Emboscado en el inmenso mundo de los eventos tecnológicos, la mayoría insulsos, prescindibles y sobrefinanciados por las instituciones públicas, existen reuniones de sabios, casi siempre silenciosos, cuya aportación no sólo multiplica por mucho lo que puedan aportar estas otras súperconferencias, sino que marcan la senda por la que van a discurrir los avances que, cuando maduran, nos acaban cambiando la vida.

Uno de estos eventos es la Conference on Computer Vision and Pattern Recognition, que este año se celebra entre el 17 y el 21 de Junio en el centro de convenciones de Seattle. En una de esas reuniones de la CVPR, hace casi tres décadas, se comenzaba a hablar con cierta profundidad de un mundo en el que los automóviles se conducirían solos, las máquinas reconocerían a las personas y que estas "entenderían" sus emociones. Además, los robots realizarían tareas mundanas en las fábricas. E, incluso, trabajarían desde el aire.

Una de las virtudes de estos encuentros es que allí conviven, en un ambiente aparentemente congresual, ingenieros expertos en visión artificial con estudiantes o piratas informáticos a los que se ve charlar amigablemente con empresarios, representantes de fondos o emprendedores en busca de oportunidades que les permitan protagonizar un gran salto tecnológico. Allí los sueños son compartidos.

En una de esas citas fue donde Mark D. Weiser, uno de esos visionarios de los que se habla poco, pese a que su influencia ha sido de enorme relevancia, lanzó una de sus ideas más revolucionarias. Weiser, fallecido en 1999 a los 46 años, es el padre de un concepto, el de "computación ubicua", que se convirtió en una alternativa a las enormes máquinas que requieren habitaciones enteras y, después, a los hoy clásicos ordenadores de sobremesa cuyo revolucionario prototipo pasó en los años 70 por las narices de Xerox Corporation sin que nadie descubriera su potencial. Esto lo contamos en el pasado Nanoclub de Levi.

Más allá del fiasco de Xerox con el ordenador personal, la visión de Weiser fue que los ordenadores deberían desaparecer de todos los objetos que rodean a las personas en la vida diaria. Por supuesto, en el hogar, pero también en la oficina. Weiser iba mucho más allá de la "metáfora del escritorio", clave de las interacciones actuales de las personas con sus computadoras personales. Es Apple y es Microsoft. Fue el auténtico germen de lo que hoy conocemos como Internet de las Cosas (IoT) y los dispositivos inteligentes. Cafeteras, impresoras, fotocopiadoras, robots aspiradores o juguetes sexuales que pueden mostrar si están llenos o vacíos a través de una red de oficina.

En los proyectos de investigación que Weiser llevó a cabo en Xerox, los trabajadores de oficina aparecían ya rodeados por una red computacional invisible. Fue él quien pronosticó que durante la siguiente década íbamos a ver cómo se ponía inteligencia en todo. Hogares inteligentes, automóviles inteligentes, salud inteligente, robots inteligentes, ciencia inteligente, multitudes inteligentes e interacciones inteligentes entre computadoras y humanos. Tanta inteligencia nos rodearía que, al final, acabaríamos perdiendo la nuestra.

Cierto es que en el momento en el que Weiser desarrollaba su filosofía de sensores y procesadores en los dispositivos que rodean a las personas, el mundo de la informática estaba quedando cautivado por ideas como la realidad virtual, que ya hoy sumerge a los usuarios de computadoras en entornos sintéticos creados por poderosas máquinas. Hoy ya existen protocolos de Internet de próxima generación para admitir miles de millones de dispositivos inteligentes conectados. La "computación ubicua", de hecho, está siendo el combustible con el que Silicon Valley está alimentando sus motores en las últimas décadas.

Weiser murió por una insuficiencia hepática derivada de un cáncer. Y podría decirse que su pensamiento y su idea de que los ordenadores deberían desaparecer era una mezcla de tecnología, arte y filosofía. Y ese es precisamente el enfoque de una biografía de este visionario que se publicó en 2023 y que firma John Tinnell. A Weiser se le presenta como "el filósofo de Palo Alto" y el padre del Internet de las Cosas, pese a que su visión, quizás ingenua, era la del nacimiento de redes que no estuvieran controladas y monitoreadas por las empresas de tecnología.

Realmente, ha sucedido lo contrario, ya que existe una clara vocación de vigilancia y monitorización de todo lo que nos sucedes. El big data y el mercado de los datos mandan. Nuestra particular pesadilla interconectada. Desde esta perspectiva, Weiser y su pensamiento fueron derrotados.

El obituario que publicó el New York Times el día posterior a la muerte de Weiser cuenta que durante años fue el baterista de una banda de rock de vanguardia llamada Severe Tire Damage. Fue el primer grupo en transmitir en vivo a través de Internet y fueron ellos quienes abrieron sus puertas a los Rolling Stones insertando su transmisión en la World Wide Web inmediatamente antes de que los Stones comenzaran. La web oficial del grupo todavía afirma que "la prensa fue generosa" en sus reseñas. La memoria quizás no lo ha sido tanto.