Jordi Savall, en una de sus actuaciones. Foto: Philippe Matsas

Jordi Savall, en una de sus actuaciones. Foto: Philippe Matsas

Música

Un todopoderoso Jordi Savall, a hombros de Haydn en el Auditorio Nacional

El gambista y chelista lleva este jueves al ciclo Ibermúsica el oratorio 'Las estaciones', del compositor clásico. 

29 febrero, 2024 02:28

Vuelve a Madrid este jueves, tras bastantes años de ausencia, el oratorio Las estaciones de Haydn, una obra maestra, tanto o más que La creación, y claramente superior a Il ritorno di Tobia. La interpretación correrá a cargo de Le Concert des Nations y la Capella Nacional de Catalunya, dos de los conjuntos con los que trabaja habitualmente su fundador, el gambista y chelista Jordi Savall, desde hace años también director.

Su visión, imaginamos que nada grandilocuente conociendo su manera, entrará probablemente en el marco de una interpretación historicista, que clarifique voces, líneas y contrapuntos.

Desde luego la obra bien merece un planteamiento riguroso. Son muchas las bellezas que atesora a lo largo de sus 44 números. Y un comentario que aquí ha de ser forzosamente breve.

Savall es siempre claro y conciso, atento a la sustancia, enemigo de la pompa y del gesto romántico

Lo primero que llama la atención es la distribución en cuatro partes, cuatro cantatas correspondientes a cada estación, que constituyen a su vez dos mitades bien diferenciadas.

Primavera y Verano, que se ocupan de la descripción del entorno natural, en un espíritu y unos contenidos que no quedan lejos de los que animan las dos partes iniciales de La creación, y Otoño e Invierno, en donde hace su aparición la actividad humana, que da pie a la narración, en buena medida descriptiva, de sus hechos y labores, que deja sitio para la reflexión de sabor cuasi filosófico y que abre un final que, como en el oratorio precedente, canta la obra del Todopoderoso.

Los tres solistas no son ángeles, como en La creación, sino personas reales que actúan como testigos o como protagonistas. Debe destacarse, lo que en Haydn no resulta raro, el continuo empleo de la modulación, la permanente interrupción tonal, el cambio, el trasiego armónico a efectos expresivos, descriptivos, coloristas y que tiene singular aplicación en cada uno de los cuatro preludios orquestales.

En la partitura encontramos un poco de todo, números de variado tipo y procedencia, sin que la heterogeneidad determine incoherencia gracias a la prodigiosa habilidad sincrética, como destaca Marie-Aude Roux, del compositor, capaz de unir la inspiración popular del lied o singspiel a la dramaturgia religiosa haendeliana en un fluido continuo y articulado.

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Junto a los conjuntos, que entre coro y orquesta suman un total de 38 ejecutantes, actuarán tres solistas especializados: la soprano Dénise Beck, el tenor Tilman Lichdi y el barítono Matthias Winckhler. Voces apropiadas para el cometido y que encajan bien en los modos y maneras que suele manejar Savall, siempre claro y conciso, atento a la sustancia, enemigo de la pompa y del gesto romántico.

La obra es, en todo caso, una exaltación de la tierra, “como garante de una vida más recta y de costumbres más íntegras”, en expresión del musicólogo italiano Giorgio Pestelli.

La naturaleza como espejo de acciones y de trabajos, aunque tal visión esté aún muy lejos de aquella que el romanticismo practicó, donde, más allá de fáciles simbolismos, se establece una unión, una identificación, una confusión entre paisaje interior y exterior.