El ártico funciona como un espejo que refleja la luz del sol y devuelve el exceso de energía que sobrecalentaría el planeta. Los renos mantienen la hierba corta y la nieve cuando cae lo hace plana y homogénea para que ésta refleje al máximo. Las aguas heladas son una enorme bomba que desde cada polo renuevan las corrientes y nutrientes de todos los océanos y estabilizan las temperaturas. Vivimos en un lugar pequeño, frágil, superpoblado que necesita refrigeración continua. La atmósfera, los mares, los polos y los grandes bosques tropicales son clave. Todo esto lo sabemos. Tristemente recuerda a la película de Adam McKay protagonizada por Leonardo di Caprio y Jenniffer Lawrence, No mires arriba (Don´t look up).
En julio de 2019, sin saber que habría una pandemia, una guerra en Ucrania, una en Palestina y un Chips war con China, Úrsula von der Leyden dijo que “nuestro reto más acuciante era mantener el planeta sano”. En 2023 la temperatura media global fue 1.48ºC mayor que en la era pre-industrial.
Esta semana hemos sabido que “el rico norte”, representado por los ministros Energía del G7 cerraron un acuerdo en su reunión en Italia para parar todas sus centrales térmicas de carbón antes del final de 2035. La producción de carbón y las centrales térmicas debe bajar, al menos un 70% en esta década para cumplir con los objetivos de las cumbres del clima de París y siguientes. La acción del G7 (26% del PIB mundial y 776 millones de habitantes), si la cumplen, no será suficiente. Se requiere también al denominado Sur Global (40% del PIB y 85% de la población mundial)
La Vicepresidenta Teresa Ribera, una mujer valiente que alzó claramente su voz en la última cumbre del clima (COP28) y que eliminó medidas tan nefastas como el impuesto al sol y ha facilitado una adopción masiva de renovables en España, ya tiene su puente de plata hacia Europa. La diplomacia del petrodólar y los lobbies de la energía ya tienen otro logro.
La UE bajó sus emisiones un 15.5% en 2023, fundamentalmente gracias a reducir la producción eléctrica con carbón. Además, instaló 17GW de eólica y 56GW de fotovoltaica. A este ritmo, en 2040 habremos bajado el 88% de las emisiones que teníamos en 1990. Emitir una tonelada de CO2 vale ahora 70 euros en la UE, frente a 20 antes de la pandemia. Aunque sale aún muy barato, el mercado empieza a presionar y los futuros para 2030 se cotizan a 80 euros. No habrá más permisos a partir de 2040 y el objetivo es 0 emisiones para 2050.
La semana pasada el Parlamento Europeo aprobó la nueva normativa en materia de debida diligencia en sostenibilidad corporativa (La CSDDD o Corporate Sustainability Due Dilligence Directive).
El pasado diciembre, se anunciaba que aplicaría a todas las empresas de más 150 millones euros de facturación, así como a otras de tamaño menor si operaban en determinados sectores como el textil, la agricultura, la minería o la construcción, que se consideraban especialmente impactantes al medioambiente incluyendo el consumo excesivo de agua entre otros aspectos.
No se trata solo de aspectos medioambientales, como deforestación, contaminación o cualquier tipo de daños a los ecosistemas en los que actúan todos los miembros de su cadena de suministro, sino que las empresas deberán practicar la diligencia debida en mitigar cualquier impacto de su cadena de valor, esté donde esté, en derechos humanos, trabajo infantil, o cualquier tipo de explotación laboral.
La norma incluía al sector financiero, y en los sistemas de gestión de riesgos de las empresas debían incluir cómo se gestionarán, así como sus códigos de conducta. Tendrán que adoptar medidas para que sus modelos de negocio sean compatibles con el objetivo de no superar los 1.5ºC globalmente. ¿Se acuerdan de la Net Zero Banking Alliance? En 2022 los grandes fondos y bancos que gestionaban el 40% de los activos del mundo se unieron a esta alianza para alinear sus carteras de activos con los objetivos de 0 emisiones en 2050.
Las empresas con más de 1000 trabajadores debían contar con un plan de incentivos económicos y un paquete de fondos europeos para la financiación de los costes de transición.
Mantener el rumbo estratégico a largo plazo es complejo, hasta a nivel europeo, por eso los mandarinatos y las autocracias nos ganan. Lo que era una prioridad de la Comisión en 2020 ahora sale por los pelos, casi a final del mandato y en versión light.
De diciembre a abril, la cosa ha cambiado, los lobbies han hecho su trabajo, la nueva fecha de obligado cumplimiento se ha atrasado hasta 2029. El tamaño de las obligadas sube hasta los 450 millones de facturación.
Ahora ya no incluye a las instituciones financieras, que influyen a través de sus exigencias de rentabilidad a corto o largo plazo enormemente en el comportamiento de los directivos de las empresas en las que invierten o a las que financian. ¿Quién se va a acordar del “green washing” que hicieron muchos? Le llamaban inversión verde e inversión marrón. Ya me imagino que por una parte te haces la foto en la Net Zero Banking Alliance con cargo al presupuesto de marketing y por otra, y con discreción, encargas a tus lobistas que te saquen de la ley europea con cargo al presupuesto de relaciones institucionales. No vaya a ser que nuestros clientes vean que esto del medioambiente nos da igual.
El 1 de enero de 2023 entró en vigor la versión alemana, menos exigente que la europea, pero más que las adoptadas en Holanda o en Francia. Empezaba obligando ese año a las empresas con más de 3000 empleados alemanes, pasando en 2024 a obligar a las de más de 1000. Los incumplimientos suponían cuantiosas multas de hasta 8 millones de euros o el 2% de la facturación de la empresa infractora. La alternativa a un due dilligence complejo es que muchas multinacionales pueden estar tentadas de abandonar el aprovisionamiento en países en desarrollo o subdesarrollados con bajos estándares de cumplimiento de la protección de los trabajadores o del medio ambiente. Aquí tenemos lo del huevo y la gallina, porque precisamente la riqueza y las exigencias de los clientes multinacionales son las que impulsan las economías menos desarrolladas que, conforme lo hacen, tienen plusvalías suficientes para mejorar sus estándares medioambientales y sociales, como recuerda el Instituto Kiel para la economía mundial.
Estamos de nuevo en diferencias importantes entre países de la UE, en diferencias importantes entre sectores y tamaños de empresas, y diferencias importantes entre bloques geoeconómicos que compiten entre sí. ¿Plomo en las alas? Si no jugamos todos con las mismas normas, sin duda una buena carga de plomo para las empresas europeas. Recuerden que la semana pasada les compartí en God Bless América que allí las furgonetas tipo Ford 150 parece que las regalen, el trasporte público o colectivo es escaso en ese modelo de desarrollo extenso, en el que, a menudo, para recorrer un kilómetro tienes que emplear el coche porque no hay ni aceras para caminar o cruzar las enormes vías.
Los acuerdos marco eran los de las cumbres del clima, de París y sucesivas en las que las grandes economías se debían comprometer con la toma de medidas para no elevar la temperatura del planeta por encima de los 1.5ºC. No se fijen en los discursos, miren los datos. Los EE. UU. instalaron 156.6GW, en periodo 2017-22, la UE 190 GWh, India 91Gw, Iberoamérica 81.7GW y China 681GW, según la Organización Internacional de la Energía.
Me imagino la risa que les dará a los países del Sur Global leer la declaración del G7 de esta semana. El año pasado, el G7 se reunió en Hiroshima y también hizo declaraciones y adoptó compromisos. El IRENA, Instituto internacional de energías renovables, les obsequió con un espejo en que mirarse. El resumen ejecutivo de su informe de 2023 es para echarse a llorar. Había que eliminar 37GTm de emisiones CO2 desde los niveles de 2022 pero los compromisos actuales dejan una carencia de 16GTm de CO2. Había que desplegar 1000GW de renovables, pero en 2023 se desplegaron 300GW, fundamentalmente liderados por China y el Sur Global. En 2022 se invirtió el doble en energías contaminantes que en renovables. Y suma y sigue…
Si queremos que las empresas españolas y europeas sean más grandes, para que tengan mayores economías de escala para competir globalmente, una segregación por tamaño no ayuda. Estas medidas, como muchas otras, incentiva a no crecer por encima de un determinado tamaño. Además, muchas empresas que comprendimos que este reto era tan grande que había que acometerlo pronto, por el enorme esfuerzo que supone la inversión necesaria y el cambio cultural, descubrimos ahora que el escenario planteado cambia. Esto acaba incentivando a los que arrastran los pies, y demostrando que tomarse en serio las iniciativas legislativas y las estrategias a largo plazo de la UE puede ser perjudicial ya que acabas incurriendo en costes e invirtiendo más y antes que incluso los competidores europeos que no lo hacen. No me arrepiento porque aquí, de nuevo lidera China, invirtiendo en renovables y electrificación de la movilidad más que el resto del mundo y allí tendremos que estar los que aspiramos aún a fabricar cosas.
Ya se empezó a hablar el año pasado del backslash climático y el presidente del Consejo Charles Michel ha ido anunciando este giro.
Sin embargo, obligar a las empresas europeas, sin exigir al resto de los países que cumplan sus compromisos, empezando por el G7, y que sus empresas compitan en los mismos términos, no evitará que los polos se sigan fundiendo. Esta semana el investigador Jean Michel Claverie avisaba de que la próxima pandemia vendrá de algún virus descongelado de los polos.
Hay que entender que la casa es común y compartida. Los nacionalismos, los regionalismos, los populismos y el egoísmo no paran de crecer, haciéndonos perder la perspectiva de que somos una especie que se la está jugando.
En una entrevista a Fernando Alonso, preguntado sobre qué medidas habría que tomar en la Fórmula 1 para modernizarla y hacerla más atractiva, contestó “equal engines”. Verdad como un templo, o competimos todos con las mismas normas a nivel global, o nos cerramos en nuestros bloques (lo cual ya se está viendo que es malo). La reciprocidad es una exigencia básica y justa para el comercio y la diplomacia. Un término medio sería pésimo para la competitividad de las empresas europeas, y no corregirá los impactos climáticos. Al fin y al cabo la Unión Europea es una economía fundamentalmente de Pymes, suponiendo el 99.8% de la economía de la UE y empleando a más de 100millones de conciudadanos.
Me explicaba un químico experto en depuración de aguas que, en Barcelona, el agua que bebemos del grifo ya ha pasado en promedio por al menos 4 riñones humanos. Preparen las cantimploras y agárrense la cartera. Además de empresarios y directivos, somos padres, ciudadanos y habitantes de un planeta que asiste impertérrito a una extinción masiva en la que puede que nuestra especie esté en la lista. No miréis arriba.