En los últimos tiempos, hemos visto movimientos que algunos interpretan como una señal de que los bancos centrales podrían cambiar su política monetaria: la curva de tipos en EEUU cogiendo pendiente, el bono americano a 10 años aproximándose al 1% de rentabilidad, indicadores de inflación repuntando...

Indudablemente, supondría un cambio con respecto a la situación actual y un escenario del que se podría tratar de sacar ventaja en el ámbito de los fondos de inversión, adelantándose así al mercado. Sin embargo, creo que no es tan fácil y que, a diferencia de un silogismo conductivo, una situación no tiene por qué llevar inequívocamente a la otra.

En primer lugar, desde la gestora de fondos vemos que los mercados están descontando que los bancos centrales mantendrán sus políticas monetarias expansivas durante bastantes meses e, incluso, con una probabilidad bastante alta de que sean varios años.

Lo cierto es que los bancos centrales están revisando su estrategia de actuación. El primero en hacerlo fue la Reserva Federal de EE.UU. (Fed) y es previsible que el Banco Central Europeo (BCE) siga sus pasos. En concreto, decidieron cambiar su objetivo de inflación a flexible.

Dicho con otras palabras, la inflación será una de las variables que permanezcan, pero que no implicará necesariamente que un cambio en la inflación suponga directamente una modificación en los tipos de interés. Son conscientes de que si solo se guiaran por dicha variable, la posibilidad de error es mucho más elevada y, por tanto, tienen que considerar crecimiento, desempleo... para que una decisión de subir tipos de interés no perjudique o estrangule el crecimiento económico.

Son conscientes de que si solo se guiaran por la variable inflación, la posibilidad de error es mucho más elevada

Desde el mundo de la gestión de fondos, existe una variable que hay que tener muy en cuenta. El hecho de que las vacunas nos permitan comenzar a ver luz al final del túnel en lo que respecta a la Covid-19, que se empiecen a aclarar las incertidumbres geopolíticas tras el fin de las elecciones americanas o la reactivación de la actividad mundial supondrán una mejora en los resultados empresariales. Es por ello que las curvas de tipos americanas son ascendentes y las perspectivas de inflación han repuntado.

Sin embargo, este movimiento que se inició en el mes de octubre no ha tenido continuidad en los últimos días y solo se ha reflejado en el mercado americano. Los mercados saben que todavía siguen existiendo incertidumbres y estas señales aún permanecen dentro de un determinado rango.

Por tanto, desde el punto de vista de la gestión de fondos, el aumento de pendiente y/o la inflación no debieran suponer un problema dentro de un entorno de incremento global del PIB y mejora de los resultados empresariales. Incluso una subida de los tipos de interés a largo plazo y, en concreto, que el bono a 10 años americano superara el 1% no debiera suponer un problema.

Solo en el caso de que dicha subida fuera muy fuerte y rápida en el tiempo, podría desembocar en unas ventas en bonos y unos mercados de renta variable que, aunque a corto plazo podrían beneficiarse, a medio plazo pueden verse perjudicados por las subidas de tipos de interés. Además, la abundante liquidez en mercado debiera limitar el movimiento, ya que sigue existiendo una importante demanda de bonos.

El presidente de la Reserva Federal de EEUU, Jerome Powell, se ajusta la corbata.

Y esto nos lleva a tratar las medidas que están llevando a cabo los bancos centrales para dar soporte a los mercados. En general, se trata de programas de recompra de activos que facilitan la liquidez, lo que supone un incremento importante de sus balances y permite que el dinero fluya hacia la economía real. Son conscientes del impacto que tiene en los mercados una fuerte subida de los tipos de interés y, por lo tanto, van a regular no solo los mensajes que lanzan, sino las medidas para impedir movimientos bruscos en los precios de los activos.

Es indudable que, a medida que la economía se recupere, irán retirando estímulos y estos no tienen que pasar necesariamente por incrementar los tipos de interés.

Esta semana, el secretario del Tesoro de EE.UU., Steven Mnuchin, se ha mostrado favorable a ampliar el programa de compras de 'papel comercial', de seguir manteniendo el funcionamiento del mercado monetario... Pero ya empieza a manifestar su disconformidad con mantener los fondos no utilizados por la Fed, así como ir reduciendo la compra de bonos corporativos.

En Europa, la hoja de ruta del BCE sigue intacta y no es previsible que se produzcan cambios más allá de la extensión del PEPP y de mejora de las condiciones del TLTRO. Por tanto, nos cabe plantearnos, si, en la gestión de fondos, tiene sentido ir en contra de mercado.

Una apuesta firmer por un cambio importante de política habría que jugarla estando cortos en duración y con abundante liquidez

No olvidemos el famoso dicho de “do not fight the Fed”. Y sobre todo, y más importante, si el binomio rentabilidad-riesgo de dicho posicionamiento es rentable. Una apuesta firme por un cambio importante habría que jugarla estando cortos en duración y/o con abundante liquidez en cartera. Pero, entonces, ¿cuáles serían los activos con los que bajaría la volatilidad de la cartera y con los que se conseguiría disminuir la correlación?

En ese caso, la cartera quedaría bastante descompensada y... ¿realmente es eso lo que necesitamos en un momento como el actual?

***Javier Turrado es director comercial de Bankinter Gestión de Activos.