“I'm a shooting star leaping through the sky like a tiger defying the laws of gravity” Freddie Mercury


El debate de las pensiones en España es uno de los más ideologizados de todos, y ya es decir. El hecho de que el gobierno utilice el Fondo de Reserva de Pensiones para pagar las pensiones, indigna a los mismos que consideraban que su creación era innecesaria en 1996. ¿Para qué quieren que se use?


Sólo hay tres maneras de mantener el fondo de reserva “intacto” en periodos deficitarios. O se cortan las pensiones, o se aumenta la deuda y el déficit o se suben los impuestos más que cuando se subieron todos, y solo para cubrir ese periodo puntual. La Seguridad Social computa dentro de la deuda del Estado, así que los alquimistas de la nada nos tienen que explicar cómo iban a encontrar 10.500 millones de euros en 2015, sin aumentar la deuda en un punto o aumentar el déficit un 20%.


Porque las cotizaciones efectivas han aumentado. Y subiendo todos los impuestos no se recaudó ni un 40% de la cantidad utilizada para pensiones en 2015. Oh, sí, perdonen “Subiendo los salarios”. Como si fuera tan fácil. Subir el salario mínimo, como se ha hecho, no es la panacea. Los salarios aumentan cuando crece la productividad y se reduce el exceso de capacidad en el mercado, no porque lo diga un comité. Finlandia, Suecia, Dinamarca, Suiza, Italia, Austria son países in salario mínimo fijado por ley, y tienen menos paro y mejores sueldos. Alguno dirá que los empresarios italianos o austriacos son muy buenos y los españoles unos explotadores.

Y eso que, según la OCDE, España tiene un salario mínimo ajustado por el coste de vida que está en la media de los países de la organización. En fin.
Así que la próxima vez que escuchen a algún político indignarse por el déficit y los impuestos mientras piden gastar más y que se mantenga el Fondo de Reserva, piensen en Matrix. Es ciencia ficción. Y lo que realmente harían es recortarlas.
El tema de las pensiones solo se va a solucionar creciendo más y creando más empleo, no desde la fiscalidad o la negación de la demografía, como hemos visto en Francia, donde llevan con un impuesto para “las pensiones” desde hace años y las han recortado regularmente desde 1996, la última vez hace unos meses.

Como explicamos aquí en “¿Cómo pagamos las pensiones?”, no se va a solventar sin un análisis desapasionado del reto demográfico -vivimos muchos más años, lo cual es una bendición- y el económico - reparto y capitalización-.


La multa del déficit será probablemente cero

A medida que pasa el tiempo, la probabilidad de que la “multa” por incumplir el déficit sea “cero” es mayor. Sería un error que la Unión Europea multase a uno de los pocos casos de éxito que se han generado en la Unión Europea tras la crisis. Creciendo al 3%, creando medio millón de empleos, y siendo el segundo país en creación de empleo fijo de la UE, sería sorprendente multar por un exceso de déficit de menos de un punto, mientras Francia lleva once años de incumplimiento del pacto de estabilidad y dos décadas de estancamiento, por ejemplo.


España ha reducido el déficit un 44% sin crecimiento de PIB en el periodo. Es una reducción del déficit estructural superior a la de la media de la UE27. Nuestro país se situaba como número uno en implementación de las reformas acordadas con Bruselas (Country Specific Recommendations, CSR) en 2013, y número tres en 2015.


Pero, además, el control de las cuentas parece empezar a funcionar, con una caída del déficit regional del 30% hasta abril, y el adelanto del Impuesto de Sociedades que tanta polémica ha creado y explicamos aquí (“no es una subida, y subirlo no mejoraría el déficit”) Lo hemos explicado muchas veces. Fiar la reducción del déficit a los ingresos -sobre todo los “extraordinarios”- es irresponsable porque desde 1980, excepto en tres años de burbuja inmobiliaria alocada, siempre hemos gastado mucho más de lo que ingresamos, sea lo que sea lo que se recaude.

Creer en unicornios de estimaciones optimistas nos ha llevado a un incumplimiento histórico de expectativas de ingresos superior al 1% del PIB, según el BCE. Hay que controlar los gastos, y si no se refuerzan los controles para que así sea, volveremos a cometer el error de intentar subsanarlo con subidas de impuestos que atacan el consumo y la actividad económica. Y fallaremos. Y nos vendrá a ver el fantasma de los deberes no cumplidos cuando los tipos de interés no sean tan favorables ni se cuente con el Banco Central.

Como decíamos aquí, “multa o no multa, hay que reducir el déficit” porque luego, cuando llegue el invierno, le echaremos la culpa a Merkel, a Draghi o a los mercados de nuestra lentitud. España no tiene que hacer recortes para cumplir con los objetivos. Lo que tiene que hacer es no gastar más de lo ya presupuestado (que en sí mismo es más que en 2015), y facilitar la creación de empleo y crecimiento de número y calidad de empresas. Las pensiones, el déficit y el empleo son todo vasos comunicantes de un solo cuerpo. La prosperidad económica. Como no se garantizan es llenando el cuerpo de virus burocráticos, observatorios y comités.


La oportunidad de Madrid


Esta semana, en Londres, comentábamos en la CNBC que la medida más importante tomada por el gobierno británico ante el riesgo de impacto económico por el Brexit ha sido bajar el Impuesto de Sociedades al 15%. Mitiga el riesgo de fuga de empresas y desde luego, sirve de acicate para que las pymes y empresas grandes asentadas en el país sigan operando sin tener que sufrir una carga impositiva excesiva. Fue entonces cuando se vieron los dos autobuses de la Comunidad de Madrid paseando por Westminster y anunciando las bondades de la región para las empresas.


La Comunidad de Madrid, en particular, puede beneficiarse mucho de la atracción de las que decidan asentarse fuera del Reino Unido. Tiene unas infraestructuras espectaculares, comunicación privilegiada con Latinoamérica y África, edificios relativamente baratos, profesionales cualificados, servicios excelentes y un nivel de calidad de vida muy alto. Tiene, además un régimen impositivo atractivo, que la sitúa por encima de París o Milán como posible capital de atracción de inversión. Y esa es la clave. Debemos eliminar la mentalidad de ver a las empresas como cajeros y que los que no producen pongan palos en las ruedas a los que sí lo hacen. Una fiscalidad que piense en los ingresos que recibiremos si crecemos y atraemos más inversión y empleo, no en rascar lo poco que quede.


Atraer empresas de servicios financieros es esencial para mejorar el patrón de crecimiento. Supone una pantalla hacia el mundo, una lanzadera que afecta positivamente a la diversificación y desarrollo de la financiación a la economía real, a la mejora de salarios por actividades de apoyo y servicio, y al desarrollo tecnológico. Ser una capital financiera no es solo tener bancos. No es una casualidad que Tokyo, Nueva York, Singapur o Hong Kong luchen como sea por mantener sus centros financieros fuertes y con atractivo. Tienen un impacto sobre la marca del país, sobre la imagen, enorme. Y además tiene un verdadero efecto multiplicador sobre la inversión y la financiación de todos los sectores. Lo contrario… Ya lo conocemos.
Tenemos una oportunidad magnífica para seguir siendo un ejemplo mundial. No solo tenemos las herramientas, sino todos los ingredientes. Que no lo estropee un comité de defensores del estancamiento.