Miguel Ángel Uriondo Arturo Criado

En los últimos días, tras la publicación de una serie de documentos por parte de Moncloa.com, se ha generado toda una teoría según la cuál el incendio del Windsor, el 12 de febrero de 2005, fue llevado a cabo por orden del excomisario José Manuel Villarejo, por encargo del BBVA y de quien fuera entonces su presidente, Francisco González. ¿El objetivo? Destruir documentación comprometedora.

Estas teorías han tenido amplia difusión en redes sociales y han reabierto el armario donde dormían los fantasmas del Windsor. Sin embargo, también han sido recibidas con notable escepticismo, cuando no con burlas.

¿Pero cuáles son los hechos que alejan al BBVA de Francisco González del incendio del Windsor?

1. La propia naturaleza del trabajo de Villarejo

Dado que los informes de Villarejo muchas veces omitían la fuente utilizada, lo cierto es que los papeles que presentaba el excomisario suponían a menudo una amalgama de sus propias investigaciones con información obtenida de lugares muy variopintos, incluyendo rumores y noticias en prensa.

De hecho, una de las pocas veces en las que Julio Corrochano, director de Seguridad del BBVA en la época -y que reportaba a Ángel Cano- se refirió a Francisco González en los audios conocidos estos días, fue para señalar, precisamente, que al entonces presidente no le gustaban dichos informes porque eran poco precisos y tenían demasiada información que parecía sacada de los periódicos.

Es importante señalar que esto tenía que ver con la naturaleza de Villarejo y de su trabajo. En sus operaciones encubiertas, el excomisario no estaba obligado a ser preciso como un académico. Su trabajo, muchas veces, consistía en generar notas que podían servir para abrir líneas de investigación, pero que no tenían como objetivo llegar hasta los jueces. Eso le permitía una cierta laxitud a la hora de manejar la información, laxitud que luego trasladaba al resto de sus actividades profesionales.

2. Las fechas

Los dos documentos que aporta Moncloa.com en su información están elaborados, en ambos casos, tras el incendio del Windsor. Concretamente, el 26 de febrero y el 30 de marzo. Habían pasado en ambos casos más de dos semanas entre el luctuoso acontecimiento y la creación del documento.

El más importante, el primero, señala lo siguiente: “Acción final: Eliminar rastros documentales de la Firma de Auditoría DEL (como define a Deloitte), intento de sustitución de soportes documentales originales, en su defecto eliminación física de los mismos. Si(n) comunicar ni fecha ni procedimiento del sistema operativo para conseguir su destrucción”.

Dicho párrafo es el último de una serie de “hitos” supuestamente realizados durante la investigación. Pero no sólo la fecha que aparece es posterior al incendio, sino que ni siquiera coinciden el tipo o el tamaño de la letra. Parece una adición posterior. En suma, cabe preguntarse qué es más verosímil, que el excomisario destruyese un edificio madrileño que estaba justo al lado del BBVA, o que aprovechase el incendio para presumir sutilmente de haber hecho lo imposible por su cliente.

En el documento del día 30 de marzo, ese párrafo no aparece.

3. Las notas de auditoría

Los documentos que según esta loca teoría de la conspiración debía destruir Villarejo, eran las notas de la auditoría que realizó Deloitte sobre las cuentas de 1995 de FG Valores, la compañía que Francisco González vendió a Merrill Lynch (hoy Bank of América Merrill Lynch).

EL ESPAÑOL ha tenido constancia, por parte de los actores involucrados en dicha auditoría, de que salió limpia de salvedades. La propia firma testificará, llegado el caso, que no había discrepancias entre la información que contenían las notas y el informe final, depositado en el Registro Mercantil.

4. ¿Por qué pidió la Fiscalía Anticorrupción esta documentación?

En el marco del asalto que hizo Sacyr, con Luis del Rivero y Juan Abelló a la cabeza, contra el BBVA, parece probado por los audios que se han publicado hasta ahora que esta sociedad contó con el apoyo de Miguel Sebastián, entonces a cargo de la oficina económica de José Luis Rodríguez Zapatero.

Un asalto que, de haber tenido éxito, hubiera puesto a una constructora al mando del segundo banco de España a pocos años del estallido de la burbuja inmobiliaria.

Uno de los objetivos de dicha operación pasaba por desacreditar el perfil de gestor de González y, por ello, difundieron un dossier a un medio de comunicación amigo del Gobierno, la Cadena Ser. Contenía información que, en teoría, demostraba irregularidades en la venta de FG Valores.

La Ser participó en el intento de difusión de este informe, que impulsó internamente en la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) su vicepresidente, Carlos Arenillas. Cuando el presidente de la CNMV, Manuel Conthe, tuvo constancia de su contenido, abrió una investigación interna y, tras decidir que no tenía fundamento, lo descartó.

Cuando el Gobierno vio que el regulador no intervendría -y recordemos el interés de Sebastián en que saliera adelante la operación- se puso el caso en manos de la Fiscalía Anticorrupción, que de repente tenía mucha prisa por intervenir. El 11 de febrero, requirieron información sobre las notas de auditoría a Deloitte. La firma de servicios respondió después que se quemaron en el incendio del día 12 y que no había copias de la documentación.

Es cierto que alguien puede pensar: “¡Qué oportuno! ¡Pidieron las notas el día 11 y el día 12 se quemó el edificio”. Sin embargo, esta tesis tiene un par de agujeros. El primero, es aventurarse a que, en unas pocas horas, en una época sin smartphones, el requerimiento de Anticorrupción a Deloitte llegó a toda velocidad al BBVA y, de ahí, al departamento de Seguridad que lideraba Julio Corrochano bajo la supervisión de Ángel Cano.

En ese tiempo, Corrochano también habría tenido tiempo de encargar a Villarejo esta misión imposible, que el excomisario habría realizado sobre la marcha, en unas pocas horas y a las bravas.

Por todo esto, el hecho de que mediaran pocas horas entre la petición de Anticorrupción y el incendio juega más en contra de la teoría de la conspiración que a su favor.  

Pero lo más interesante de esto es lo siguiente: aunque Deloitte afirmó que habría entregado la información solicitada a la Fiscalía Anticorrupción en caso de haberla tenido, lo cierto es que no tenía obligación legal de conservarla. Habían pasado ya casi diez años.

Si las notas de auditoría hubiesen contenido información trascendente que probase un desajuste entre las mismas y la auditoría definitiva, Deloitte no habría necesitado a nadie para destruir esos documentos y podría haberlo hecho en cualquier momento y sin repercusión legal ninguna.

Si había discrepancias, lo lógico es pensar que ellos mismos habrían utilizado la destructora de documentos en cuanto pasó el límite legal para almacenarlos. La única razón para que se conservasen hasta la fecha del incendio es que eran intrascendentes y nadie volvió a pensar en ellos ni para destruirlos.

5. ¿Qué importancia tiene el informe que descartó la CNMV y que investigaba Anticorrupción?

Aparentemente, ninguna. Consultado por EL ESPAÑOL, Manuel Conthe siempre ha descartado que dicho informe tuviera credibilidad ni información relevante. El documento, que llegó a los medios, contenía información supuestamente comprometedora sobre unos desajustes contables en la venta de FG Valores.

Y es aquí donde conviene señalar un apartado importante. No decimos que el documento no fuese importante porque no hubiera discrepancias contables en la venta de FG Valores a Merrill Lynch en 1996. De hecho, las hubo, se descubrieron durante la venta y siempre se reconocieron. Concretamente, salieron a la luz cuando durante la adquisición se confrontó la auditoría encargada por FG a Coopers -hoy PwC- con la due diligence efectuada por Merrill Lynch.

Francisco González, que tenía un 70% de dicha sociedad -el resto estaba en manos del management- resolvió dicho desequilibrio incluyendo en el perímetro de la transacción una empresa de gestión de activos, FG Gestión, que también formaba parte del grupo FG Inversiones. Merrill Lynch quedó satisfecha con esta fórmula, lo que se demuestra por el hecho de que el precio de venta se mantuvo tal cual y de que no hubo mayores problemas ni denuncias posteriores.

González nunca ha negado esta “desfase contable temporal”. Desde su entorno han mantenido la misma versión desde 2005.

6. El Windsor se quemó solo

Una de las bases de casi todas las teorías de la conspiración es la confusión de la correlación con la causalidad. También ayuda que haya pasado mucho tiempo desde que tuvieron lugar los hechos. En este caso se cumplen ambas condiciones.

Pero si volvemos atrás, no hay muchas dudas. La prensa de la época informaba de varios aspectos fundamentales. El primero de ellos era que los guardias de seguridad declararon que el incendio se provocó en el despacho, cerrado con llave, de una empleada, supervisora de riesgos laborales, que había abandonado el edificio minutos atrás.

“Los vigilantes del edificio han declarado que cuando subieron a comprobar si la alerta de incendios en la planta 21ª era real, vieron a través de un cristal que en un despacho que estaba cerrado con llave había fuego y humo en su interior”, señalaba El País.

Según esta información, no sólo las cámaras de seguridad no habían registrado nada sospechoso, sino que no se descubrieron agentes acelerantes. La investigación también resolvió que la estructura del edificio jugó un papel fundamental, y que los falsos techos fueron claves para hacer irreversible la destrucción del Windsor.

Así que tenemos que creernos que Villarejo orquestó y ejecutó esta “misión imposible” en unas horas, logrando no aparecer en ninguna grabación de seguridad, apenas unos minutos después de que saliera la última empleada del edificio y sin utilizar siquiera gasolina.

7. Villarejo lo ha negado a través de su abogado

No es que sea extraño que alguien niegue haber cometido un delito, pero quede al menos constancia de este hecho. “Se trata, en esencia, de una fábula”, ha afirmado. Otra cosa es imaginar quién es el fabulador y con qué propósitos lo fue.

8. La navaja de Occam

La navaja de Occam o principio de parsimonia dice que, en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla es siempre la más probable. Sumando todo lo anterior, cabe preguntarse qué tiene más visos de realidad.

Por un lado tenemos un escenario en el que un excomisario de película llevó a cabo una intervención extraordinaria y de consecuencias imprevisibles en tiempo récord para destruir una documentación bastante irrelevante, burlando todos los medios de la época. El segundo escenario consiste en que coló un párrafo en un documento, aunque más tarde se arrepintió, para hacerse el importante. ¿Cuál es más probable?

El ingenio de los memes surgidos tras el artículo de marras, que atribuyen a Villarejo desde el hundimiento del Titanic hasta la muerte de Chanquete, hace pensar que los españoles han optado por confiar en la navaja de Occam.

O eso, o nos imaginamos a un excomisario calzándose la gorra con la que sale en todas las fotos, subiéndose el tiro del pantalón y diciéndole a un compañero de aventuras detectivescas: “¿Que no me atrevo a quemar el Windsor? Sujétame el cubata”.

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