de apartamentos y permitir que pasen los sanitarios para atender ancianos o, directamente retirar cadáveres, ponen los pelos de punta.

Por el otro lado, los españoles estamos asistiendo como testigos a la masacre de quienes componen el músculo base de nuestra empresarialidad: los autónomos.

Los trabajadores autónomos representaban el 54% del total del número de empresas en España, según datos del Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social en enero del 2019. Si le sumamos las microempresas, que son aquellas que tienen entre uno y nueve asalariados, ese porcentaje alcanzaba el 94% del total de las empresas españolas.

Somos testigos de la masacre de quienes componen el músculo base de nuestra empresarialidad: los autónomos

Los autónomos son los primeros que sufren los reveses económicos porque trabajan sin red. Pero también son el refugio de los parados cuando, como sucedió en el año 2008, se disparó el desempleo en nuestro país.

Muchos de aquellos que perdieron su puesto de trabajo decidieron montarse por su cuenta, sabiendo lo que eso implica. Es decir, te vaya bien o mal, vas a pagar tu cuota y tu IVA, no importa si tu proveedor decide retrasarse. Esta ambivalencia se refleja en el elevado número de altas y bajas que se han producido entre 2008 y 2014. Para el 2019, el número de trabajadores empleados como autónomos y en microempresas ascendía casi al 32%.

Las grandes empresas, con más de 250 asalariados representaba un 34% del empleo. Casi lo mismo. Hay que tener en cuenta que los asalariados contratados por autónomos no figuran en esa cifra sino que son incluidos en el empleo de PYMEs.

En los últimos días se han escrito muchos artículos tratando de delinear cuáles deben ser las líneas maestras de la recuperación. Todos los analistas, desde quienes pretenden que la concesión de una renta básica durante unos meses es lo mejor, a quienes creen que se debe empujar por el lado de la oferta, es decir, de los productores, reconocen que las consecuencias económicas para España van a ser dramáticas.

Mis dos últimos artículos apuntaban a la especial dificultad en la que nos encontramos los países que primamos el endeudamiento frente al ahorro y la inversión. ¿Cómo se levanta un país de algo así? Con esfuerzo y resiliencia. Y esas son las dos virtudes que caracterizan a los autónomos.

¿Cómo se levanta un país de algo así? Con esfuerzo y resiliencia. Y esas son las dos virtudes que caracterizan a los autónomos

El Gobierno de la nación, en diferentes retransmisiones informativas (antes, ruedas de prensa), ha explicado las medidas que ha dispuesto para aliviar esta situación. Se reducen a la nada.

Las declaraciones de Lorenzo Amor, el líder de la Asociación de Trabajadores Autónomos (ATA) lo dejan muy claro. Por un lado, la palabrería de Sánchez, lejos de ser inocua, propició que los autónomos se crearan expectativas. Pero toda esperanza se transformó en humo al comprobar que se les cobraba puntualmente la cuota de marzo íntegra.

Los avales para la concesión de préstamos no constituyen una ayuda real, son más bien una capote para las entidades financieras que colaboran con el gobierno otorgando efectivamente los préstamos. Solamente se asegura que los autónomos se podrán endeudar, que es como retrasar la asfixia un mes o dos, siempre que se cumplan determinados requisitos, que tienen sus aristas.

Lorenzo Amor afirmaba en una entrevista a principios de abril:”Estaban a tiempo de aprobar el aplazamiento de la presentación de impuestos para evitar el riesgo sanitario que van a correr los autónomos en peregrinación a sus negocios a por facturas y de ahí a las asesorías… no lo han hecho”.

Los autónomos necesitan liquidez para no quebrar. La quiebra por crisis de circulante, además, les llevaría forzaría a pasar a la economía sumergida donde no hay un mínimo de seguridad jurídica. Son nuestro tejido empresarial básico, la antesala de las empresas, el primer paso hacia la prosperidad de un país.

Nadie como un autónomo sabe lo que merma el absentismo laboral, porque ellos no saben qué son las vacaciones. Son quienes mejor entienden lo problemático que es el exceso de burocracia de la gestión económica, porque ellos son el colmo de la eficiencia. Son los promotores de innovaciones que flexibilizan el mercado laboral: el coworking, el teletrabajo, las nuevas tecnologías, dependiendo del sector al que se dediquen, están a la orden del día.

¿Qué podemos hacer nosotros para no ser testigos mudos de su miseria? Clamemos y exijamos al Gobierno que, como ya se ha hecho en Francia y en Italia, se exima del pago de la cuota a los autónomos, para que sobrevivan al confinamiento y puedan seguir aportando, como siempre hacen, valor y creatividad a nuestra economía. Les necesitamos.