“Everything you want and everything you see, is out of reach, not good enough, I don't know what the hell you want from me” George Michael

Uno de los mayores peligros a los que nos enfrentamos ante un entorno global de ralentización es la batería de asaltos a la creación de empleo y riqueza que nos encontramos por parte de quienes ven a las empresas y ciudadanos como cajeros, y los impuestos como cifras eternamente crecientes.

Se repiten mantras que demonizan a las empresas.

A) ¿Las empresas tienen “beneficios récord” pero cada vez pagan menos?

Mentira. Según datos de la propia agencia tributaria, el Resultado Contable Positivo en 2007 era de 218.019 millones de euros. En 2015, tras años de recuperación, se situaba en 209.361 millones de euros

Mientras tanto, la base imponible consolidada (la parte sujeta a gravamen) se desplomaba de 177.514 millones de euros, por acumulación de pérdidas en la crisis, a 80.591 millones. Menos de la mitad.

Según el Banco de España, el resultado ordinario neto en 2016 ha caído un 5,9% con respecto al primer semestre de 2015. Pero es que, además, las empresas más grandes, las del Ibex muestran una caída de beneficios en el último dato reportado del 12,5% y, lo que es más preocupante, más de la mitad generan rentabilidades inferiores a su coste de capital en España.

Cuatro empresas suponen casi el 40% de los beneficios del Ibex y llevan una caída de beneficios de entre un 31 y un 40%. ¿Forrarse? ¿Beneficios récord?

B) ¿Paraíso fiscal para las empresas? ¿Pagan poco?

La media de rentabilidad sobre el capital empleado de las empresas españolas está por debajo de su coste de capital, un elemento sobre el que incide Moody´s y el propio BCE, y -a pesar de la recuperación- no solo no se han recuperado los beneficios, sino que el número de empresas en pérdidas sigue siendo muy alto y muy relevante.

El número de sociedades con beneficios en 2007 era del 51,9%, pero es que antes de la crisis era del 53%. Muy bajo. El último dato oficial de la Agencia Tributaria lo sitúa en el 44%. Es decir, la mayoría de empresas en España están en pérdidas.

En el sector público, por ejemplo, las empresas estatales dispararon un 80% sus pérdidas en 2015 frente al beneficio de 341 millones que se preveía. Mucho más difícil será que publiquen un beneficio de 171 millones como se estima para 2016, lo cual supondría más que duplicar su desempeño de 2015. Esas ya están perdidas en cuanto a “contribuir al Impuesto de Sociedades”.

¿Y las malvadas grandes empresas que no pagan lo que dicen los politólogos, que sí que saben? En comparación con su base imponible, las grandes empresas pagan un tipo efectivo del 18,7% mientras que las de menor tamaño pagan un 18,6% (lean) . Si se ajusta por las deducciones por doble imposición -en beneficios que ya han tributado en origen- el tipo efectivo es del 22% comparado con el 23% de las pymes.

Incluso si aceptáramos el mantra de los intervencionistas sobre el tipo efectivo, veríamos que, según la Agencia Tributaria el tipo efectivo pagado en el Impuesto de Sociedades en 2015 es de 24,1% casi cuatro puntos por encima del tipo efectivo pagado en 2007, que era del 19,9% . Ese tipo efectivo está hoy, a pesar de la caída de beneficios y de la actividad económica en el periodo 2007-2015, por encima del récord de 2006 (23,3%).

C) Si eliminamos las deducciones ¿subirá la recaudación?

Lo explicamos aquí, pero hay que recordarlo.

Eliminar deducciones no sube la recaudación. Limita la inversión. Sobre todo, eliminar deducciones tiene un objetivo recaudatorio casi inexistente a corto plazo que cercena los ingresos a largo porque ataca a la inversión. Vean por qué:

¿Qué se va a conseguir eliminando deducciones del Impuesto de Sociedades?

Argumentan que se recaudarían 4.500 millones más, un cálculo extra-optimista que asume que nada cambiaría en la inversión y la entrada y creación de empresas. En España, la media de error en el cálculo de ingresos por cambios tributarios es de un 1% del PIB hasta un 1,7%. Casi nada. Para creérselo. Eso sí, de las subvenciones, ni palabra.

¿Por qué se demonizan las deducciones y se calla sobre las subvenciones? Porque las primeras no dan poder al político y las segundas son fuente de favores y prebendas.

Empecemos por las deducciones y subvenciones que no se van a tocar. No van a tocar al sector del automóvil, agrícola, constructor, minero, renovable o industriales subvencionados, cuya tasa efectiva es hasta 10 puntos más baja que la media y en muchos casos, inexistente. Y, por supuesto, no van a tocar a los bancos, ya que eliminar los DTAs (deducciones fiscales por pérdidas anteriores) supondría su quiebra en cadena, ya que cercenaría su capital (los DTAs computan como tal). Con ello el espejismo de los 4.500 millones de supuestos ingresos, desaparece. Pero la evidencia de los casi 10.000 millones de subvenciones permanece.

¿Qué deducciones hay que pretendan eliminar?

Deducción por I+D+i, que permite desgravar el 17% de los gastos del personal investigador y un 8% de las inversiones realizadas menos la compra de inmuebles.
Deducción por inversión de beneficios en nuevo equipamiento e inmovilizado, que permite deducir entre el 5% y el 10% de la cuota íntegra.

Deducción por gastos de formación profesional, o por creación de empleo para trabajadores con discapacidad, que son mínimas.

Deducciones por creación de empleo indefinido.

Es decir, cargarse la inversión en investigación y la mejora de la calidad del empleo.
Incluso si asumiéramos que las grandes empresas pasasen a una tasa efectiva igual a la de las pymes, el efecto recaudatorio no llegaría, en el mejor de los casos, a una cuarta parte de lo que prometen.

D) ¿No hay riesgo de fuga de empresas?

Que las grandes empresas en España tengan casi el 56% de sus beneficios fuera del país es una bendición. Si eso no llega a ocurrir, hoy estarían en quiebra la mayoría, tras la crisis. El que piense que se soluciona creando otra megaburbuja interna no sabe sumar. El mercado interno, con un 25% de sobrecapacidad, no suple al resto del mundo. Es de Perogrullo.

El cortoplacismo fiscal tiene un impacto inmediato en menor inversión y menos empresas, menos empleo y limitar el cambio del patrón de crecimiento. Se sostiene a los sectores rentistas y subvencionados y se penaliza a los de alta productividad.
Si EEUU baja el Impuesto de Sociedades al 15%, los países líderes tienen una tasa efectiva del 10% al 20%... Lo único que vamos a conseguir es destruir las bases imponibles de nuevo. En Corea del Sur, país que muchos intervencionistas utilizan -para lo que les da la gana- como ejemplo, la tasa efectiva para inversión extranjera llega a un mínimo del 2%.

Si encima se plantean medidas como elevar al tipo local la tributación de inversiones en el extranjero, sería devastador. Cobrarle en España a una empresa multinacional la diferencia entre lo que tributa en el país donde invierte y la tasa de nuestro país es garantía de que dichas inversiones y empresas huyan.

Imagínese que usted invierte en Reino Unido, paga impuestos efectivos del 15-16% y el fisco español se apropia de la diferencia hasta el 25% porque usted es una empresa española con sede en España. Vamos, porque sí. ¿Qué hace usted? Las maletas.

Cómo subir la recaudación del Impuesto de Sociedades sin hundir el país

España necesita una revolución fiscal, pero es la contraria a la que nos intentan hacer digerir algunos. Para aumentar la recaudación del impuesto de Sociedades lo que hay que hacer es:

a) Restaurar las bases imponibles atrayendo más empresas e inversiones de alto valor añadido. Bajando impuestos, un tipo único y bajo, que permita que la transición a gran empresa de las pymes se acelere y que se atraiga capital, financiándolo parcialmente recortando subvenciones a sectores improductivos y obsoletos. Sosteniendo sectores rentistas ni aumentan las bases imponibles ni se cambia el patrón de crecimiento, ni se recauda. Es decir, aumentar las bases imponibles con impuestos bajos pensando en la recaudación de futuro, no subiéndolos para rascar de lo poco que queda.

b) Muchas más grandes empresas. El 50% de la recaudación del Impuesto de Sociedades viene del 1% de las empresas. Demonizar a las grandes empresas es ideológico, no lógico. Se necesitan muchas más grandes empresas y debemos atraerlas con una fiscalidad competitiva. Porque tenemos muy pocas grandes empresas (España tiene más microempresas sobre el total que la media de la UE y la OCDE y menos grandes empresas).

Parte del problema del Impuesto de Sociedades es esa concentración de recaudación en un número muy bajo de multinacionales, y estas pertenecen a sectores maduros, de bajo crecimiento y baja rentabilidad sobre el capital empleado. Hay muchas cosas positivas en los conglomerados de telecomunicaciones, constructores y energéticos, pero no son sectores de crecimiento de beneficios orgánicos. Orgánico, no nominal. Por Dios, no me metan como “crecimiento de beneficios” adquisiciones endeudadas y deficitarias que cercenan las bases imponibles. Ni de alta rentabilidad. Por lo tanto, los ciclos afectan de manera muy importante a su capacidad de pago de impuestos.

c) Pensar en la capacidad recaudatoria comparada con el perjuicio. Proponer cambios normativos que tienen un impacto recaudatorio inexistente -o cosmético, como adelantar pagos adelantados- y sin embargo tienen un efecto negativo en empleo y consumo, es contraproducente. Decir que la bajada de impuestos “ha costado 8.000 millones” es no tener ni idea de incidencia económica de primero de carrera. Gracias a esas bajadas de impuestos de 2015, el consumo, la creación de empleo y la actividad económica llevaron a aumentar la recaudación fiscal total más que el crecimiento del PIB nominal por primera vez en años. Las pymes son el motor del crecimiento, empleo y valor añadido y sufren un “tsunami fiscal y burocrático” en cuanto facturan más de unos 3 millones de euros.

d) Luchar contra el fraude es muy necesario. Contar con cifras estimadas claramente infladas sobre ingresos futuros para financiar gastos ciertos y evidentes de hoy es, como mínimo, imprudente. Las estimaciones de fraude fiscal suelen utilizarse más como excusa para gastar más que como incentivo para aflorar bases imponibles. Además, es un engaño, ya que no se recaudaría ni de lejos la cifra necesaria para atajar el desequilibrio de las cuentas, sólo se conseguiría un efecto mínimo de una sola vez, y no soluciona el déficit estructural. Y no olvidemos que la inmensa mayoría de esas estimaciones no calculan fraude ilegal, sino ingresos “deseados” por mayores impuestos.

En definitiva, el problema de España no es subir el Impuesto de Sociedades ni mucho menos eliminar deducciones, sino los beneficios y el tejido empresarial. Un país de empresas muy pequeñas, muy cíclicas y con debilidades estructurales ya evidentes en la época de bonanza. Hay que atraer muchas más empresas, mucho más grandes y crear mayor empleo. Que el porcentaje de pymes y microempresas no sea tan elevado y que puedan crecer y aumentar las bases imponibles, además de alojar en nuestro país a otras grandes multinacionales. Cualquier otra medida fracasará y estaremos hablando de lo mismo en seis años.

Por supuesto, todos aquellos que afirman que las empresas en España se forran, contratan mal y pagan pocos impuestos, están invitados cordialmente a emprender y disfrutar de la experiencia.