La apuesta lanzada por la Unión Europea por las energías renovables para reducir las emisiones contaminantes es, sin duda, uno de los mayores retos a los que se enfrentarán los políticos de toda índole durante esta generación. La iniciativa supone un cambio de los cimientos sobre los que el Viejo Continente ha edificado su prosperidad industrial durante las últimas décadas. 

Según el mandato comunitario, la Europa del mañana será verde o no será. Una decisión que antepone, por primera vez en la historia, los objetivos medioambientales a los económicos. En un mundo en el que la competitividad cada vez es más importante, la apuesta por cambiar la fuente energética del continente va a generar importantes tensiones a la hora de que las compañías consigan alcanzar sus objetivos de rentabilidad.

Durante las próximas dos décadas, sobre todo el sector industrial europeo, va a tener que lidiar con la pujanza de los rivales asiáticos y americanos a la vez que consigue realizar una transición que le permita reducir su dependencia de fuentes de energía que van a quedar desterradas. ¿Cómo será posible cuadrar esta ecuación?

La clave va a estar en la capacidad que tengan los actores claves del sector energético e industrial para que tecnologías que actualmente son prometedoras pero poco eficientes consigan alcanzar economías de escala. Que, en el menor tiempo posible, apoyarse en soluciones sostenibles no suponga un lastre operativo. Entre muchas iniciativas puesta en marcha en este sentido el hidrógeno aparece como una de las más claras.

¿El comodín de las renovables?

Uno de los principales peros que se les pone a parte de las energías renovables es que, cuando más se les necesitan no están. Los más escépticos con este tipo de alternativas energéticas señalan que, en los momentos de altos consumos o de consumos inesperados energías como la solar o la eólica son más rígidas que otras. No siempre va de la mano la necesidad de energía con el viento o el sol.

Más que un problema de la propia fuente de energía, la razón de esta denuncia reside más en la falta de avances a la hora de almacenar estas energías. La clave no es producir energía cuando hay un pico. Lo necesario es contar con energía cuando hay esa demanda inesperada. 

El hidrógeno abre una puerta para que esto cambie para siempre. Entre otros muchos usos, el hidrógeno ofrece una solución para almacenar el excedente energético renovable para ser utilizado dónde y cuándo sea necesario. Hasta el momento la mayor pega que tenía el hidrógeno era, precisamente, que para generarlo médiate electrolisis había que utilizar energías que generaban emisiones por lo que sus virtudes quedaban anuladas.

Ahora, el desarrollo de las renovables está permitiendo que esto cambie. Contar con una fuente de energía competitiva en precio para generar hidrógeno ya no es un problema. El reto es hacerlo de una forma mucho más eficiente a la actual. Utilizar mucha menos energía para conseguir sacar hidrógeno. Y ahí es donde los próximos años van a ser fundamentales.

Los fondos europeos

En este contexto, la pandemia, lejos de poner palos en las ruedas, va a permitir que el sector cuente con recursos para acelerar sus plazos. Los Fondos Next Generation movilizados por la Unión Europea van a desempeñar un papel crucial en este proceso. La exigencia de la Comisión Europea de que las inversiones de los planes de recuperación de los países europeos centren sus esfuerzos en actividades sostenibles colocan al hidrógeno verde en un lugar privilegiado.

Tanto es así que va a protagonizar una de las más intensas carreras que las potenciales comunitarias van a disputar durante los próximos años en el continente. Y es que, el hidrógeno parte con potencial para tener un impacto enorme tanto como complemento a las actuales renovables como para sustituto directo de combustibles fósiles.

Sólo en materia de movilidad, las industrias de la automoción, la ferroviaria e incluso la aeronáutica han colocado al hidrógeno en un lugar privilegiado de sus planes futuros. En la nueva era de la industria del motor, el hidrógeno cuenta con el mandato para revolucionar el transporte de mercancías y la logística. De entrada, los vehículos pesados encuentran en esta fuente de energía una solución más optima que las baterías eléctricas para realizar su actividad.

En el caso de los trenes, el hidrógeno aparece como la solución para eliminar al diésel de los trayectos no electrificados, el 40% de la red europea. Una tarea que ya tiene sus primeras experiencias y que incluso ha llevado a que, en España, Renfe cambie las especificaciones de uno de sus próximos concursos. 

Revolucionar la aeronáutica

Pero si una industria puede vivir una de sus mayores disrupciones de la mano del hidrógeno, esa es la aeronáutica. El fabricante europeo Airbus se ha impuesto el reto de conseguir contar con aeronaves capaces de volar sin generar emisiones en 2035 un reto en el que el hidrógeno puede jugar un papel fundamental.

En este contexto, los planes de recuperación van a dotar de recursos a sus industrias para poner en marcha importantes planes que, de otra manera, no habría podido levantarse. En el caso del Plan de Recuperación español se movilizarán 1.555 millones. Una cantidad que desde el sector indican permitirá dar un salto cualitativo de más de una década.

Pero el elemento clave, a largo plazo, del hidrógeno seguirá siendo la eficiencia a la hora de generarlo. Es por ello por lo que si importante será el desarrollo de tecnologías que mejoren este proceso industrial, tanto o más lo será la eficiencia que se consiga produciéndolo de forma limpia. Y es en este punto donde España debe contar con una ventaja competitiva frente al resto de socios comunitarios.

Ningún país en Europa debería ser capaz de producir energía limpia con origen renovable de forma más eficiente que España. Este punto de partida coloca en una posición privilegiada a España para convertirse en un referente del hidrógeno. Pero la tarea será competida. Alemania, Francia y los países nórdicos también van a poner toda la carne en el asador para convertirse en referentes de este nuevo sector energético.

Así las cosas, las capacidades y los recursos están preparados. Todo parece listo para que el desarrollo del hidrógeno avance en el próximo lustro más que las últimas dos décadas. Un avance del que dependerá una parte importante de los objetivos en materia de sostenibilidad comunitarios. Una carrera con más de un competidor en la que España, por primera vez, cuenta con capacidades para optar a liderar una industria incipiente de futuro prometedor

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