Marcel Gascón

Bucarest, 29 ago (EFECOM).- Sobre una acera a la sombra, una mañana del caluroso verano de Bucarest, una docena de jóvenes vietnamitas espera a las furgonetas que les llevan al trabajo.

"Trabajan en la construcción", explica a Efe en inglés el jefe del grupo, un hombre de más edad, también vietnamita, que se presenta como responsable de la agencia de trabajo que les ha traído a Rumanía.

"Por grupos, en puntos distintos de la ciudad", añade, mientras se aleja para atender al corpulento capataz rumano que se baja de una furgoneta y grita el nombre de un barrio de la ciudad.

Tras una breve y confusa discusión, dificultada por la mezcla de idiomas, cuatro trabajadores suben al vehículo, que desaparece entre el tráfico camino de la obra.

Escenas como estas eran impensables hace sólo unos años en un país económicamente frágil y sin apenas inmigración como Rumanía.

Pero ha sido justo la migración, la de cientos de miles de rumanos hacia países más ricos de Europa, la que ha convertido al segundo socio más pobre de la Unión Europea en un país receptor de trabajadores, especialmente de Moldavia, Turquía, y más recientemente, de Asia, para compensar la pérdida de población.

Según el Instituto Nacional de Estadística (INS), más de 620.000 personas, un 3 % de la población de este país de 19,5 millones de habitantes, abandonaron Rumanía entre 2015 y 2017.

Estadísticas gubernamentales sitúan en torno a los 5,6 millones los rumanos que viven en el extranjero, y Eurostat estima que el 21,3 % de los rumanos en edad de trabajar vive en el extranjero.

En los 30 años que han transcurrido desde el fin de la dictadura comunista, el país ha sufrido un desplome demográfico del 15 %.

"En Rumanía, la fuerza de trabajo es insuficiente, y muchas empresas han decidido traer personal de Asia como solución", dice a Efe Zoe Dobre, jefa de recursos humanos de la cadena de restaurantes City Grill.

Según datos del Ministerio de Trabajo, en julio de este año trabajaban legalmente en sectores con déficit de personal, como la construcción o la hostelería, un total de 3.887 vietnamitas, 1.530 nepalíes, 1.186 ciudadanos de Sri Lanka, 1.084 filipinos y 996 indios.

Según la Inspección General para la Inmigración, en 2017 se dieron 1.400 permisos para trabajadores vietnamitas, seis veces más que en 2016.

Con 19 restaurantes en la capital rumana, City Grill es una de las empresas líderes del sector, y desde finales de 2017 emplea a un centenar de nepalíes no cualificados, que trabajan de lavaplatos, camareros o pinches de cocina.

"Estamos muy contentos con ellos, porque son trabajadores y disciplinados", explica Dobre.

"Su principal objetivo es trabajar para poder sacar adelante a su familia en su país", dice la ejecutiva de City Grill, que añade que a los empleados asiáticos se les ofrecen contratos de dos años.

Uno de esos trabajadores es Lama Pemba, que supo de esta oferta de trabajo por un periódico en Nepal y atiende ahora la barra del restaurante Pescarus.

"Es mejor que en mi país, porque las condiciones de trabajo son mejores en Rumanía. Rumanía es mejor que Nepal", cuenta.

"En Rumanía ganan hasta cinco veces más de que lo que ganarían en sus países", dice a Efe Romulus Badea, de la agencia Soter & Partners, una de las que tramita las llegadas de trabajadores desde Asia.

Aunque hace años la legislación obligaba a las empresas a pagar a los extranjeros el salario medio, para favorecer a los trabajadores locales, actualmente está permitido abonarles el sueldo mínimo, 446 euros.

La construcción, el manufacturero y el turismo y hostelería son los tres sectores que más trabajadores de Asia emplean, según la experiencia de Badea.

Los vietnamitas tienden a emplearse en la construcción; la hostelería y operarios de fábrica son los más populares en Sri Lanka.

¿Por qué importar personal de países tan lejanos y culturalmente distintos, cuando Rumanía está rodeada de países con mucha emigración, que son más parecidos en mentalidad y costumbres?

Badea lo atribuye al excedente de personal de naciones como Vietnam, India, Filipinas o Sri Lanka, y a su tradición a la hora de exportar trabajadores.

"Están acostumbrados a hacerlo y tienen legislación y procedimientos específicos en este campo, lo que hace que el proceso sea mucho más fácil", explica.