Durante muchos años, se repitió como un mantra que la convergencia económica daría forma a la Unión Europea. De la unión monetaria se pasó a la unión bancaria, como paso previo a una futura unión fiscal.

Converger para que todos los países europeos disfruten del poder adquisitivo de los ciudadanos de Alemania o Luxemburgo era una idea atractiva. El problema es que alcanzar la meta exige 'sacrificios'.

El auge del populismo tras la crisis financiera confirmó que la demonizada "austeridad" no tenía recorrido electoral. Y después de lo que sucedió con el 'brexit', la Unión Europea no se la quiere jugar.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en el Soteu.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en el Soteu. El Español

Menos aún ahora que se está librando una guerra en suelo europeo y que viene un invierno en el que el frío pondrá a prueba las recetas europeas para la crisis energética. Sumen a esto el auge de la ultraderecha que siempre defendió el carbón y la nuclear.

Así que la convergencia económica ha pasado a mejor vida y en las instituciones europeas, el término que está de moda es el de la "convergencia en valores".

La convergencia económica ha pasado a mejor vida y en las instituciones europeas, lo que está de moda es la 'convergencia en valores'

Hay muchos valores que unen a los europeos que, además, desde el pasado 24 de febrero tienen a Rusia como enemigo común.

Lo recordó este miércoles Ursula Von der Leyen en su discurso para el Debate sobre el Estado de la Unión -el Soteu-. Desde Estrasburgo afirmó: "Esta no es solo una guerra desatada por Rusia contra Ucrania. Esta es una guerra contra nuestra energía, una guerra contra nuestra economía, una guerra contra nuestros valores y una guerra contra nuestro futuro".

Si se trata de converger en valores, Europa puede abrir sus puertas a nuevas adhesiones, como la de Ucrania, un país cuyo PIB per cápita antes de la guerra era tres veces menor al de los más pobres de la UE.

Si hablamos de convergencia económica, está claro que no.

[Ucrania no entrará en la Unión Europea. Por José García Domínguez]

Pero el problema no es Ucrania, sino Italia y España, tercera y cuarta economía del euro.

A la espera de ver lo que pasa con la ejecución de los fondos de Next Generation EU, algunos hablan ya de las diferencias económicas entre los distintos estados en Estados Unidos para defender la "convergencia en valores".

Olvidan que el euro no es el dólar. Algo que sabe muy bien el Banco Central Europeo. Y nadie puede asegurar en este momento que no se producirá una tormenta financiera en las primas de riesgo en el corto o medio plazo.

'Unidos por los valores' pero con una parte del Sur celebrando que Alemania es la nueva Grecia por los graves errores de su política energética del pasado, este otoño tocará hablar de rigor fiscal. 

Von der Leyen anunció en Estrasburgo que el Pacto de Estabilidad y Crecimiento que pondrá sobre la mesa será distinto al anterior a la pandemia. Dará más flexibilidad a los Estados para invertir, pero reforzará los controles sobre los Presupuestos nacionales. Y también las sanciones.

Con los políticos desbordados por la situación energética y advirtiendo a los ciudadanos que 'viene el lobo' y toca apagar la luz en hora punta, veremos en qué queda la determinación política europea para pedir un control de la deuda y el déficit de los Estados ya en 2023.

De momento, España aprovechará el momento de impasse para aprobar la subida de las pensiones con el IPC confiando en que las dudas de Bruselas sobre la decisión del Gobierno se queden solo en 'un nuevo tirón de orejas' y no afecten a la transferencia de fondos europeos que tiene que pasar el examen en diciembre.

Esta vez Sánchez cuenta con Macron como aliado porque financiar las medidas energéticas para este invierno en Francia exigen volver a tirar del gasto público.

Pero que Macron necesite liquidez y Alemania necesite energía no significa que Bruselas vaya a renunciar a la "sostenibilidad de las finanzas públicas" a la que aludió la presidenta de la Comisión en su discurso. Hacerlo sería convertir la Unión en una Europa a dos velocidades. Con los mismos valores, pero con países ricos y países pobres.