8.45 de la mañana en el Palacio Euskalduna. Cesar, Melania, Mikel, Amaia, Mari Ángeles, Ana María, José Manuel, Enara y Juan Miguel lo tienen claro: Madrugar, ser puntuales y venir con el uniforme. Y están nerviosos. Es jueves y sólo les quedan 24 horas por delante hasta la junta de accionistas de Iberdrola en la que tendrán su pequeño papel protagonista.

Para ellos no es un día más. La mayoría está ante su primera oportunidad para demostrar que existe un sitio en el mercado laboral para ellos. Esta vez serán azafatas y azafatos. Todos tienen discapacidad intelectual. “Lo que yo quiero es que nos vean, porque tenemos el mismo derecho a trabajar que los demás”, asegura Mikel.

“A mí, lo que más me apetece es hablar con gente, quiero trabajar”, le interrumpe Enara. Los nueve, forman parte de la asociación Gorabide, que trabaja con personas con discapacidad intelectual de Bizkaya.

Miembros de la asociación Gorabide. Dani Pozo

Su realidad está lejos del mundo laboral. No trabajan, aunque algunos de ellos sí presumen de experiencia. “He estado en talleres, en cosas de electrónica, montando placas de televisiones y de neveras, casi 30 años”, asegura Mari Ángeles. “Yo también, pero montaba trifásicos automáticos para la luz y sólo estuve cinco años”, añade César.

Sólo Mikel tiene otras experiencias profesionales. “Ahora no trabajo. Estoy bien porque es por motivos familiares, pero sí he hecho cosas. He estado seis años colaborando con Radio Bilbao, hablando de cómo es la vida de una persona con discapacidad. En un taller me dijeron que no, que preferían a otra persona. Eso no está bien”, recalca.

David, monitor de Gorabide, junto a Juan Miguel y Amaia. Dani Pozo

Durante la junta, su tarea es, en apariencia, sencilla: serán los encargados de entregar el obsequio que habitualmente se da a los accionistas. “Nos han dicho lo que tenemos que hacer: dar un papel y un regalo, les tenemos que decir: “Que tenga buen día y que tenga buena suerte. Que nos salga bien”, dice Mari Ángeles.

No estarán solos. Les acompañan tres monitores de la asociación: Iosu, Jon y David y otros 152 azafatos y azafatas. “Yo soy pedagogo”, afirma Iosu. “Para ellos, ésta es una experiencia brutal porque no han hecho nunca nada similar, sobre todo, porque podrán relacionarse y demostrar que pueden hacerlo. Llevan 15 días nerviosos. Están alterados, pero es normal”.

“En momentos de estrés les salen los nervios”, reconoce el monitor de Gorabide. “Es que muchos están solos o han perdido ya a sus padres y les cuesta hacer cosas nuevas. Les sobrepasa. Pero yo también, cuando les vea mañana por aquí, me pondré tontorrón. Eso es lo único difícil, que controlen las emociones. Pero tienen mucha más ilusión que cualquier azafata”, asegura.

Iosu, monitor de la asociación Gorabide. Dani Pozo

En la asociación, a las actividades de mañana acuden 28 chavales, por la tarde, casi el doble. “Hacemos manualidades, papiroflexia, alfombras, dibujos, danza, relajación”, enumeran entre todos. “Pero también nos enseñan a no cortarnos con la gente, que no digamos: ‘Ay, me da miedo’. “No tenemos que tener vergüenza”, asegura César, a quien Iosu considera su mano derecha.

“Si tenemos un problema, tenemos que saber solucionarlo nosotros mismos”, enfatiza Melania. Por eso, todos creen que estar en una junta de accionistas de una empresa del Ibex es una oportunidad. “Puede que sí nos abra puertas. A mí gustaría trabajar en algo de hípica me gustan los caballos desde pequeña y eso que me he caído dos veces”, indica Melania. “Yo prefiero ser guardia jurado en estaciones de metro”, matiza Cesar. Otros, como Mari Ángeles, se decantan por la informática; o por la cocina, como Enara.

Más allá de lo profesional, casi todos comparten la misma ilusión: que les vea su familia. Y, como anécdota, les apetece estrenar el traje. “Sí, ya nos lo hemos probado, es gris y estamos guapísimos. A nosotras nos han dado pañuelo y a los chicos corbata”, señala Mari Ángeles. “Yo me veo de maravilla, como si fuera de boda”, asegura César.

Miembros de la asociación Gorabide junto a sus monitores. Dani Pozo

Esta es la primera vez que los nueve miembros de Gorabide participan en una junta de Iberdrola y esperan repetir el próximo año. No reciben retribución por estar en ella. Forma parte de las iniciativas de la eléctrica para integrar a colectivos vulnerables.

Noticias relacionadas