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Las Vegas y la Alcarria de Madrid: un viaje en el tiempo a las tierras del comendador

Villarejo de Salvanés y su entorno guardan numeroso patrimonio que remite a la época de su fundación, la influencia de la Orden de Santiago y su relación con los Tercios.

En un día claro, las cuatro torres de Madrid se erigen en la lejanía como un punto de referencia en el horizonte. Son símbolo de la modernidad, eje de negocios y, de alguna manera, del poder actual. Siglos atrás, sin estos colosos de hoy, también el reflejo de los que ostentaban el poder rozaba el cielo. No tan altos, pero igualmente imponentes en proporción, la Comunidad de Madrid cuenta con algunos lugares en los que el peso de la historia permite trazar rutas en las que rememorar otros tiempos que han hecho de nosotros lo que somos.

Aunque la geografía madrileña está salpicada de puntos de interés que remiten a estas historias de poder, en la zona de Las Vegas y la Alcarria, al sureste de la región, se acumulan algunos de los hitos en los que más merece la pena perderse. Es allí, en las tierras que bañan las aguas de los ríos Tajuña, Tajo y Jarama, donde se ha escrito parte de la historia de España, a la luz de su estructura política o del peso de lo militar y religioso, que en muchos momentos del pasado fueron de la mano. Estas alianzas, así como las venturas y desventuras de sus personajes más representativos tuvieron su influencia en la vida de los antiguos habitantes de la zona y nos han legado un patrimonio que rivaliza, en simbolismo y atractivo, con cualquier construcción moderna.

Y es que también, rozando las nubes cual rascacielo, destaca el que bien puede ser el que marque el punto de inicio de una ruta que recorre algunos de estos emplazamientos que esconden historias prestas a conquistar al visitante. La torre del Homenaje de Villarejo de Salvanés, de 22 metros de altura, es el edificio más reconocible del municipio, por ser una torre única en su género. Se eleva con elegante y regio porte sobre el resto de edificios del municipio y saluda a los vehículos que, a poca distancia, circulan por la siempre concurrida Carretera de Valencia.

Pero quien se acerca por primera vez a este monumento descubre no solo una fortaleza, sino un entorno sorprendente, en el que se concentran cuatro localizaciones que rebosan aroma histórico.

La Orden de Santiago fue vital

En la Edad Media, Villarejo fue Encomienda Mayor de Castilla, de la Orden Militar de Santiago, y de su relevancia como cabeza de territorio en esa época, dan fe el castillo y la Casa de la Tercia. Ambos, junto con la Iglesia de San Andrés Apóstol fueron declarados Conjunto Histórico-Artístico en 1974 y, posteriormente, en 1992 el recinto amurallado y la Tercia, fueron declarados Bien de Interés Cultural, con categoría de Zona Arqueológica.

Para entender la importancia de estos monumentos hay que poner en contexto su origen, y eso pasa por retroceder en el tiempo a una época en la que la Orden de Santiago era la más poderosa de las órdenes militares castellanas creadas en el siglo XII para defender los territorios "reconquistados" en Al-Ándalus. Esta Orden nació con la misión de proteger el flanco oriental de Toledo, en las cercanías del río Tajo.

Como explica Ricardo Anido, promotor turístico de Villarejo de Salvanés, “la Orden de Santiago fue vital para Villarejo de Salvanés”, hasta el punto de que se puede considerar que el pueblo nació gracias a ella. “Cuando el reino cristiano logra asentar todos los territorios del valle occidental del Tajo tras la Reconquista, se encarga a la Orden de Santiago la labor repobladora de toda la zona”, cuenta. “Lo que hicieron fue aprovechar los pequeños núcleos de población que había alrededor. Como muchos de ellos tenían iglesia vieja y, por tanto, eso obligaba a pagar tributos a la Iglesia de Toledo, la Orden decide traer a toda esa gente a aquí, a Villarejo, donde al no haber aún una iglesia crean la de San Andrés, de tal manera que así no tenga que pagar impuestos”.

Es, por tanto, la iglesia de San Andrés el primer punto cuya mirada reclama la historia. Se trata de un templo original del siglo XIV. Aunque el paso del tiempo ha ido dejando su huella de manera indeleble, tras sufrir guerras y terremotos, mediante la restauración efectuada durante los años 80 el templo ha recuperado parte de su aspecto original, combinando la apariencia que podría haber tenido en su tiempo con zonas restauradas, de aspecto más moderno, especialmente en el campanario y su techumbre, tal como se percibe a simple vista. Pero su carácter defensivo aún hoy es obvio por sus amplios muros, sus contrafuertes y los detalles y escudos que remiten a la Orden que la erigió.

Villarejo de Salvanés fue creciendo en torno al templo y pronto se convirtió en la ciudad más importante de la zona. Para refrendarlo, la Orden de Santiago también estableció aquí la sede de la Encomienda Mayor de Castilla, un sistema administrativo territorial en el que la autoridad, el denominado comendador, gobernaba la zona y recibía tributos del pueblo y de la zona donde se asentaba. Por eso, algunas de estas construcciones que han pasado a la posteridad tienen mucho que ver con esta figura y, especialmente, con tres grandes nombres que dejaron su impronta en diferentes momentos: ellos fueron Hernando de Vega, el primer comendador; Juan de Zúñiga y Avellaneda, “a quien se le atribuye la estructura final de la Casa de la Tercia”; y su hijo Luis de Requesens y Zúñiga, que también tendrá un rol destacado en otro de los edificios singulares que pueden visitarse.

La Casa de la Tercia fue la “sede administrativa de la Encomienda”, explica Anido. “Aquí se almacenaba de todo, desde el grano hasta el aceite y el vino, producto para el que existen unas grandes tinajas en el piso inferior. Se llamaba ‘Casa de la Tercia’ porque precisamente un tercio de todo lo que se guardaba, tributos cobrados a los habitantes de la región, quedaba para uso y disfrute del propio comendador”.

El edificio ocupó toda la manzana en sus tiempos de gloria, si bien a día de hoy el ayuntamiento solo mantiene la fachada principal, que data de 1568, aproximadamente, y un generoso espacio en su interior donde, tras acceder por un pequeño patio con columnas, se encuentra el museo etnográfico de la localidad. Además, en la primera planta, lo que fue el antiguo granero se ha reconvertido en sala para exposiciones temporales de arte y para acoger otra sorpresa, “la maqueta militar más grande de Europa, que refleja la batalla de Nordlingen de 1634” en la que los Tercios españoles tuvieron un papel protagonista.

El ‘rascacielos’ de la carretera de Valencia

La Casa de la Tercia también fue la residencia original de los comendadores pero no pasó mucho tiempo antes de que estos se trasladaran a un palacio ubicado a pocos metros. Actualmente, de aquel palacio queda apenas el recuerdo pero no así con parte de la fortaleza santiaguense que dominaba toda la zona, anexa a las dependencias del comendador. Queda parte de la muralla y, sobre todo, esta torre del homenaje desde cuya azotea se dominaba todas estas tierras.

Además de símbolo e icono para la localidad, esta torre ha sabido actualizarse para aprovechar su espacio interior, donde se ubica el único museo español dedicado a los Tercios, inaugurado a principios de este mismo año. “Se trata del primer ejército profesional y permanente adscrito a una bandera” que, además, introdujo innovaciones en las batallas que les ayudaron a tener un éxito considerable como “el uso de la infantería o de armas como picas y arcabuces”, explica Anido. Fue, en definitiva, un modelo en el que la corona se apoyó para ampliar sus dominios a lo largo y ancho del planeta. Y todo eso, su génesis, su desarrollo y su posterior ocaso y extinción, se abordan en cada una de las plantas de la Torre.

Y si singular es su contenido no lo es menos su exterior. Este ‘rascacielos’ defensivo de la Orden de Santiago “no tiene una datación exacta pero se cree que parte de una atalaya cuadrada árabe que se fue reforzando de acuerdo a las necesidades de cada momento y por eso posee ocho torreones que la hacen única en su especie”.

Un ‘crowdfunding’ desde la devoción

Esta estrecha relación con los Tercios que tiene Villarejo de Salvanés también tiene otro fundamento que, a su vez, vuelve a conectar a los comendadores, concretamente con Luis de Requesens, con la histórica batalla de Lepanto. Al margen de ostentar el cargo de comendador en 1546, “fue el gran hombre de estado de Felipe II, ocupando cargos muy de confianza, incluso embajador ante la Santa Sede durante unos años, por lo que su relación con el Papa Pío V fue muy directa”, explica Andrés Torre Coso, presidente de la Comisaría de Nuestra Señora de la Victoria de Lepanto.

De hecho, era tal su devoción, que el antiguo comendador “hizo la promesa de que, si salían con bien de la batalla en la que se iban a enfrentar a los turcos, erigiría un santuario a la virgen”. Dicho y hecho: ese fue el origen del convento de Nuestra Señora de la Victoria de Lepanto. “Pío V, sabedor de ese deseo, le regala la imagen que se venera”, si bien los historiadores no se ponen de acuerdo en el cuándo llegó la talla a Villarejo: “Unos dicen que el Papa se la regaló antes de la batalla y la llevó en su nave, y otros afirman que fue entregada al volver”.

Sea como sea, la imagen pasó enseguida a ser objeto de devoción por el pueblo, más aún cuando la construcción del santuario fue una especie de obra colectiva en la que todos “colaboraron en la medida de sus posibilidades”.

Ese espíritu colectivo también ayudaría, siglos más tarde, a salvar el edificio cuando, por la desamortización de Mendizábal, sale a subasta pública, en la que nuevamente todos los habitantes contribuyeron “para no perder su devoción a la virgen”. Fue entonces cuando se constituyó la comisaría que actualmente preside Torre Coso y que “se encarga del mantenimiento del edificio y el culto a la virgen, la que rige los destinos de un edificio que ha sido un centro neurálgico y de culto y peregrinación de toda la zona. Dentro de Villarejo no se concibe la vida del pueblo sin el convento y la virgen”, concluye.

‘Road trips’ a la madrileña

Si bien Villarejo de Salvanés es la localidad que mejor representa esta historia de poder que ha forjado la historia y la vida en la zona de Las Vegas y la Alcarria de Madrid, se puede considerar que existe un eje que une otros municipios próximos que también mantienen patrimonio que se enmarca en estas épocas y que también merece la pena visitar en algo así como un ‘road trip’ a la madrileña.

Una de estas rutas, que desde Villarejo discurre hacia el oeste, podría incluir visitas a Valdelaguna, Chinchón, Titulcia o Villaconejos. Y hacia el norte, y hasta Santorcaz, a unos 50 kilómetros, se puede hacer parada en Torres de la Alameda o incluso escaparse hasta la próxima Nuevo Baztán, otro ejemplo de la arquitectura más pujante que habla de la prominencia de una zona cuyas historias de poder en el pasado son el mejor argumento para conocer hoy más y mejor la Comunidad de Madrid.

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