Las entidades financieras, no sin razón, llevan varios años de quejas. Sobre los bajos tipos de interés, sobre la presión regulatoria, sobre la nueva competencia tecnológica y su difusa ¿o directamente inexistente- normativa¿ A todo eso dice basta Banco Santander con el rutilante fichaje de un hombre curtido en la City y Wall Street, entre los gigantes de la banca de inversión, como Merrill Lynch o UBS, el italiano Andrea Orcel. Viejo conocido de `la casa¿, como asesor privilegiado de Emilio Botín y como intermediario clave en varias de las principales operaciones del banco cántabro en los últimos años, Orcel llega con una misión: basta ya de quejas y de excusas, de esperar novedades, como las subidas de los tipos o los cambios normativos, que no están en la mano del banco. Hay que poner al banco a trabajar. Pero a trabajar de verdad. Y con una visión global, algo para lo que Orcel cuenta con unas credenciales incontestables.

Porque su llegada tiene mensajes para todos. Con un italiano al timón, y más con uno como Orcel, especialista en grandes operaciones internacionales, el Banco Central Europeo (BCE) seguro que está encantado. La institución es consciente de que sin grandes bancos europeos, resultantes de operaciones transfronterizas, la Unión Bancaria nunca será una realidad. Con Orcel, el Santander lanza un claro mensaje al sector de que está listo para comprar. Y hacerlo fuera.

Su llegada confirma, por tanto, que el Santander, pese a sus raíces cántabras, tiene una vocación global. Su timonel ya no es español porque la cuenta de resultados del banco tampoco es solamente española. En unos meses de rumores continuos desde Moncloa sobre impuestos a la banca o cambios fiscales sobre los beneficios empresariales que conlleven una doble tributación, que fueron criticados en julio por el todavía consejero delegado del banco, José Antonio Álvarez, su designación deja claro que la perspectiva del banco va más allá de nuestras fronteras.

En clave interna, su llegada, que se hará efectiva en 2019, supondrá un desafío para una entidad de 200.000 empleados y que genera su beneficio en Brasil, España, Reino Unido, EEUU, México, Chile, Argentina, Portugal, Polonia¿ Todo este engranaje extrajo una rentabilidad del 8,1% al capital del banco (RoE) en el primer semestre, insuficiente para cubrir un coste de capital (CoE) que para el sector se sitúa al menos en el 10%. Afinar la maquinaria y sacar más rendimientos de determinados mercados, alguno bien conocido por Orcel como el estadounidense, serán objetivos innegociables.

Su fichaje, cómo no, también lanza un mensaje a los cuatro millones de accionistas del banco: la entidad busca un revulsivo después de que las acciones hayan caído a los '4 euros y pico' y su capitalización bursátil apenas suponga el 80% de su valor en libros. Al otro lado del Atlántico, los bancos de Wall Street cotizan claramente por encima de su valor en libros y a este lado UBS, de donde viene Orcel, también lo hace. El Santander aspira a que el banquero italiano aporte la receta para que la entidad cántabra también lo consiga bajo su batuta.  

Mensajes, por tanto, para todos. Y un gran reto, el de conducir una entidad volcada hacia la banca comercial. Aunque el nombramiento de Orcel viene revestido por el mensaje oficial de que supondrá un empuje para la banca comercial, no es su perfil. Lo suyo es la banca de inversión, la banca de negocios, poner en órbita proyectos, operaciones y fusiones. Para la parte comercial tendrá que apoyarse en los `técnicos¿, como el propio Álvarez, que desde el próximo año estará centrado en el negocio español y en culminar la integración del Popular.

Andrea Orcel es la gran apuesta de Ana Botín. Arriesgada. Como lo fue la compra del británico Abbey en 2004. O la del holandés ABN Amro en 2007. O la del estadounidense Sovereign en 2008. Todas ellas maniobras que constataron la ambición del Santander. La que ahora quiere afilar de nuevo su presidenta. Con la ayuda de Orcel, una pieza clave en todas esas adquisiciones.

- Golpe de timón en el Santander: el banquero de inversión Andrea Orcel, nuevo consejero delegado