En septiembre de este año se cumplirán ocho años desde el estallido de la crisis financiera global con la quiebra de Lehman Brothers. Europa todavía no ha salido del bache y eso que tiene los estímulos monetarios del Banco Central Europeo funcionando a máxima potencia. Es evidente que no son suficientes para recuperar ritmos de crecimiento e inflación sólidos y que se necesitan otras medidas. Después de una crisis que dura ocho años, ¿ha aprendido algo la eurozona sobre los defectos de su estructura?

 

La reforma más importante de las que se han aprobado ha sido la Unión Bancaria, con la que se pretendía romper el círculo vicioso entre crisis bancaria y soberana. Pero la realidad es tozuda y lo está demostrando Italia. El sistema financiero del país está muy presionado por la cantidad de activos improductivos que todavía conservan y que están sobrevalorados en su balance. El primer ministro, Matteo Renzi, quiere solucionar el problema con un rescate italiano, lo que provocaría que cada país se vuelve a hacer cargo de sus bancos. Vuelta al inicio.

El esfuerzo reformista de los políticos europeos se ha centrado en elevar las exigencias de capital a la banca, pero se ha avanzado muy poco en arreglar los problemas estructurales de la zona euro. Fuentes de la Comisión Europea lo reconocen en petit comité: “Nos hemos centrado en la recuperación económica y la estabilidad presupuestaria y no hemos avanzado en la integración”. Que el área del euro no era una zona monetaria óptima se conoce desde que el Nobel de Economía Robert A. Mundell lo expuso en los años setenta.

La centralización fiscal en las federaciones existentes ha facilitado la sincronización del ciclo económico y ha disminuido el impacto de los shocks regionales

El problema es que los países de la eurozona son muy diferentes entre sí, por lo que se producen shocks asimétricos que afectan de forma desigual a los distintos estados miembro. Por ejemplo, esta crisis financiera se cebó con los países con más déficit por cuenta corriente, presupuestario y una banca muy endeudada. Los inversores expulsaron a Grecia, Portugal e incluso a España de los mercados en su huida hacia Alemania, lo que profundizó la crisis periférica hasta dejar a toda la región al borde del colapso.

Después de ocho años de crisis, puede que ya haya llegado el momento de revisar todos los defectos estructurales de la zona euro. Los esfuerzos de Bruselas se están centrando en garantizar la estabilidad presupuestaria, tal y como ordena Alemania, pero hay otras medidas complementarias a las que las que es reticente. Un estudio del FMI elaborado por Tigran Poghosyan, Abdelhak Senhadji y Carlo Cottarelli lo dice muy claro: el impacto de las crisis económicas se reduce en las regiones federales que tienen gastos centralizados.

Nos hemos centrado en la recuperación económica y la estabilidad presupuestaria y no hemos avanzado en la integración

El estudio se centra en Estados Unidos, Canadá y Australia y determina que el efecto de las crisis propias de cada región se reduce entre un 4 y un 11% cuando existen transferencias entre regiones y las crisis con incidencia general se reducen entre un 13 y un 23%. Unas cifras más que relevantes como para que Bruselas las tenga en cuenta. “La centralización fiscal en las federaciones existentes ha facilitado la sincronización del ciclo económico y ha disminuido el impacto de los shocks regionales”, advierte el estudio.

Transferencias automáticas

El estudio del FMI refleja que las regiones federales que tienen transferencias automáticas de fondos consiguen superar mejor los distintos shocks económicos. Un ejemplo sencillo es la prestación por desempleo. Cuando se produce una crisis que afecta especialmente a una parte de la región, el paro sube y, por lo tanto, los ingresos públicos caen y los gastos suben, lo que empeora todavía más la situación. Por si fuese poco, se produce una transferencia de fondos desde los países en problemas hacia los más solventes, lo que supone un aumento de costes por intereses en los primeros y un ahorro en los segundos. En definitiva, en este escenario se intensifican los efectos negativos de las crisis.

 

Sin embargo, si existiera una prestación común por desempleo, se produciría una transferencia automática de fondos hacia estas regiones en problemas, lo que ayudaría a equilibrar la situación. De este modo, las regiones que estuviesen en la expansiva del ciclo contribuirían a aliviar los efectos recesivos del resto de socios. El resultado es que el efecto para el conjunto de la región es positivo y que, además, contribuye a sincronizar el ciclo económico entre las distintas regiones, lo que es una gran ayuda cuando existe una moneda común. Si todos los países están en el mismo momento del ciclo, se puede aplicar una política monetaria que sea beneficiosa para todos y el tipo de cambio también favorecería a todos los estados.

 

"Si se centralizan algunos gastos cíclicos e ingresos, pueden ayudar a la economía si, por alguna razón, los estabilizadores automáticos locales no son capaces de operar plenamente debido a las normas fiscales locales o debido a las restricciones de financiación”, explican los autores. Estos ingresos y gastos pueden ser los del desempleo, pero el paper valora otras alternativas. Una opción es crear un verdadero presupuesto comunitario que tuviese más relevancia que el actual, que es un reducido 1% del PIB. También puede realizarse con un fondo común que se utilice para contrarrestar las crisis en las regiones afectadas.

El establecimiento de un presupuesto centralizado reduciría los riesgos de las políticas idiosincráticas de cada región

Lo que está claro es que las transferencias tienen que ser relevantes para que pueda aplicarse el ejemplo de EEUU, Canadá o Australia. En estos casos, los impuestos centralizados están entre el 15 y el 20% del PIB, mientras que las transferencias fiscales brutas alcanzan entre el 5 y el 15% del PIB. Los investigadores apuntan que se generaría un efecto de escala, ya que al agregar la contribución de cada país, se conseguiría un presupuesto de gran tamaño que permitiría atajar crisis de las regiones como, por ejemplo, las financieras. Los investigadores sentencian que “cuanto más grande sea el tamaño del fondo, menor será la posibilidad de que surjan desequilibrios fiscales a nivel regional”.

 

El estudio del FMI señala que en el largo plazo, el “establecimiento de un presupuesto centralizado reduciría los riesgos de las políticas idiosincráticas de cada región”. Esto significa que avanzar hacia la integración fiscal cumpliría también con la exigencia de Alemania de mantener la estabilidad presupuestaria en la eurozona. El estudio de estas tres federaciones muestra que el control de la política presupuestaria de las regiones es mayor, lo que contribuye a reducir los vicios recurrentes de cada región, como pueda ser la predilección por el déficit.