Hace un año, en la primera Conferencia Báltica 5G Techritory, en Riga, la promesa era un primer despliegue del 5G en ámbitos industriales durante 2019, para que en 2020 iniciasen las telecos el asalto a los móviles de los consumidores finales. Doce meses después, el 5G ya está aquí, bastante maduro para funcionar, y no depende tanto de la tecnología como de decisiones políticas. Entendiendo por ‘políticas’, las de legisladores y empresas. Regulaciones e inversiones.

"Hay diferentes modelos de asignación del espectro 5G", conviene Jeremy Godfrey, presidente de BEREC, el organismo europeo que trata de armonizar las regulaciones de telecomunicaciones. "Alemania, por ejemplo, ha cedido una parte para asignaciones locales. Habrá que ver si lo adopta la industria o si es mejor asignar el espectro a las operadoras…" 

Necesitamos más casos de uso para animar a la adopción industrial

El 5G industrial apenas empieza algunos experimentos en Europa, mientras que en algunos países ya funciona como telefonía para el gran público en determinados núcleos urbanos (en España lo ofrece Vodafone). La promesa no se ha cumplido…

"¿Y qué más da? ¿Cuántas predicciones aciertan?", pregunta con una sonrisa burlona Stephen Mellor, CTO del Industrial Internet Consortium, entidad extendida por 30 países de todo el mundo, con 200 empresas, cuyo objetivo es desarrollar marcos de trabajo, seguridad, buenas prácticas y arquitecturas de red, con un foco absoluto: "Adopción, adopción y adopción de tecnología…" 

"Es verdad, la tecnología está ahí. Quedan algunas cuestiones técnicas y algunas políticas… y está tomando más tiempo de lo que se pensaba, porque todos sobreestiman lo rápido que pueden hacer las cosas", explica Mellor a INNOVADORES. 

"Pero no es una sorpresa. Siempre pasa cuando surge una nueva tecnología: ‘¡Estará para el año que viene, va a ser maravilloso!’…", añade. "Necesitamos más casos de uso para animar a la adopción industrial. La gente puede considerarlo, pero no parecerá apropiado invertir mientras no se vea una compañía a la que le sea rentable". Mellor subraya que el despliegue de 5G en las fábricas existentes "costará un gran esfuerzo".

Y hay que añadir las guerras comerciales y el veto de Trump a la china Huawei, uno de los grandes agentes del 5G. "Eso produce mucha fricción y miedo para invertir. En el Consorcio, algunas compañías dicen ‘no volveré a trabajar con ellos’. Para otras no hay problema y siguen adelante".

Coincidiendo con la conferencia en Riga, desde Alemania se anunciaba "la primera red 5G aislada en un entorno industrial real", creada entre Siemens, en su Centro de Pruebas Automotrices de Nüremberg, y el fabricante estadounidense de chips Qualcomm. "Pero no es el único caso. También hemos anunciado un acuerdo con Bosch", aclara a INNOVADORES Wassim Chourbaji, vicepresidente de Qualcomm para asuntos de gobierno y políticas públicas EMEA.

"Se trata de dos pruebas de concepto, para demostrar lo que la tecnología 5G puede hacer en una factoría. En Siemens van a controlar máquinas. En Bosch, vamos a reemplazar ciertas conexiones cableadas". En ambos casos, Qualcomm aporta toda la infraestructura 5G, aunque su vicepresidente subraya que su objetivo sólo es la demostración. "El sistema funciona con tecnología de cualquier fabricante. Nuestro negocio no es hacer dispositivos, sino vender nuestros chips a quienes los fabrican".

Una precisión que pone de relieve otra de las diferencias respecto a la conferencia celebrada en el mismo lugar en 2018. Entonces, todo era efervescencia en torno al nuevo hardware 5G y los dos ‘campeones’ europeos, Nokia y Ericsson. Una parte esencial de la exposición que acompaña a la conferencia era la instalación de un circuito de demostración completo de Nokia, con una base de comunicaciones, receptores y medidores de actividad. Esta vez los stands eran más virtuales, sobre pantallas.

Empezando por la demostración puesta en suerte por la compañía de telecomunicaciones móviles letona, LMT, uno de los patrocinadores clave. Se trataba de manejar en remoto, en tiempo real y con conexión a la red 5G ya desplegada, un dron situado a 20 kilómetros, en zona no urbana, visto a través de la gran pantalla del escenario. 

Era el plato fuerte de la sesión de apertura. Juris Binder, presidente de LMT, invitó al primer ministro letón, Krišj?nis Kari?š, a hacer ‘el saque de honor’. El político pulsó un botón. Y no pasó nada. Segundo intento. Nada. El ‘efecto demo’ en todo su apogeo, mientras Binde urgía a sus ayudantes. "Estamos usando 1G, no 5G…", bromeó Kari?š, dando unos segundos de aliento a los azorados técnicos. Al fin, pulsó el botón, el dron se dio por aludido y realizó su vuelo, en misión de control de un determinado recorrido. ¿Y si el piloto lo hace mal y lo estrella?, preguntamos luego a un empleado de LMT en su stand: "Es muy difícil, porque está estabilizado por GPS. Hay que ser un piloto muy experto para hacerlo caer". 

Probablemente esa es la gran conclusión de la segunda edición de 5G Techritory, expresada en la sesión de clausura: que la tecnología 5G, con su velocidad de transmisión y mínima latencia, no es por sí misma más que otro sistema de comunicación. Lo que cambia las reglas del juego es su robustez combinada con el uso de inteligencia artificial e internet de los objetos. Y que "ningún vendedor, gobierno u operador podrá hacerlo solo". La nueva predicción 5G es el advenimiento de un cambio de paradigma basado en un esfuerzo colaborativo y sin fronteras.

¿5G o Wifi 6?

 Andreas Mueller es presidente anual de 5G Alliance for Connected Industries and Automation (5G-ACIA) y trabaja para Bosch, en su departamento de investigación. «En 5G-ACIA nos ocupamos de tres cosas: harmonización regulatoria, hacer estudios sobre posibles problemas normativos para los modelos de negocio y apoyar y asesorar a las instituciones europeas, especialmente la Comisión y el Parlamento». Entiende que las inversiones en nuevas instalaciones de redes se harán para 5G, compatible con 4G, y tiene una duda para el futuro industrial: «¿5G o wifi 6…? Habrá que estar muy atentos a los precios».