Hasta hace poco, se podía definir a la compañía como "petrolera", a secas. Ahora, con un porfolio cada vez más variado, Repsol se ha bautizado a sí misma como compañía "multienergía", en un momento en el que el sector está virando hacia otro en el que la reducción de emisiones y la electricidad tengan un protagonismo indiscutido.

La compañía que dirige Josu Jon Imaz defiende sin complejos su plan para cumplir con los objetivos. Tanto que ha mandando algún que otro recado al Gobierno de Sánchez por su forma de "poner nerviosa" a la gente cuando se habla de reducir emisiones, sobre todo en lo que a vehículos diésel y gasolina se refiere: "Hay que reducir de forma seria y contundente las emisiones, pero no mantener debates que no son realistas y lo que hacen es pasar el problema a otros y lavar nuestras conciencias", señalaba Imaz hace unos días en el IV Foro de la Energía organizado por El Economista.

No obstante, y junto con las críticas al modus operandi del Gobierno, la compañía saca pecho por su papel en lo que a reducción de emisiones se refiere. Insistiendo en que su estrategia es "absolutamente compatible" con los acuerdos de París, la energética se ha marcado un objetivo de reducción de emisiones del 2,25% en 2019 y del 3% en 2020. Gran parte de la retribución variable, como recordó Imaz, está vinculada al cumplimiento de estos objetivos.

Desde 2006, y con dos planes específicos diferentes (2006-2003, 2014-2020), Repsol ha reducido sus emisiones en 5 millones de toneladas de CO2, según sus datos internos. Asimismo, el pasado año la energética que preside Antonio Brufau definió un nuevo plan que va hasta 2025, con el objetivo de conseguir una reducción anual de 3 millones de toneladas de CO2 al final del período respecto a 2017.

Pero, ¿cómo hacerlo? En base, los esfuerzos se han centrado en medidas de eficiencia energética -desde equipos de generación de calor útil hasta optimización en redes- y en disminución de las emisiones de metano, que la compañía pretende reducir en un 25% en los próximos 3 años. 

Biocomustibles... y renovables

En un momento en que gran parte de la atención se centra en el vehículo eléctrico, la compañía insiste en que el uso de biocombustibles, que utilizan desde hace 20 años, permite reducir emisiones en el transporte de forma inmediata. Atendiendo a sus datos, hoy sus gasolinas y gasóleos contienen como media un 7% en contenido energético de biocombustibles, cifra que aumentará hasta el 8,5% en 2020 por los compromisos con la UE.

Una compañía petrolera que, inmersa en su diversificación de porfolio, está acelerando su apuesta eléctrica. Así, el pasado julio anunció el desarrollo de tres nuevos proyectos renovables de 800 MW en España (dos eólicos y uno solar), que serán construidos en los próximos cuatro años y operados por su filial de electricidad y gas.

Con este proyecto, abastecerán además a su actual cartera de clientes de electricidad, que se acerca al millón desde que en noviembre Repsol adquiera a Viesgo los negocios no regulados de generación de electricidad de bajas emisiones y su comercializadora, quedándose con 750.000 clientes de luz y gas. Su objetivo, no obstante, es alcanzar los 2,5 millones de clientes en 2025, con una cota de mercado superior al 5%. 

En movilidad, y de vuelta al coche eléctrico, cabe destacar que la compañía cuenta con 31 puntos de recarga rápida y el primer punto de recarga ultra-rápida en la península -inaugurado en abril en Lopidana (Álava)-. Además, trata de reforzar el autogás como combustible alternativo, dando la mano a talleres mecánicos para impulsarlo, y se lanzó hace poco más de un año al proyecto de carsharing Wible junto con Kia.

Con la transición energética como telón de fondo, Repsol se afana en tratar de reducir emisiones y no perder la ola de un mix energético cambiante en el que la electricidad tiene cada vez más peso.

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