La respuesta es simple: hoy. 

Podría darte muchas razones, tanto si estás pensando en planificar tu patrimonio como si estás valorando invertir una parte de tu dinero en mercados financieros. No obstante, la realidad es que el coste de oportunidad de no estar invertido en estos momentos ya es mayor que el hecho de que estés tratando de acertar cuál será el mejor día para empezar a hacerlo.

A medio y largo plazo, ese día de entrada es tan poco importante como lo será el día en el que decidas deshacer tu inversión en un futuro. Nadie debería comenzar a invertir pensando en una fecha de final de viaje que no está definida. Si lo hicieras, seguirías sin invertir y, por tanto, sin hacer una planificación óptima de tu dinero.

Las variables clave sobre las que sí deberíamos emplear de verdad nuestro tiempo y reflexión para empezar a invertir de manera estructurada a medio y largo plazo son dos. La primera de ellas es con qué objetivo vas a hacerlo. ¿Será para tu jubilación? ¿Acaso para la universidad de tus hijos? Son preguntas que deben plantearse porque, con su respuesta, definiremos una meta cuantitativa. La segunda, no menos relevante, es qué horizonte temporal te vas a marcar. Esto determinará el esfuerzo que tendrás que realizar en un marco de tiempo dado.

Es clave saber el objetivo de tu inversión y el horizonte temporal que te has marcado para ella. 

Una vez decididas esas dos claves, hoy es mejor que mañana.

Y, por supuesto, mejor que dentro de unas semanas o meses.

Para probarlo numéricamente, imaginemos que hace diez años estábamos en esa duda. Y, únicamente para facilitar el cálculo, digamos que pensábamos invertir en una única clase de activo: renta variable de EE.UU. (para lo cual, tomaremos como ejemplo el índice S&P500 TR, índice principal).

Conoce tu perfil inversor:



Si el 15 de junio de 2010 hubiéramos invertido 10.000 euros, el 15 de junio de 2020 tendríamos 33.858 euros. Si, en cambio, hubiéramos esperado al 16 de junio de 2010 (“porque me ha dicho un amigo que le ha dicho su asesor que hoy puede que caigan los mercados y, si entro mañana, entonces entraré a mejor precio”), a día de ayer tendríamos 18 euros más. Si, por lo que fuera, hubiera esperado dos días, hasta el 17 de junio de 2010, 30 euros menos. Cantidades ínfimas cuando lo comparamos con los 23.858 euros que habría obtenido en esos diez años.

El problema real viene cuando caemos en la trampa de ese amigo al que le ha dicho ese asesor que sabe de muy buena tinta que en mayo hay que vender e irse. Y que agosto es un mes en el que todo el mundo sabe que es muy mal momento para estar invertido. Y, entonces, una cosa por la otra esperamos unos meses (“no vaya a ser…”) y, entonces ya ahí, sí es el momento.

Tomando el ejemplo anterior, si hace diez años hubiéramos esperado seis meses, hoy tendríamos 3.600 euros menos (más de un 10% menos). Y si no lo hubiéramos visto claro a los seis meses y hubiéramos esperado un año, mayor coste de oportunidad aún.

Invertir hoy es mejor que mañana

Esto se da por el interés compuesto o la capitalización compuesta de los retornos: la revalorización continuada de tu inversión genera un crecimiento exponencial ya que, cada retorno o interés que genera es más dinero que se suma a tu patrimonio. Esto aumenta la base sobre la que se siguen generando nuevos retornos.

Por tanto, no tengas duda: el mejor momento para invertir es el inmediatamente posterior a tener claro para qué (objetivo) y hasta cuándo (horizonte temporal). Los riesgos geopolíticos, las valoraciones atractivas o caras, los niveles técnicos, los datos macroeconómicos, los resultados empresariales, el momento del año y multitud de otras infinitas variables son incertidumbres a gestionar (por uno mismo, si cree estar preparado, o por un gestor de activos o asesor). Pero todo ello nunca debería suponer un freno para invertir de manera estructurada a medio y largo plazo.

*** Gonzalo Pradas es director de Openbank Wealth.