La estadística es clara: los dos meses que quedan del año suelen ser muy alcistas y, aunque por supuesto es posible que este año no se cumpla, las posibilidades de que se repita en 2021 son altas. 

Pero en un año tan positivo para la bolsa las valoraciones retraen en muchos casos las ganas de aumentar el riesgo. Los analistas de Schroders afirman con rotundidad:  “Si analizamos las valoraciones desde inicios de año podemos concluir una cosa: poco ha cambiado. Nada es barato. Los mercados que estaban más caros en enero siguen siendo los más caros y los que estaban relativamente baratos siguen siendo relativamente baratos.” 

Esto puede suponer que los modelos de valoración tradicionales estén fallando ya que si todo sigue igual 10 meses después es que realmente no estaba caro lo caro ni barato lo barato puesto que no han corregido. 

O simplemente, como se excusan en Schroders “es importante recordar que las valoraciones no sirven para predecir los movimientos a corto plazo de los mercados”. Eso no quita que a nadie nos guste comprar “caro”. 

Estados Unidos sigue siendo escandalosamente caro en comparación con la historia. Pero, con la excepción de los primeros meses de 2020, la realidad es que esta frase podría haberse escrito en prácticamente cualquier momento de los últimos años.” 

Efectivamente, la fortaleza de Wall Street es clara. Ni con el tapering ya anunciado, y que ha provocado una fuerte subida en la rentabilidad de sus bonos, se ha calmado el optimismo. 

Por eso es difícil verle más recorrido una vez se pase el efecto alcista de la temporada de presentación de resultados que, en cualquier caso, ha ido de más a menos. 

Algo parecido le ocurre al resto de bolsas de mercados desarrollados. En cuanto al Ibex, su problema es que necesita que suban a la vez bancos, eléctricas e Inditex o, más concretamente, Santander, Iberdrola e Inditex

Cómo se valora

Uno de los métodos de valoración tradicionales más usados en el pasado es el PER («price-to-earnings ratio») adelantado. Se divide el valor o el precio del mercado bursátil por el beneficio por acción agregado de todas las empresas para los doce meses siguientes. Un resultado bajo representa un valor más positivo.

Un claro inconveniente de este indicador es que se basa en previsiones y nadie sabe lo que las empresas ganarán en el futuro. Los analistas realizan estimaciones, aunque a menudo no resultan acertadas, al sobrestimar en exceso y hacer parecer las acciones más baratas de lo que en realidad son.

En realidad, el PER no está funcionando desde prácticamente el boom tecnológico ya que hay muchas buenas oportunidades de inversión en valores que durante años no tienen beneficios o que los tienen mínimos (Tesla es un buen ejemplo).

También hay quien usa el PER de los últimos 12 meses, resulta similar al PER adelantado, solo que tiene en cuenta los beneficios de los últimos doce meses. Contrariamente al PER adelantado, no implica realizar previsiones. Sin embargo, los últimos doce meses también podrían dar lugar a errores.

El CAPE (PER ajustado cíclicamente) es otro indicador clave que consultan los analistas de mercado y que ha crecido en popularidad a lo largo de los últimos años. Es habitual referirse a este indicador como CAPE —para abreviar— o PER de Shiller, en honor al académico que lo dio a conocer, el Nobel Robert Shiller.

Este indicador busca compensar la sensibilidad que presenta el PER de los últimos 12 meses a los beneficios en el mismo periodo; para ello, compara el precio con los beneficios medios de los últimos diez años ajustados a la inflación. Esto permite suavizar las fluctuaciones a corto plazo de los beneficios.

Si el PER de Shiller es elevado, las rentabilidades a largo plazo posteriores suelen ser escasas. Uno de los inconvenientes que presenta es su escasísima capacidad para predecir puntos de inflexión en los mercados. EEUU ha mostrado unas valoraciones caras sobre esta base durante muchos años, pero ello no ha sido impedimento para que estas sean cada vez más caras. 

La ratio precio/valor contable compara el precio con el valor contable o valor liquidativo neto del mercado de valores. Un nivel elevado implica que una empresa es cara en comparación con el valor de los activos reflejados en sus cuentas. Esto podría deberse a la previsión de un mayor crecimiento en el futuro.

Un nivel bajo sugiere que el mercado realiza una valoración ligeramente superior (o posiblemente incluso inferior, si la cifra es inferior a uno) que la de su valor contable. Este vínculo con el valor del activo subyacente del negocio es uno de los motivos por los que este enfoque ha sido bien acogido por los inversores más centrados en las valoraciones, conocidos como inversores centrados en el valor.

Sin embargo, este parámetro apenas reviste utilidad para las empresas del sector tecnológico o de servicios, ya que prácticamente no disponen de activos físicos. Además, las diferencias en las normas contables pueden conllevar variaciones significativas en todo el mundo. 

La rentabilidad por dividendo es otro factor muy discutible que tienen en cuenta las casas de valoración. Son los ingresos que perciben los inversores como porcentaje del precio, ha constituido una herramienta útil para predecir las rentabilidades futuras. Una rentabilidad por dividendo reducida se ha asociado a unas rentabilidades futuras escasas.

Sin embargo, si bien este parámetro se sigue usando, ha perdido su papel protagonista en las últimas décadas. Una de las razones es que las recompras de acciones se han convertido en un modo cada vez más popular entre las empresas para devolver efectivo a los accionistas, en lugar de distribuir dividendos (la recompra de acciones contribuye a impulsar el precio de la acción).

Esta tendencia se ha visto reflejada con mayor fuerza en EEUU, aunque también en otras regiones. Además, no tiene en cuenta el elevado número de empresas de alto crecimiento que no distribuyen dividendos o abonan un dividendo muy reducido, al preferir reinvertir el efectivo excedente en el negocio para financiar el crecimiento futuro.

Las diferencias en las normas contables y la idiosincrasia de los diferentes mercados bursátiles implican que algunos siempre cotizan con unas valoraciones más caras que otros.

Por ejemplo, los valores tecnológicos son más caros que algunos de otros sectores porque presentan unas perspectivas de crecimiento relativamente elevadas. Por tanto, un mercado con una exposición considerable al sector tecnológico, como el estadounidense, cotizará con unas valoraciones más caras que el de otras regiones, como Europa. 

Críticas

En 1856 el barco que llevaba desde la Metrópoli a la Guayana los sellos se retrasó y ello llevó a que en la colonia emitieran unos propios de color magenta y que, para evitar su falsificación, fueran firmados por los expendedores. Una auténtica rareza en el mundillo filatélico que los hizo únicos. Uno de esos minúsculos sellos de 1 centavo fue vendido en 2014 por 9,5 millones de dólares. Entre medias hubo varias ventas y varias compras, cada vez por más valor. 

Pues así de arbitrarias pueden parecer las valoraciones de la bolsa. No existe una valoración exacta de nada y tampoco de las empresas, algo vale lo que otro esté dispuesto a pagar por ello y muchas veces eso depende de circunstancias ajenas. 

Un ejemplo: el Corte Inglés no cotiza en bolsa y podemos asumir por sus beneficios y su patrimonio con un análisis fundamental detallado que su valor total es, por ejemplo, 10 pero si saliera a bolsa al mismo tiempo que Inditex amplía capital y en un mercado global a la baja, lo mismo sólo obtendría 8 y si por el contrario el mercado estuviera al alza e inundado de liquidez, lo mismo podría colocarlo a 12. 

Ninguna valoración es inmutable ya que depende de la oferta y la demanda. Es decir, nadie conoce el precio real de las acciones pues varía constantemente y no es controlado por la compañía sino por los vaivenes de los mercados. 

Ninguno de los parámetros citados sirve realmente para saber dónde debemos invertir de aquí a final de año, e incluso es dudoso que realmente funcionen a más largo plazo.

En resumen, lo barato es simplemente lo que podemos vender más caro en un futuro, y lo caro lo que mañana esté más barato. Y dado que nadie conoce el futuro, es muy relativo todo intento de valoración, por más que se empeñen los analistas.

El ejemplo de la bolsa china es claro: lleva infravalorada meses pero todo aquel que ha invertido allí lleva este tiempo perdiendo dinero mientras que Wall Street está cara según todos los parámetros pero sigue dando alegrías a quien compra cada vez que corrige (el famoso “buy the dip”).

Equivocados o no, un año más los inversores se han decantado por el “caro” Wall Street, y por valores como Tesla que no reparten dividendos, de elevadísimos PER y con unas valoraciones, según los métodos clásicos,  estratosféricas.

Por ejemplo, siguiendo con el ejemplo de Tesla, que cotiza por encima de 1.200 dólares, según los analistas de JP Morgan (y es una actualización reciente, de hace dos semanas), su precio objetivo es de 250 dólares (en enero era de 90).

Parece que lo más sencillo, y a la vez lo más rentable, es simplemente seguir la tendencia e invertir en los valores/índices que tengan más entradas de dinero. Al menos en el corto y medio plazo es la opción que mejores resultados está ofreciendo desde hace años: follow the money.

Noticias relacionadas