Godfrey Bloom es un político británico, en su momento miembro del parlamento europeo en representación del UKIP, de carácter controvertido y polémico, que en 2014 se hizo viral gracias a un vídeo que ha vuelto a circular esta semana por un alegato en contra del uso excesivo de la deuda por parte de los políticos a los que tachó de “ridículos, ineficaces y ignorantes”.

Bloom atizó a los políticos por la obstinación de los mismos en gastar más de lo que ingresan. Este desequilibrio presupuestario es lo que genera la aparición de déficits, y por tanto, la necesidad de emitir deuda. La relación es sencilla, cuanto más desviación existe en los ingresos previstos y más aumenta el gasto, en ausencia de posibilidad de devaluar la moneda o generar inflación, más se incrementa la deuda. Así hasta que el ciclo explota y deriva en una crisis financiera de la que no solo el mundo no se ha recuperado sino que ha ido a peor. ¿Es la deuda realmente una perversión?

No es casual que el endeudamiento haya crecido de forma constante en los cuarenta años previos a la GCF. Tampoco que se haya acelerado en los últimos diez años. La creación de dinero para financiar el déficit público es sin duda la perversión y no la deuda en sí misma.

No es casual que el endeudamiento haya crecido de forma constante en los cuarenta años previos a la GCF. Tampoco que se haya acelerado en los últimos diez años.

El filósofo John Stuart Mill recogía en su obra a mediados del siglo XIX, el interés que los emisores de moneda pueden tener, y que los políticos siempre tienen, de reducir el valor del dinero en circulación pues “es el medio por el que se computan sus propias deudas”.

El dinero se deprecia por dos vías, devaluación de la moneda o minorando las tasas de interés. El problema es que cuando esto no funciona los gobiernos hacen uso de medidas desesperadas, como la sustitución de deuda privada por deuda pública. La deuda no desaparece, simplemente se transforma

Efectivamente, los políticos son ignorantes y además ineficaces. Primero porque sus carreras son cortas lo que les obliga a tomar medidas aceleradas con muy poca planificación. Cuando en España se programan unos presupuestos “progresistas”, añadiendo, por ejemplo, una renta básica al gasto social, los mismos no son creíbles sin un incremento del déficit público, y por tanto, sin un mayor endeudamiento. Y segundo, porque la historia nos demuestra que la política económica supone siempre una patada adelante pues el balón ya lo recogerá otro.

Fue lo que pasó en 1980 con Ronald Reagan en el poder. Sus políticas fueron muy efectivas, además de valientes. Y alcanzó logros importantes. Pero lo hizo a costa de elevar el techo de endeudamiento por primera vez en la historia por encima del billón de dólares. A la finalización de su mandato, en 1989, la deuda era de 2,6 billones de dólares. En 2020, previsiblemente, superará los 27 billones de dólares.

Esa perversión de la que hablo fue lo que en su momento llevó a ver el endeudamiento como un signo de una economía y un sistema financiero más sofisticados. Eran los brillantes años 90, cuando se defendía que la deuda no era un problema pues estaba respaldada por unos precios de los activos al alza y en la creencia de que, en última instancia, las deudas se cancelan entre ellas.

España representa fielmente esa perversión de manera muy directa como demuestra que sólo ha generado superávit presupuestario en tres de los últimos cuarenta años. En ese período la deuda ha pasado de suponer un 16% del PIB al 120% que previsiblemente alcanzará este año.

Eso significa que los políticos no solo no han sido capaces de controlar el gasto, no ya el déficit, sino que de la evolución del mismo se puede inferir que tampoco han querido. Solo así se entiende que en 1980 el gasto público pesase un 31% y este año vaya a situarse en el 50%. Esa falta de previsión no solo tiene que ver con el presupuesto de gasto. La seguridad social está en déficit desde 2011 y amenaza con convertirse en estructural con los efectos devastadores que ello tendría para las pensiones.

Ni siquiera la entrada en la Unión Europea, han sido capaces de imponer disciplina a los políticos españoles. Nuestros vecinos franceses son una muestra palpable de la permisividad de los criterios de convergencia, de obligado cumplimiento, con los que los miembros de la unión nunca han estado de verdad comprometidos.

Esta semana un editorial del Financial Times alertaba sobre España. Contrariamente a lo que pensaba no lo hacía en materia económica, sino sanitaria. Justo el día anterior se supo que el déficit a mediados de año era del 6,12%, del cual 60.400 millones son responsabilidad del Estado. Una cifra que no tiene todavía en cuenta los costes de las ayudas programadas por la UE para combatir la pandemia. Si el PIB no se recupera, el déficit será todavía mayor el año que viene. 

No puedo estar más de acuerdo con el mensaje de Bloom y por eso me gustaría acabar con su alegato final que decía textualmente: “Permítanme explicarles que estos países están en quiebra, y están en quiebra debido a sus propios líderes y políticos estúpidos, y es inmoral pedirle a los contribuyentes comunes de cualquier país que paguen la cuenta de los políticos y los bancos quebrados. Son defraudadores. Están en quiebra. Por el amor de Dios, admitámoslo todos.”

*** Alberto Roldán es economista y gestor.