Fue a finales de febrero, pero parece que ocurrió en otro siglo y otro planeta. En el festival tecnológico TechChill de Riga, que este año imprimió a su primera jornada una tendencia notablemente ‘humanística’, la francesa Inès Leonarduzzi presentó su startup Digital For The Planet y el concepto de "ecología digital", en el que se basa, para establecer otro tipo de relación entre humanos, máquinas y medio ambiente.

La conversación que INNOVADORES mantuvo con Leonarduzzi tuvo más contenido de reflexión y análisis filosófico que de tecnología. Ahora puede sonar remoto, mientras el mundo está detenido y nadie puede garantizar que el botón de reset vaya a funcionar para volver donde estábamos. Pero quizás sea, por eso, el mejor momento de tomar sus puntos de vista en consideración.

"Sí, el ‘toque humano’ es una profunda necesidad para nuestra generación y creo que también para la generación anterior y las siguientes. Durante décadas, la fuerza laboral fue solo una fuente de productividad: tienes que hacer tu trabajo, contar tus horas y volver a casa. Y regresar al día siguiente. No hay perspectiva para el común de los mortales", señala la emprendedora. "El poder no piensa en las personas, el clima está en peligro... así que, al final del día nos preguntamos ¿por qué se supone que debo trabajar tan duro, ser tratado como si fuera un número? Tengo que producir, ¿y eso es todo?".

"La sociedad ha generado demasiado individualismo y ahora la gente quiere comunidad y solidaridad. Invertir en algo que tenga sentido e impacto. Si he de producir algo, quiero sentir que tenga resultados para los que amo y para los otros humanos en el planeta", añade como declaración de principios.

Su concepto de ecología digital tiene que ver con la manera de producir y consumir tecnología. "El 90% del impacto contaminante de un smartphone se produce durante la fabricación", afirma Leonarduzzi. "Si queremos disminuir la contaminación digital, lo primero es reducir la demanda de dispositivos electrónicos. Hay que sensibilizar a las grandes empresas, pero también nosotros, como ciudadanos y usuarios, tenemos que extender la vida útil de nuestros móviles y no comprar uno nuevo cada año. También podríamos comprarlo de segunda mano, pero no está en boga". 

Le parece una divertida paradoja que "no tenemos miedo a comprar un coche usado y ponerlo en la autopista a 150 kilómetros por hora, pero nos da miedo comprar un teléfono de segunda mano, porque tal vez no funcione". Leonarduzzi se centra en los móviles, de los que "tenemos en el mundo 9.000 millones activos. Hay más que seres humanos. Y esta cifra aumenta cada año, así que..." ¿Cuántos posee ella? "Uno. Y el último lo mantuve cuatro años y medio".

Su propuesta es llevar la economía circular a la tecnología digital de consumo "cuando un dispositivo ya no se usa". "En Japón, para los Juegos Olímpicos, el oro y la plata recuperados de smartphones en desuso los han transformado en medallas para los campeones". Comenta orgullosa que lo propuso su grupo. Ignorábamos en ese momento que el olimpismo japonés iba a tener todavía un año más para el reciclaje y producción de preseas.

Reconoce que "es muy difícil en este momento recuperar esos metales. Es posible, pero resulta bastante costoso y por tanto no es productivo para las empresas. Es sólo un valor de cambio positivo si lo hacemos juntos, todas las empresas en general y en todos los países". 

Sin embargo, su idea de un mundo que anteponga criterios de ecología y sostenibilidad al progreso y prosperidad usando la tecnología como palanca económica, tal vez no sea del todo justa para los países más pobres, que no han tenido oportunidad de alcanzar el nivel de vida de los más ricos con las mismas reglas que aprovecharon estos para crecer. "La conversación debe ser entre todos los países. Y el esfuerzo tiene que ser proporcional para cada uno", replica. 

"Pero la mayor parte de las emisiones contaminantes proviene de los países desarrollados, de los ricos, así que los primeros recortes en los próximos años tienen que ser de esos países. Y la industrialización que contamina en los países pobres y emergentes se debe esencialmente a la globalización de los países ricos. Por lo tanto, el esfuerzo debe ser realizado primero por ellos", añade. 

La esencia de su ‘ecología digital’, tiene un alto componente ideológico: "Como ciudadana, espero que cuando comencemos a regular el impacto de carbono de nuestra industria y nuestra sociedad, sea en base a un diálogo con cada país. Y cuando digo todos los países, no digo con cada presidente sino con todos los ciudadanos, sean cuales sean su posición, profesión, riqueza y educación. El siglo XXI es el de la diversidad, de admitirla y vivir con ella", afirma Leonarduzzi.

"En Francia, la generación más joven afirma que no quiere trabajar para una gran corporación, a menos que se preocupe por el planeta y por todos los países del planeta. Dicen que prefieren trabajar para una pequeña empresa, o una ONG, una organización con impacto, para que las personas estén listas para ganar menos pero siendo útiles". 

"No podemos seguir viviendo con un solo modelo, aplicado a todos. Estamos aumentando las desigualdades. El diálogo debe ser multilateral entre los ciudadanos. Sólo tenemos que educar nuestra mentalidad", asegura.