El medievalista Eduardo Manzano.

El medievalista Eduardo Manzano. Saura Medrano Crítica

Historia

Eduardo Manzano: "España son dos cosas: un relato histórico y lo que decidamos nosotros hoy"

El medievalista publica una nueva historia de España que derriba el relato canónico conservador y reivindica la diversidad social, cultural y política.

9 abril, 2024 10:35

Al abrir la puerta de su despacho en el Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC, Eduardo Manzano (Madrid, 1960) se disculpa por lo que describe como una "leonera". El paisaje es en realidad el caos de un erudito: libros amontonados sin mucho orden sobre el principal campo de trabajo del medievalista, la historia de al-Ándalus. Pero en esa anarquía de estudios se cuelan los vestigios de su trabajo más reciente, España diversa (Crítica), un ensayo de los que hacen verdadera falta en una sociedad tan polarizada como la actual y en el que revisa la historia de nuestro país derribando mitos y espacios comunes y reivindicando un aspecto del que deberíamos sentirnos realmente orgullosos: la diversidad social, política, cultural y religiosa que ha configurado nuestro pasado común.

A Manzano, profesor de Investigación en el Instituto de Historia del CSIC, se le nota liberado. Armar este libro, que se sale su especialidad estricta, ha sido un considerable esfuerzo, pero lo ha concebido como una auténtica responsabilidad profesional, como una historia de España actualizada con los mejores y más recientes trabajos para tratar de abandonar las posiciones extremas. Sin leyendas negras ni rosas. "Cuando los historiadores se convierten en reivindicadores del espíritu nacional, su papel se limita a ser el de adoctrinadores de patriotas al servicio del poder político", escribe en la introducción. Él pide a los españoles que sean más exigentes con el tipo de historia que les cuentan.

Pregunta. Dice que el principal problema del relato canónico de la historia de España es un carácter "sectario y poco integrador". ¿De quién es culpa: la educación, los historiadores o la gente, que solo lee lo que reafirma sus creencias?

Respuesta. Todas esas razones intervienen. Todas las naciones tienen un relato histórico, y el de la historia de España en apariencia es muy coherente y funciona bien. Muchos sectores de la sociedad lo han adoptado como algo que viene de toda la vida, pero no se han parado a pensar hasta qué punto ese relato permite integrar una sociedad tan diversa como es la que vivimos actualmente, en la que hay españoles que proceden de Iberoamérica, con un componente muy importante de musulmanes y con gente que viene de otros países de Europa o incluso de Asia. Entonces ese relato canónico de siempre hoy en día ya empieza a dejar de funcionar.

"Los intentos de homogenización en España siempre han fracasado"

P. ¿La historia es en la actualidad monopolio de la España conservadora, de la derecha?

R. En estas cuestiones no hablaría de izquierda y de derecha en términos políticos porque muchas veces estas ideas son transversales. Lo que sí es verdad es que hay un relato conservador muy arraigado que la gente no se ha parado a pensar en todos los problemas que genera, hasta qué punto se ha quedado obsoleto y no responde a las necesidades de nuestra sociedad actual. Por otro lado, hay un pensamiento más progresista que no ha sabido articular un relato coherente de la historia de España casi desde los tiempos de la Transición.

P. ¿Por qué?

R. Porque a la historia de España le salen muchos competidores en forma de historia de Cataluña, del País Vasco, de Andalucía... Esto en un momento determinado fue muy importante porque permitió quitar ese manto casi obsesivo que recubría la historia de España y permitió reivindicar unas historias diversas de estos territorios. Sin embargo, creo que se ha acabado enquistando como la única alternativa posible a la historia de España, pero es muy fragmentada.

»Hoy en día merece la pena tratar de hilvanar, con todo el conocimiento que tenemos, con los hechos, que son como hilos de un tapiz, un relato diferente para producir una visión de la historia de España que creo que puede ser muy distinta y estar sobre todo mejor fundamentada y ser más inclusiva.

Portada de 'España diversa'.

Portada de 'España diversa'. Crítica

P. ¿La izquierda, la historia progresista, se ha obsesionado en los últimos años en legislar la memoria?

R. La memoria histórica respondía a una necesidad que era importante, a una demanda social por parte de los hijos, nietos o descendientes de las víctimas de la Guerra Civil y del franquismo, que no habían sido reconocidas y que me resulta incomprensible que no haya sido objeto de un consenso mayoritario. Lo que pasa es que el pensamiento progresista se ciñó a este aspecto. En algún trabajo anterior sugería que cuando planteas el pasado solo en términos de memoria y lo trasladas a otras épocas, empiezas a tener problemas. Como forma de interpretar toda la historia de España no funciona demasiado bien.

P. ¿Se ha olvidado de construir una historia de España más equilibrada?

R. El pensamiento "progresista" se ha centrado en tratar de atacar algunos mitos de la historia de España, véase la Reconquista o la conquista de América. Eso es interesante, pero no ha conseguido urdir un relato que nos explique los visigodos, la época medieval, al-Ándalus, Sefarad, que explique en qué consiste la conquista del continente americano desde el punto de vista histórico, de la decadencia del Imperio español, por no hablar del XIX, un siglo extraordinariamente complejo y difícil de estudiar.

»Ahí es donde se ha producido esta disonancia: por un lado un relato muy conservador y obsoleto que hace aguas por todas partes porque no se puede mantener seriamente; y por otro uno "progresista" que ha sido inexistente. Si tenemos un país que se llama España tenemos que hacer una historia de ese país, es algo que debemos intentar explicar históricamente: por qué hay lenguas distintas, por qué existen instituciones diferentes... Es una diversidad que tiene unas raíces muy profundas.

"Los españoles deberían estar orgullosos de pertenecer a un país tan diverso"

P. Necesitamos más conocimiento y menos emotividad identitaria.

R. Creo que esa es la clave. Cuando la gente pone en marcha los sentimientos y la emotividad, piensa que solamente funcionan los suyos propios, pero no se da cuenta de que otros pueden también recurrir a la emotividad para enfrentarse al pasado. Y esto se está empezando a ver: si hay unos señores que dicen que la Reconquista es lo más importante del mundo, hay otros musulmanes que pueden sentir al-Ándalus como una cosa emotivamente propia.

»Los historiadores nos perdemos un poco en este laberinto emocional. La única manera que se me ocurre de salir es tratando de proponer una historia que sea inclusiva, desprovista de elementos emocionales y rigurosa, que permita entender en qué consiste la diversidad de la historia de este país, cómo se puede interpretar por qué ha existido y que intente ponerla en valor para unos sectores sociales suficientemente amplios.

P. Muchas historias de España hacen hincapié en la violencia, en los pronunciamientos, guerras civiles y dictaduras que jalonan los últimos siglos. ¿La historia de España es cainita?

R. También se puede hacer una historia de Europa cainita. Las guerras entre Francia y Prusia y Alemania durante los siglos XIX y XX fueron terroríficas. Estoy en contra de la adjetivación de la historia, de los juicios de valor. El tratar de definir esta historia de España desde un punto de vista trágico, llena de agravios, que hay que despreciar porque no se corresponde a las ideas que tenemos, me parece que es una pérdida de tiempo. Me parece mucho más interesante hacer de la historia de España un caudal de conocimiento para entender aquello que te queda lejano, que no son tus valores, tu lengua, tus elementos culturales propios.

»Yo abogo por mantener esos elementos de diversidad. En ese sentido España es un país que tiene mucho ganado para afrontar un siglo tan diverso como el XXI. Tenemos mucho más capital simbólico del que pensamos y muchos están tratando de decirnos que nuestras arcas están vacías. Ya querrían otros países tener el legado de diversidad que tiene este país porque si lo sabemos conocer mejor, sabremos lidiar mejor con esa diversidad que hoy existe en nuestra sociedad.

Lienzo sobre la batalla de las Navas de Tolosa, vista por el pincel de Francisco de Paula Van Halen.

Lienzo sobre la batalla de las Navas de Tolosa, vista por el pincel de Francisco de Paula Van Halen. Museo del Prado

P. En el epílogo subraya que la historia de España ha sido secuestrada por visiones parciales y sectarias amoldadas a sus intereses. ¿Somos en ese sentido una anomalía respecto a otros países?

R. A veces pensamos que nuestra historia está aislada, pero no es así. La expansión contra al-Ándalus es contemporánea a las cruzadas en Oriente. Hay muchos elementos que son comunes en la historia de España a otras zonas. No es verdad que España sea una especie de islote excepcional y diferente. Ahora bien, lo que España sí ha conseguido de una manera bastante sorprendente ha sido preservar una diversidad lingüística, cultural e institucional que está ahí y ha existido durante siglos. Lo curioso es que los intentos homogeneizadores, de una forma u otra, al final siempre han acabado fracasando. Somos un país menos homogéneo que Francia o Alemania, y esto no se debe a ninguna esencia ni nada por el estilo, sino simplemente es que está muy arraigada y no se puede acabar con ella.

»También es interesante que los legados de la diversidad medieval se han conservado en España mucho mejor que en otros países de Europa por muchas y distintas razones: porque las mezquitas se convirtieron en iglesias, porque no se produjo la destrucción patrimonial que hubo en Francia con la Revolución o en Inglaterra con la Reforma... Cualquiera que viaje un poco por España se puede dar cuenta de ello, somos una potencia a nivel mundial en términos de patrimonio histórico.

P. Uno de los cinco países que tiene medio centenar de bienes en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO...

R. Eso quiere decir que los procesos de homogeneización tampoco han acabado con ello... Entonces, ¿por qué nos empeñamos en desechar la diversidad lingüística? Cuando hubo la controversia de que los nacionalistas catalanes querían forzar al Gobierno a imponer una ley para que las plataformas doblaran al catalán las películas y las series lo que me sorprendió es que hubo muchísima gente que se pusiera del lado de una multinacional que no paga sus impuestos en España y que se estaba negando a cumplir el reconocimiento de las lenguas reconocidas como oficiales en la Constitución.

P. Como la eterna polémica de la inmersión lingüística en los colegios...

R. El problema de la lengua ya se estaba planteando en el siglo XIX. Cuando se trató de poner en marcha la ley Moyano de educación, una de las discrepancias fue con las diputaciones vascas que dijeron que si se enseñaba en castellano, muchos niños no iban a poder ser escolarizados porque su lengua era el euskera, y lo mismo ocurría en Cataluña. Es un tema que no es nuevo en la historia de España, y hoy en día tenemos una experiencia que nos permitiría afrontarlo de una manera más avanzada.

"La historia es un arma que puede ser muy nociva"

P. La "Reconquista", el Imperio español, los Tercios o figuras como Agustina de Aragón fueron uno de los pilares histórico-ideológicos del franquismo. Pero en los últimos años mucha gente está volviendo a reivindicarlos. ¿Por qué?

R. Supongo que ha habido una reacción frente a los elementos del procés. Otra explicación es que estamos viviendo un momento de una gran marea neoconservadora a escala global y estas políticas de identidad están funcionando muy bien en otros lugares de Occidente; también por lo que se concibe como las amenazas de la globalización. Y luego, en tercer lugar, es que se trata de un relato simple y efectivo que resuelve muchas cosas, es perfecto para las redes sociales. Los historiadores proponemos siempre un camino más arduo, más complejo: no tienes que leer tuits, sino un libro. Es decir, algunas razones de carácter propio, otras de carácter global y otras de la época en la que estamos viviendo, del gran dominio de las redes sociales y de la autoafirmación. Y esto deja poco espacio para la conciencia crítica.

P. La corriente conservadora reivindica todos estos acontecimientos con orgullo. ¿Un español del siglo XXI debería estar orgulloso de su historia?

R. Debería estar orgulloso de pertenecer a un país tan diverso. Eso es lo que me parece verdaderamente interesante. Deberíamos empezar a pensar en la manera en que hacemos de esa diversidad un patrimonio común de respeto y de convivencia. Ese sería un gran empeño colectivo.

'La batalla de Almansa' (1709), óleo sobre lienzo pintado por Buonaventura Ligli.

'La batalla de Almansa' (1709), óleo sobre lienzo pintado por Buonaventura Ligli. Museo del Prado

P. ¿Qué hace falta para que cuaje en el grueso de la sociedad es historia diversa de España?

R. Lo primero es considerar la diversidad no un problema, sino como algo que es importantísimo para la convivencia democrática en nuestro país. Escribiendo el capítulo sobre las lenguas pensé qué ocurriría si a los niños de Cádiz se les enseñase algunos pequeños rudimentos de euskera, gallego y catalán. No digo una inmersión lingüística, pero darles un conocimiento de que son unas lenguas que tienen unas características muy claras. También pediría que la gente sea más exigente con el tipo de historia que le cuentan, que plantee problemas y miradas críticas, pero no una mirada descalificadora. A lo mejor cuando estos problemas se planteen adquieres una mayor visión crítica del pasado.

P. ¿Los políticos deberían ser los primeros en hacer este ejercicio de responsabilidad respecto a la historia?

R. Los políticos deberían ser muy cuidadosos cuando utilizan argumentos basados en la historia. La historia siempre se te escapa por muchos lugares y lo que te puede parecer una verdad evidente, no siempre lo es. La historia es un arma que puede ser muy nociva. La gente acaba teniendo ideas muy peligrosas basadas en concepciones históricas que piensan que están perfectamente fundamentadas. Y en este país tenemos bastante experiencia. El uso político de la historia tiene que existir porque lo fantástico es que cualquiera puede hablar de historia, pero sí cabría pedirles responsabilidad, una mirada equilibrada sobre el pasado que tenga en cuenta distintos elementos. Y eso sería bueno porque querría decir también que hacen políticas más integradoras.

"Vivimos en la época de la autoafirmación y eso deja poco espacio a la conciencia crítica"

P. Quizá el gran interrogante sobre la historia de España es precisamente definir cuándo empezó España. ¿Dónde se sitúa Eduardo Manzano en este debate?

R. En ningún lado (risas). España es un proceso histórico, y la España que hoy conocemos no es la misma que las del pasado. Me parece muy irresponsable tratar de decir que la España en la que hoy vivimos es la misma que la de época imperial, de la "Reconquista" o de Franco. Son radicalmente distintas. Ni política, ni territorial, ni institucionalmente tienen nada que ver con la que se crea a partir de 1978. Me parece sorprendente que haya gente que todavía lo niegue.

»Lo que digo en el libro es que el concepto de España, para los que intentamos verlo de una manera rigurosa, es como un balón que cambia mucho de forma. En cambio, los que consideran que existe una España eterna, bien sea desde la prehistoria o desde época romana, desde los visigodos o desde los Reyes Católicos, para ellos el balón es redondo y lo conducen a donde quieren, les resulta más fácil controlarlo. Y planteo que España son dos cosas: por un lado, un relato histórico —por eso en el primer capítulo analizo las maneras en que se ha visto la historia de España—, y por otro, lo que queramos hacer nosotros hoy, el proyecto que una sociedad democrática como la que vivimos tenga de aquí en adelante. ¿Qué va a ser España en el futuro? Pues la respuesta a esta pregunta no la tienen el Cid Campeador ni Pelayo: será lo que decidamos nosotros. Si queremos tener mejores proyectos de España, estaría bien conocer qué es lo que nos ha llevado hasta aquí.

P. De la misma forma que caen los imperios, ¿pueden caer ahora las democracias?

R. Cuando eres historiador una de las cosas que más te llama la atención es la gran cantidad de cambios: cosas que parecían inmutables y de repente cambian radicalmente. Es muy llamativo cómo la gente pensaba que vivía en un mundo que iba a durar para siempre y entonces se desmorona o toma otra forma. Esto debería ser también una buena enseñanza para pensar en lo frágil que pueden llegar a ser situaciones que damos por descontadas y que pensamos que van a ser eternas.