Tomas-Hidalgo

Tomas-Hidalgo

Opinión

Por solidaridad

3 octubre, 2017 21:07

La solidaridad se define -sobre todo- por hacer tuyo al mismo nivel el problema de un ajeno. La ayuda, por el contrario, es el apoyo, ya sea moral o material, que de forma temporal se da para solventar un problema una controversia.

A este respecto, la Diputación de Salamanca negó una ayuda a los países de Centro América damnificados por los desastres naturales. En una moción presentada por Ciudadanos se solicitaba una cantidad de dinero que se sumara a la ayuda que llega ahora al epicentro de los desastres naturales. El PP de la Diputación dijo que se sentían solidarios pero que no ayudaban que eso de dar dinero ni hablar, igual luego ya no le quedaban para las subvenciones nominativas, esa herramienta con la que comprar voluntades.

Ni son solidarios, ni ayudan, son simplemente unos interesados.

 Y son interesados porque vieron solo un fin político a esa moción y es que  “la moción no era suya” y ya sabemos que están en campaña… sobra decirlo todo.

Por desgracia, los desastres naturales no ven campañas electorales, ven un terreno en el que descargar su furia y hacer víctimas entre el pueblo que lo habita.

Por lo general la solidaridad o ayuda te llega de alguien cercano, afin, no tiene interés, es casi una obligación, la solidaridad o ayuda de un desconocido es mucho más sincera, en principio no te mueve mayor motivo o valor que la buena fe, la 'bona fide': actuar con “honesta intención. Actuar con el sincero convencimiento de hallarse asistido de la razón”

En este mundo en el que se mira permanentemente la pantalla del móvil en esa atracción peligrosa que no te deja elevar la mirada para observar, ver al que tienes o te viene de frente, ver su cara, gesto, ver si te ha saludado, un cruce de miradas furtivas, cómplices, ver sus ojos, si indican pena, alegría, llantos, su dolor, “si tropieza o camina con debilidad y puede ser objeto de ayuda”, verse, en definitiva, uno mismo reflejado en el ajeno en algún momento de tu vida.

Realmente el ser humano ha perdido conciencia de quién es.

El móvil nos ha puesto tan cerca y tan lejos el mundo, tanto que nos ha alejado del que está a nuestro lado, nos ha alejado de nosotros mismos.

Y la política es similar a esa pantalla del móvil, ejerce una atracción destructiva, no ves más allá de su signo político o de sus siglas, se trata en ambos casos de no elevar la mirada del teléfono o la voz por encima de la de tu líder.

 Realmente nos deshumaniza, nos hace insolidarios, tanto que pasamos a ser un bulto más que ocupa espacio, es dejar de ser un animal social, un animal de cercanía, un animal de roce continuo con nuestros semejantes, con el humano de hueso y carne y sobre todo el humano con alma.

Haber cuando hacemos un día sin móvil, cuando hacemos un día sin política, sin mirar la pantalla o el ideario politico, dejar de ser animales telefónicos o políticos, educados y adecuados con nuestro ser intrínseco.

“Y es que el humano debería ser intrínsecamente un humano intrínseco”.