"Seis de cada diez compradores de tecnología encargados de renovar o ampliar los acuerdos se arrepienten de casi todas las compras que hacen". Así de contundente se muestra una muy particular encuesta llevada a cabo por la firma de análisis Gartner, que trata de analizar la vertiente psicológica de aquellos que lideran la transformación digital en las empresas.

Hay muchas teorías que pueden explicar este sentimiento de rechazo por parte de los CIO ante su propia decisión. Por un lado, podríamos pensar que se sienten anquilosados en una rutina tecnológica que apenas les deja innovar. O que sufren el habitual vaivén emocional fruto del coste de oportunidad. Bien podría tratarse de una cuita propia de su cargo, un engarzado de circunstancias casuales que llevan a una cotidianidad muy alejada de lo expedito. O que tienen algún tipo de perfil psicópata que les hace odiar lo que en realidad aman.

La realidad es que los Chief Information Officer del mundo no tienen problemas mentales ni están atascados en ninguna espiral infinita de desamor por su trabajo. Tampoco es que no estén conformes con la tecnología que compran ni que no estén convencidos de su valor para la empresa.

Al final, se trata de algo mucho más sencillo y llano, lejos de ditirambos de cualquier índole. Los propios analistas hablan de que esta actitud negativa de los CIO se debe a "experiencias de compra frustrantes, mala comunicación y una abrumadora cantidad de opciones a considerar. Por lo general, esto tiene poco que ver con el proveedor o los productos en sí, sino que está motivado por comportamientos ineficaces o disfuncionales". 

Mal rollo, en última instancia, tanto dentro de los equipos de la propia empresa (tecnología, compras, finanzas...) como hacia los proveedores de los sistemas y soluciones en cuestión. Sobre este último punto, tal es el hartazgo de las estrategias comerciales agresivas y los procesos tediosos y engorrosos de muchas de las grandes multinacionales del sector que un 95% de los decisores de compra TI hubiera preferido una experiencia completamente online en estos casos, con una "interacción mínima" con su contraparte de ventas en el lado del proveedor.

El arrepentimiento del día después no viene, por tanto, por el contenido en sí, sino por el continente. Por el contexto en que se produce la acción, por todo lo que rodea a una circunstancia tan deseada como progresar en la digitalización, pero claramente inadecuada en su ejecución. Y esto debería dar que pensar a muchos de los responsables de estos procesos para encarar estas aventuras de un modo apropiado y enriquecedor.