Londres

Las joyas de la Corona británica fueron escondidas bajo una trampilla en los aposentos del servicio en el castillo de Windsor durante la Segunda Guerra Mundial para evitar que cayeran en manos de Hitler. Durante más de 75 años, el paradero de las joyas durante la guerra ha sido uno de los secretos mejor guardados en el Reino Unido y uno de los misterios que se mantenían sin resolver. Circulaban diversas teorías acerca de su escondite, desde una caja fuerte de una aseguradora canadiense hasta el túnel secreto de una prisión en Devon o en una cueva en Gales, pero ninguna atinó con la realidad.

El paradero lo desvela el escritor Colin Brown en el libro Operation Big, The Race to Stop Hitler’s A-Bomb, centrado en la hazaña del intrépido Conde de Suffolk, quien en 1940 robó un cargamento de agua pesada a los nazis destinado a generar energía nuclear y abortar así los planes de Hitler para fabricar la bomba atómica. Con la ayuda de dos científicos franceses consiguió apoderarse de veintiséis bidones trasladados por los alemanes en Burdeaux.

Isabel II Twitter

Una serie de cartas encontradas por Brown durante la investigación le llevaron al escondite de las joyas. Primero halló una carta confidencial que el general Maurice Taylor, asesor militar del ministro de Abastecimiento, le escribió a Lord Wigram, secretario privado del rey Jorge VI. La misiva estaba fechada el 4 de julio de 1940 y en ella el general Taylor contaba que estaba buscando un lugar seguro donde esconder los bidones: “Me he devanado los sesos para hallar el lugar más seguro para esconder el cargamento y la conclusión es que el mejor lugar sería una pequeña cámara en las profundidades del castillo de Windsor”.

En otra carta posterior enviada por Owen Morshead, el bibliotecario del castillo de Windsor, al Ministro de Abastecimiento, el bibliotecario decía que los bidones habían sido escondidos en el mismo lugar donde ocultaban las joyas de la corona. Y añadía que el rey estaba al corriente. Morshead era persona de confianza de Jorge VI y a él le fue confiada la tarea de guardar las joyas. Fue un héroe de la Gran Guerra, condecorado con la Cruz Militar, a quien Colin Brown describe como “el alma de la discreción”. Morshead era también era también el guardián de las cartas secretas que Eduardo VIII intercambió con Hitler antes de abdicar en 1936 a favor de su hermano, que se convertiría en Jorge VI.

Joyas de la Monarquía británica Twitter

El castillo de Windsor está situado a unos 50 kilómetros de Londres. Allí es donde fueron trasladados los miembros de la familia real durante los blitz nazis sobre Londres.  Una de las preocupaciones del gobierno británico era evitar que las joyas, consideradas un tesoro nacional y guardadas en la Torre de Londres, cayeran en poder los alemanes ante una eventual conquista nazi de las Islas Británicas. Entonces decidieron esconderlas en los sótanos del castillo de Windsor.

Tiara Fringe, elegida por la reina Isabel y la princesa Ana Twitter

Las joyas de la corona son la colección de joyas más valiosa del mundo. Está compuesta por más de tres mil piezas entre coronas, orbes, espadas y cetros, que se utilizan en las ceremonias de coronación. Incluyen la corona de San Eduardo, la corona principal del Estado, con el rubí del Príncipe Negro en el centro, y la corona imperial de la India.

Isabel II luce la corona de San Eduardo con el gran rubí del Príncipe Negro

Cuentan que durante su encierro en Windsor, Morshead mostró algunas de las joyas a Isabel (la futura reina) y Margarita, entonces princesas adolescentes, y que estas se quedaron boquiabiertas y fascinadas por su belleza.

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