El ayuntamiento de Río ningunea las protestas en la cuenta atrás de los Juegos

El ayuntamiento de Río ningunea las protestas en la cuenta atrás de los Juegos Víctor David López

Juegos Olímpicos

Las protestas que el Río olímpico prefiere ignorar

A escasos días del comienzo de los Juegos, el gobierno municipal sigue sin escuchar la voz de los colectivos vecinales más críticos con las carencias que ha generado la cita deportiva en su ciudad.

2 agosto, 2016 01:44

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"La población está entusiasmada. No se han generado acciones contrarias a las Olimpiadas. Es muy diferente a la previa del Mundial de Fútbol, donde sí las hubo". El autor de la sorprendente frase es Rafael Picciani. Hasta hace unos meses era secretario municipal de transportes de Río de Janeiro. Fue ascendido por el alcalde, Eduardo Paes, a secretario ejecutivo del gobierno municipal. Gestiona todas las concejalías municipales en esta época de Juegos Olímpicos. Responde directamente ante el Ministerio de Deporte, dirigido casualmente y de forma interina por su hermano Leonardo. La historia familiar es impactante.

"Pueden existir situaciones imprevistas que no se pueden controlar, manifestaciones, etc. Pero no creo que nada pueda interferir en la organización de los Juegos", continuaba explicando Picciani, al ser preguntado acerca de las dificultades organizativas que pueden aparecer ante tantas protestas sociales al mismo tiempo. A Río se le acumulan las demandas. Se enmarcaba la charla en la rueda de prensa en la que el Comité Organizador anunciaba los preparativos de la ciudad para esta semana en la que arrancan los Juegos Olímpicos y en la que hay tantos detalles aún por rematar.

La comparecencia incluyó informaciones, por ejemplo, sobre los planes que rodean al polémico aterrizaje de la antorcha olímpica a la ciudad. "Llega el miércoles y, con ella, el verdadero espíritu olímpico. Ese mismo día ya arrancan los Juegos con el fútbol femenino en Engenhão". Intenta ignorar el secretario el hecho de que se hayan sucedido por las calles de todo Brasil, y van en aumento, los intentos de apagar la antorcha a modo de protesta contra unas Olimpiadas que, según sus detractores, no deberían haber sido una prioridad para el país. Por cierto, la antorcha no pasará por Engenhão. Una nueva humillación al Estadio Olímpico, rebajado por la propia organización a un recinto de segunda división.

Ignora también el Ayuntamiento la enorme difusión que está consiguiendo en Río la semana de actividades (del 1 al 5 de agosto) de los llamados Juegos de la Exclusión, que multiplicarán la polémica articulando coloquios, eventos culturales y manifestaciones. El consistorio prefiere huir también de las encuestas publicadas recientemente en las que la mitad de los ciudadanos se declaraban en contra del megaevento.

Uno de los más recientes problemas es la amenaza de huelga lanzada por los principales sindicatos de trabajadores del metro de Río, que quieren aprovechar este altavoz para mejorar sus condiciones. Una huelga de estas características partiría el alma a la ciudad en estos momentos. "Podemos garantizar que todo está planeado, incluyendo la sustitución de medios de transporte y los planes de contingencia", aseguraba Rafael Picciani.

Los vecinos de los barrios de la Baixada Fluminense (la zona norte de la región metropolitana) protestan, cómo no, por el maquillaje que están suponiendo los planes olímpicos. Para reducir el tráfico en la ciudad, a ellos les están cortando el acceso a las vías principales que cruzan sus localidades (la Línea Amarilla, la Avenida Brasil), provocándoles trastornos para aliviarles los días a todos los visitantes.

Se olvida también el Ayuntamiento del sufrimiento de todas las comunidades de favelas desalojadas durante el periodo preolímpico. Una de las líderes de estos movimientos vecinales es María da Penha, de Vila Autódromo. Parece frágil como una libélula, como una avispa de las que rondan la laguna junto al Parque Olímpico, pero no lo es. A esta libélula, la policía le ha llegado a partir la nariz. Era la única forma de detenerla. Fue cuando intentaba parar el desalojo de una familia de vecinos. Un matrimonio con dos niños y el abuelo.

Los manifestantes reclaman la destitución de la presidenta suspendida Dilma Rousseff.

Los manifestantes reclaman la destitución de la presidenta suspendida Dilma Rousseff. Rodrigo Paiva Reuters

María, el día que la casa que tocaba derribar fue la suya, se sintió marginada. "Nuestro propio ayuntamiento nos margina, ellos mismos crean a los marginales. Estuve en la sede central del COI con Amnistía Internacional denunciando nuestro problema, a pesar de que amo mi país y nunca jamás saldría de él. Pero alguien tiene que despertar al gigante".

Esta carismática líder vecinal nunca ha practicado ningún deporte, su vida fue demasiado difícil como para darse el lujo de invertir tiempo en ello. Su marido, en cambio, es profesor de Educación Física. A María le divierte ver por televisión la gimnasia y la natación, pero no puede asegurar que vaya a disfrutar este mes de agosto. "Sé que no ha sido por culpa de los Juegos, pero a mí me han partido la vida".

Incluso en uno de los más importantes eventos literarios de lo que va de año en Río de Janeiro, la presentación de Sátiras e outras subversões (colección de las crónicas inéditas recientemente halladas del gran Lima Barreto), surgió el debate de si estas Olimpiadas son para todos. El evento, aprovechando que Lima Barreto fue un fiel contador de historias de los suburbios, se enmarcaba dentro de la Fiesta Literaria de las Periferias (FLUPP-Pensa), en la CADEG (Mercado Municipal de Río de Janeiro, muy cerca de Maracanã) y el periodista y escritor Fernando Molica, uno de los invitados al acto, tuvo que salir al paso ante las inquietudes de algunos de los asistentes acerca del actual estado de la ciudad y sus otras necesidades: "Lo cierto es que vivimos un exterminio. Tenemos estadísticas de guerra. La mayoría de las víctimas son negros y pobres. No es normal que se mate a tanta gente en Brasil. Y esos muertos tienen nombre, edad y dirección".

Colocando la guinda a este pastel envenenado, llega la política. La inauguración de los Juegos coincide con las semanas decisivas en la resolución del proceso de Impeachment a la presidenta Dilma Rousseff. Actualmente gobierna el país, de manera interina, Michel Temer, su exvicepresidente, acusado por buena parte de la población de haber alcanzado el poder a través de un 'golpe institucional'. Entre medias, acusaciones de corrupción por ambas partes y un juicio político a la presidenta por supuesto maquillaje fiscal en las cuentas públicas. Se suceden, aprovechando que los ojos de todo el planeta están puestos en Río, manifestaciones a favor y en contra de los protagonistas, que salpicarán al deporte.

Contra esta población tan 'entusiasmada' tendrá que lidiar la familia Picciani. Leonardo, desde su cargo de ministro interino de deportes; Rafael, desde la secretaría especial. La nula comunicación con los movimientos sociales de la ciudad que quieren transformar no parece la mejor estrategia.