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Detrás de la sonrisa que ha conquistado la televisión durante dos décadas, Lara Álvarez esconde una historia de luces y sombras que apenas ahora, a sus 39 años, se atreve a desgranar con total honestidad.

Lo que parecía una infancia idílica en Gijón tuvo un punto de quiebre que la "rompió por dentro" y que guardó en silencio durante varios años.

Para Lara, su hogar siempre fue un búnker de amor. "Vengo de una familia muy unida, somos una piña", confiesa la presentadora en el pódcast A solas...con Vicky Martín Berrocal.

En ese entorno, sus padres no daban lecciones con palabras, sino con el ejemplo, basándose en el respeto y la libertad. Sin embargo, ese mundo perfecto se resquebrajó cuando cruzaba la puerta del colegio.

A los 9 años, la vida de Lara cambió drásticamente tras participar en el concurso televisivo Menudas Estrellas.

Quedó segunda y, llena de ilusión, llevó su trofeo a clase para compartirlo. La respuesta no fue la que esperaba: el vacío absoluto.

"Tú con esa edad no vas al cole para aprender, vas para pertenecer a algo", explica Lara con madurez.

De repente, esa pertenencia le fue arrebatada. Lo que empezó como indiferencia escaló rápidamente hacia una violencia física y psicológica que la obligó a buscar refugio en la soledad más absoluta.

Las declaraciones de la asturiana son desgarradoras al recordar sus recreos. "Me tenía que encerrar en el baño para evitar que me dieran balonazos o piedras o que me insultaran", relata.

Mientras otros niños jugaban, ella pasaba 30 minutos eternos sentada en un inodoro, esperando que el timbre la rescatara del miedo.

El acoso no terminaba en el aula; llegaba hasta a su casa con llamadas anónimas y amenazas de "mañana te vas a enterar".

Lara, por proteger a sus padres y por ese sentimiento de culpa tan común en las víctimas, tardó semanas en hablar.

Cuando finalmente la verdad salió a la luz, la respuesta del centro educativo fue, en sus palabras, "nefasta". La solución del colegio fue aislarla a ella en una clase aparte para hacer los exámenes, tratándola como si ella fuera el problema.

Esta etapa marcó su personalidad, convirtiéndola en una "guerrera del antifaz" ante las injusticias.

A pesar del dolor, la presentadora no guarda rencor, pero reconoce que ha necesitado 33 años para verbalizarlo.

La infancia de Lara Álvarez

Hoy, ha aprendido a convivir con su historia: "He aprendido a tomarme el café con mis demonios".

Su gran referente de sanación ha sido su abuela, quien vivió siempre "como una niña", disfrutando de la esencia de la vida.

De ella, conserva un espejo, un cepillo y una pequeña almohada con la que aún duerme, recordatorios físicos de un amor que fue su sostén en los peores momentos.

Actualmente, tras cerrar su etapa en Mediaset, Lara Álvarez asegura estar en su momento más auténtico.

Ha transformado aquel sufrimiento en una filosofía de vida donde la intuición manda sobre la razón y donde ha entendido una gran verdad: "En la herida está el propósito".

Su historia no es solo un relato de superación, sino un recordatorio de que incluso las sonrisas más brillantes han tenido que aprender a brillar en la oscuridad.