Economía

Temporeros españoles denuncian en Parlamento Europeo "abusos" en Holanda

11 abril, 2019 14:25

Bruselas, 11 abr (EFECOM).- Eurodiputados, autoridades y temporeros españoles denunciaron este jueves en una conferencia en la sede del Parlamento Europeo la explotación laboral que sufren los trabajadores que se desplazan a Holanda, atraídos por ofertas de trabajo engañosas de Empresas de Trabajo Temporal (ETT).

La eurodiputada socialista Iratxe García Pérez, que presidió la conferencia titulada "Autoridad laboral europea e inspecciones laborales nacionales: la lucha contra la explotación laboral y el abuso en la UE", se refirió a los abusos a temporeros españoles como "el tráfico de trabajadores para su explotación laboral" en Holanda.

Urgió a las autoridades europeas a prestar atención a este problema y a vigilar el respeto de los derechos básicos de los trabajadores.

Según la eurodiputada, estos abusos en el caso de los empleados españoles en Holanda existe desde 1997, cuando las autoridades españolas tuvieron que repatriar a Valencia a 140 temporeros afectados.

Por su parte, el vicepresidente de la Federación de Sindicatos Nacionales Holanda (FNV), Tuur Elzinga, reconoció a Efe que las denuncias que reciben en Holanda no son "más que la punta del iceberg" de esta "gran problemática" que afecta a ciudadanos de diferentes países europeos.

"Hay muchos más abusos y formas de explotación laboral que no conocemos" porque no se denuncian, añadió.

Uno de los afectados, el castellanomanchego Manuel Juan Ruiz, de 25 años, relató la historia que le llevó a verse atrapado entre los abusos laborales de la empresa holandesa Tempo Team: "eramos tres personas. Se nos ofrecía la experiencia de vivir y trabajar en Holanda, firmamos un precontrato y cuando llegamos a Holanda, nos dimos cuenta de que lo que firmamos en España era papel mojado", aseguró.

A Manuel, a sus tres compañeros y a los casi 500 españoles que denunciaron explotación laboral en Holanda el último año les prometieron un contrato de mínimo tres meses de trabajo, con al menos 30 horas semanales de faena garantizadas -lo que les permitiría cubrir todos los gastos básicos de su estancia en el país-, un horario claro, una vivienda digna, un seguro médico y un sueldo adaptado a las exigencias holandesas.

Esto triplicaría el salario mínimo español.

Sin embargo, al llegar al país, empezó "el mal trago" que tiró por la borda la ilusión de los tres jóvenes que aterrizaron en Ámsterdam, en busca de la oportunidad laboral que no lograron encontrar en Castilla la Mancha.

El alojamiento estaba en un "camping en medio de un bosque, compartiendo habitación con varias personas, donde la privacidad y la higiene eran nulas", y cuando tuvieron que firmar el contrato, resultó que "nada tenía que ver con lo prometido".

"Al llegar nos dijeron que no tenían trabajo para nosotros, pero teníamos que pagar los gastos, como 25 euros semanales por un seguro médico que luego no cubría nada, y otros 95 por una habitación compartida, en la que la vida estaba restringida por un montón de normas absurdas", agregó Manuel, quien denunció no haber cobrado ni las pocas horas que trabajó tres semanas tras llegar a la compañía.

Tras la publicación en Efe de varias denuncias de temporeros españoles el pasado mes de marzo, a Manuel le contactó la empresa que le había contratado para "ofrecer excusas" por dicha situación, asegura.

"Me llamaron para culpar a la empresa que nos había reclutado, diciendo que habían cometido un error. Claro, había que pasarle el muerto a alguien y culpar a otra empresa. Y me dijeron que tenía que firmar unos documentos para que me ingresaran el dinero (que me debían) lo antes posible", explica.

Por su parte, la canaria Beatriz García González, de 26 años, añade a Efe que "en el precontrato parece todo perfecto, pero al llegar a Holanda, esa perfección no existe, no te garantizan horas, los costes se duplican y terminas a fin de mes debiéndole dinero a la empresa".

Beatriz tuvo que vivir primero en un alojamiento ocupado por otra persona, que se había negado a abandonar la casa porque la empresa no quería pagarle por su trabajo.

Después se trasladó a otra casa en la que vivían al menos diez personas "compartiendo la misma ducha y cocinando en la misma cocina, con personas que no se entendían porque no hablan un idioma común", pero dice sentirse "afortunada" porque tenía compañeros que estaban en peor situación.