Elisa rodriguez ocho por tres arte urbano publicidad valladolid (1)

Elisa rodriguez ocho por tres arte urbano publicidad valladolid (1)

Cultura

Versos de arte urbano para ganarle terreno a la publicidad invasiva

4 marzo, 2017 14:51

Es difícil imaginarse un mundo sin publicidad en pleno siglo XXI. Funciona como la liebre que perseguimos y nunca conseguimos alcanzar y, mientras, hacemos que la rueda siga girando. El escritor norteamericano Chuck Palahniuk puso en boca de su(s) personaje(s) Tyler Durden una frase tan cruda como certera a este respecto: “Somos consumidores. Somos subproductos obsesionados por un estilo de vida”. Una ceguera producida por los neones, los grandes carteles o los mensajes cada vez más subliminales de una publicidad que ha crecido y nos ha invadido como una hiedra que esconde castillos bajo tonos verdes.

Los anuncios nos dirigen, generan hábitos que no tenemos y que acabamos sintiendo como imprescindibles. Abrir la cartera, buscar un trozo de plástico con tu nombre y doce números que te representan, escuchar el sonido de la banda magnética aceptando la sentencia, coger la bolsa y salir de la tienda con la barrita de impostada felicidad a tope: el camino del consumo nos lo sabemos de memoria sin saber muy bien qué nos ha llevado hasta este descenso en curva.

Quien sí se ha dado cuenta de estos hábitos que ya funcionan como un músculo involuntario más es la artista vallisoletana Elisa Rodríguez, a la que acaban de conceder una beca de la Fundación Villalar-Castilla y León por su proyecto ‘Ocho por tres’. Con él busca reivindicar el espacio público perdido en favor de los intereses privados, acostumbrados a agasajar con billetes a las instituciones y a llenar de sus marcas y productos un espacio que en realidad pertenece a la ciudadanía.

Elisa Rodríguez junto a la primera intervención en la valla de Felipe II.

Ocho por tres metros, esas son las medidas estándar de las vallas publicitarias que se pueden ver a los lados de cualquier carretera, en la esquina del solar más recóndito o en medio de la calle más céntrica, como puede ser la de Felipe II en Valladolid. Precisamente ahí es donde esta licenciada en Bellas Artes por la Universidad Complutense tiene el lienzo central de su acción de arte urbano.

Aunque pueda parecer aleatoria, esta creadora es sabedora del poder que se esconde en las pequeñas cosas y decidió la ubicación a conciencia para hacerla coincidir con uno de los muchos ladrillos o escombros que Ignacio Pérez-Jofré tiene repartidos por varias fachadas de la ciudad. Una simbiosis que quizá dé lugar a algo más grande.

En este gran lienzo plasmará doce diseños, tantos como meses durará la intervención y como artistas participarán en la misma, los cuales pretenden intentar calar en la ciudadanía, camino de sus casas o sus trabajos, y a la vez buscar nuevos públicos para un arte que necesita salir de su círculo de acción. Y qué mejor manera que las calles.

Desde el pasado miércoles cualquier vecino de Valladolid que haya pasado por el tramo que comprende entre Leopoldo Cano y San Blas -y que no vaya invadido por las prisas- habrá podido observar que frente a la fachada del Colegio Santa Teresa de Jesús hay una valla publicitaria con un estampado animal de colores azulados y rosáceos, los cuales interactúan y se mezclan hasta no saber dónde empieza uno y acaba el otro.

Se trata del póster realizado por el artista lituano conocido como Vulovak y con el que pretende que el lienzo adquiera una apariencia de “organismo vivo” a través de dos colores que dan una sensación “fluida, blanda o afable”, pero que a su vez genera una “inevitable sensación de aspereza”.

Es la primera acción en la que Elisa Rodríguez cede esta valla a un artista de corte local, nacional o internacional para llevar a cabo su idea. Pero no solo ahí desarrollará su proyecto, sino que diferentes marquesinas y mupis con ubicación aleatoria y desconocida serán los que utilice para aportar su propia visión.

Pero su idea gira en torno a la premisa de dar visibilidad a artistas que tienen difícil acceso a espacios, por los motivos que sean. “Hay más potencial del que se aprovecha y muchas veces no nos damos cuenta hasta que se junta”, reconoce. Pero, ¿dónde están? En cualquier sitio alejado de una meseta poco proclive a las vanguardias artísticas.

Una idea que enraíza en otra de las patas que le han llevado a presentar este proyecto, becado con 12.000 euros, como es la de aportar nuevos ingredientes de arte urbano a una ciudad como Valladolid. Una urbe que “a veces se centra mucho en el patrimonio” y a la que Elisa Rodríguez pretende “dar vida” gracias a esas doce colaboraciones con artistas.

Ideales calmados

‘Ocho por tres’, cuya evolución podrá seguirse en (www.ochoportres.com),  podría decirse que es la segunda parte de un proyecto inicial que Rodríguez llamó ‘La publicidad como espacio de librepensamiento’ y que, como toda idea joven y fogosa, era mucho más visceral. Una muestra que estuvo expuesta en febrero del año pasado en la Sala del Teatro Calderón.

Este primer paso lo realizó en Vilna, capital de Lituania y donde estuvo realizando un máster después de pasar por París en su etapa Erasmus. “Eran acciones más directas porque yo tenía una idea más impetuosa”, reconoce mientras en sus ojos se dibuja la sonrisa de quien echa la vista hacia atrás y se da cuenta de que lleva las etapas bien marcadas por dentro.

Se trató de un proyecto en el que todas las intervenciones urbanas que hizo las desarrolló de manera “ilegal”. A pesar de su aire tranquilo y sus ideas comedidas, dentro de esta artista vallisoletana hay un hueco donde reside el espíritu contestatario que nunca debería disiparse. “No deberíamos perder nuestro lado punk” porque sin él no tenemos nada que ganar al vagar por los cauces establecidos.

No obstante, todo cambia, las ideas se relajan y adecuan a un contexto para intentar sublimar en su forma, aunque en el camino se pierda algo de la esencia. En las dos últimas intervenciones en Vilna decidió seguir un cauce más legal y llegar a acuerdos de colaboración. “Fue mucho más eficaz”, reconoce, ya que su trabajo duró más tiempo, tuvo más repercusión y “no se podía tachar de vandalismo”.

El arte urbano goza de un reconocimiento que ha crecido en los últimos años, pero a menudo es visto como una invasión de artistas sin futuro, y no como una forma de expresión tan válida como una exposición. Por eso, la colaboración con instituciones ayuda a “descriminalizar” un arte urbano que “puede ser tan válido, lógico e inteligente” como cualquier otro arte.

Métodos sutiles

Es fácil ver que la idea de la invasión de la publicidad ha estado, y está, constantemente recorriendo las hendiduras que existen en el pensar de Elisa Rodríguez. “Hemos dejado que la publicidad nos gobierne poco a poco y ya lo aceptamos como algo normal”, asevera esta artista que compagina su pasión y formación con otro empleo que complementa los pocos ingresos de los que gozan los artistas en la sombra.

Pero el verdadero problema no está en esa publicidad que centellea ante nuestros ojos y nos habla directamente, sino que el daño más profundo se genera con métodos que “se nos escapan” y penetran y manosean nuestro cerebro sin antes preguntar. “Son técnicas perversas” que ayudan a crearnos complejos que no tenemos para intentar ser alguien que nosotros elegimos. Porque, como recuerda Elisa Rodríguez en boca de ese gran propagandista que fue Göebbels: “Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”.

Por ello, con ‘Ocho por tres’, que se presenta oficialmente el próximo viernes en la galería La Gran -Claudio Moyano 16, 2º-, tiene una intención de concienciar a la sociedad de que la publicidad debería ser mucho más ética, a pesar de que el capitalismo neoliberal lo ponga muy difícil. “Hay que intentar sino cambiar, al menos mejorar”, sentencia. Pero no es partidaria de un golpe de efecto que haga derribar los cimientos. Hace gala de su espíritu calmado y da la apariencia de tener la clave de poder que se guarda en los “cambios graduales”. Pequeños gestos que penetren en nuestros poros sin camino de vuelta.

Doce meses en los que Elisa Rodríguez se apoyará en una docena de artistas para intentar abrir los ojos y las mentes a una sociedad empujada cada vez menos a pensar y más a actuar. ‘Ocho por tres’ propone una manera de sensibilizar a través de la estética y de una manera mucho más amable de lo que se proponía en ‘El club de la lucha’. Pequeños sonetos de arte urbano que buscan conversaciones a pie de calle entre nuestros pensamientos y nuestros pasos.