Facilitar la inclusión social y laboral de las personas con discapacidad es una obligación que compartimos todos los ciudadanos en tanto sociedad que se define como tal. Sin embargo, contar con los mecanismos adecuados para lograr tan anhelada (y necesaria) misión no ha sido un camino de rosas, precisamente. Pero ahí están las nuevas tecnologías, desde asistentes virtuales hasta dispositivos de accesibilidad y realidad aumentada, para aportar su granito de arena.

Pues bien, la adopción de estos avances digitales está siendo más que bien recibido por las personas con discapacidad. Según un estudio de la Fundación Adecco y Keysight Technologies, siete de cada diez personas con discapacidad piensan que la tecnología es la clave para la inclusión social y laboral. Por parcelas, el 65% de las personas con discapacidad afirma que las herramientas TIC facilitan la búsqueda de empleo; algo sustancial si tenemos en cuenta que sólo un 26% de las personas con discapacidad en edad laboral trabaja a día de hoy.

Una vez obtenido el trabajo, el 71% de los encuestados afirma que las nuevas tecnologías les ayudan, de alguna forma, a desempeñar su labor cotidiana en la empresa, al reducir las barreras con las que se encuentra y equiparar sus capacidades a las de la población general. Y ampliando las miras más allá de la oficina, el 66% de las personas con discapacidad admite que el uso de las nuevas tecnologías ha mejorado su calidad de vida global. 

Pero no todo son buenas noticias. Y es que, según denuncia la Fundación Adecco, la tecnología a veces puede suponer una nueva barrera a sortear para las personas con discapacidad. En cuanto a los terminales más accesibles, un 70% destaca el smartphone, seguido por el ordenador portátil (45%) y la tablet (38%), pero un 16% de este colectivo critica que aún son muchas las barreras de accesibilidad presentes en los dispositivos.

Barreras tales como la falta de opciones accesibles (ausencia de textos en lectura fácil, un tamaño de letra demasiado pequeña para las personas con discapacidad visual, así como el color y contraste de las fuentes), pop-ups, banners o la publicidad, ergonomía (adaptación a las características físicas y psicológicas del usuario) o un funcionamiento complejo (falta de menú o índice fijo, visible en las diferentes páginas de la misma web, puesto que puede llevar a confusión y pérdida de la ubicación en la navegación).

Antes del año 1982, las personas con discapacidad que trabajaban eran prácticamente anecdóticas. Es en ese curso cuando se aprueba la Ley de Integración Social del Minusválido, en la que se obligaba a las empresas de más de 50 trabajadores a contar con al menos un 2% de personas con discapacidad en sus plantillas.  Durante los últimos años, la contratación de las personas con discapacidad mantiene su tendencia al alza alcanzando a finales del 2018 el mejor registro de toda la serie histórica con 116.873 contratos, 6.805 más que el año anterior.  Y si miramos los últimos diez años, la contratación de las personas con discapacidad ha aumentado un 109%, pese a que éste se ha producido principalmente en el ámbito protegido.