Cinco mujeres referentes en el arte tienen una misión: contarte por qué los cuadros siguen pintando (y mucho) en la España de hoy
Con motivo de los 40 años del Premio BMW de Pintura, Cristina Gamón, Lucía Casani, Pilar García de la Puebla, Blanca Berasátegui y Patrizia Sandretto dialogan sobre el papel de la cultura pictórica como motor de transformación social en España y el futuro al que se dirige.
Pintar es competir contra el olvido. Detrás de cada obra hay un pulso entre la urgencia de innovar y el deseo de permanecer. En ese terreno de tensiones, los certámenes son espejos de su tiempo: reflejan las inquietudes de una época y, a veces, también las anticipan. En España, pocos lo han hecho con tanta constancia como el Premio BMW de Pintura.
Un concurso que ha encumbrado a desconocidos, convertido gestos íntimos en patrimonio compartido y marcado el rumbo de varias generaciones. Este año, acumula nada menos que 40 ediciones en las que el arte ha cambiado tantas veces de piel que cuesta reconocer en aquella primera celebración en 1986 el germen de lo que hoy sigue siendo un escaparate de la brillantez del panorama patrio.
Los cumpleaños no son, en el fondo, más que una excusa para reunirnos con quienes nos importan y celebrar. Pero lo curioso es que con frecuencia disfrutamos más preparándolos para otros que soplando velas. Pilar García de la Puebla, directora de Comunicación y Relaciones Institucionales del Grupo BMW en España, lo cree así. Tanto que ha organizado con motivo de este aniversario una conversación irresistible en el Club Matador de Madrid, con su elegancia castiza puesta a disposición de la ocasión.
A su lado conversan cuatro mujeres con carreras que podrían llenar volúmenes. Son Patrizia Sandretto Re Rebaudengo, presidenta fundadora de la fondazione que lleva sus apellidos y una de las grandes mecenas contemporáneas europeas; y Cristina Gamón, que a los 24 años recibió la Medalla de Oro de este certamen, lo que marcaría su carrera para siempre.
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También están Lucía Casani, directora de la Fundación Daniel y Nina Carasso en España que ha atestiguado la evolución del Madrid de nuestros días; y una que habla de todas ellas, Blanca Berasátegui, cofundadora junto a Luis María Anson de El Cultural y actual editora de una revista que ha hecho de la claridad informativa un acertado método de resistencia.
García de la Puebla, a quien se le acometió la tarea de reunirlas en un espacio, dice que el arte “es la prueba de que la vida no basta”. Bajo su batuta, el Premio BMW de Pintura ha ampliado horizontes hasta alcanzar tal visibilidad que las cifras hablan por sí solas. Conviene asomarse a ellas para entender la dimensión de este viaje: más de 29.000 artistas han pasado por el concurso en lo que lleva de recorrido.
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A lo largo de “40 años de presencia en la vida cultural y social de nuestro país”, celebra, ha batido récords de participación —con casi 2.000 candidatos en la última edición— y ha atraído a figuras de impecable excepción en sus jurados, entre ellos Antonio López y algunas de las invitadas a esta charla.
“40 años del Premio BMW de Pintura son 40 años de presencia en la vida cultural y social de nuestro país”- Pilar García de la Puebla, directora de Comunicación y Relaciones Institucionales de BMW en España
“Yo creo muchísimo en este galardón”, arranca la conversación Patrizia Sandretto, considerada la Peggy Guggenheim del siglo XXI, con un acento italiano que envuelve la sala. “Es un reconocimiento muy relevante que después de cuatro décadas mantiene su actualidad y la apertura digital lo hace aún más vigente”, afirma.
Sabe de lo que habla. Su colección nació en un palacio piamontés del siglo XVIII y hoy es una referencia en Europa con más de dos millares de piezas. La mecenas acostumbra a tratar con instituciones como el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) o el Tate Modern londinense.
Su vida es un puente entre continentes y miradas estéticas; quizá por eso valora con sólido criterio iniciativas como esta: “Es una oportunidad maravillosa para conocer la riqueza del patrimonio español”.
¿Y qué es lo que más atrae a la experta de lo que este ofrece? Cuando describe las piezas que le interesan se refiere a aquellas que dialogan con el mundo y miran de frente a su época. “La pintura es uno de los medios de expresión más importantes desde la cueva de Altamira y siempre lo será porque sabe transformarse”, reflexiona.
“Apoyar a un artista supone una responsabilidad enorme. Un premio como este puede cambiar la vida a cualquiera”- Patrizia Sandretto Re Rebaudengo, presidenta fundadora de la Fundación Sandretto Re Rebaudengo
Por eso, a juicio de Sandretto, una obra de calidad es aquella que “se adapta al momento en que vivimos”, ya hable de ecología, desigualdades u otros problemas estructurales. “Ese es el tipo de propuesta al que debemos prestar atención y el que estoy segura de que seguirá presente en los movimientos de los próximos siglos”, zanja.
Con esta afirmación se entiende que su papel como mecenas va mucho más allá del gusto propio: “Cuando apoyas a un artista tienes una responsabilidad enorme. Yo siempre intento conocer a la persona detrás de la obra. Es esencial saber cómo ha sido su trayectoria, relación con las galerías, forma de trabajar... Un premio como este cambia la vida de cualquiera y cuando lo otorgamos debemos estar seguros de que ese alguien lo merece”.
Blanca Berasátegui aprovecha el diálogo para llevar la conversación al terreno de las políticas culturales. “¿En Italia existe una ley de mecenazgo realmente ambiciosa?”, le pregunta. “Porque en España llevamos esperando una casi dos décadas”. Sandretto reconoce la similitud entre ambos países y, aunque espera que la reciente reducción del IVA en su país —del 21% al 5%— abra nuevas posibilidades, insiste en que todavía queda mucho por hacer.
La filántropa propone, además, mirar más allá de las fronteras nacionales y pensar en colaboraciones a escala europea. “Las instituciones deben trabajar juntas porque pueden cambiar completamente el mundo”, asegura convencida de que “el arte no es elitista; es para todos”.
Berasátegui lleva esa afirmación a su terreno, el de la prensa, y lanza una frase que queda en el aire: “No podemos trabajar tanto para tan pocos”. Quizá resuma la forma en la que ha trabajado durante cuatro décadas dirigiendo El Cultural, publicación de referencia en el sector —que lanzó su primer número un 8 de noviembre de 1998— hoy aliada con EL ESPAÑOL.
“En El Cultural nos empeñamos en tener un lenguaje diáfano para llegar a la gente. No podemos perder el tiempo ni los periodistas ni los lectores”- Blanca Berasátegui, editora de El Cultural
“¿Cuál es la clave para conectar con la gente al contar el arte sin que este se perciba como aburrido?”, le plantea García de la Puebla, a lo que ella replica con media sonrisa: “Llevo 40 años buscándola”. Desde sus inicios en ABC, la Premio Nacional de Periodismo Cultural (2017) ha narrado la vida artística y literaria de España con un objetivo claro: acercarla al lector sin traicionar su complejidad.
Si el discurso de antaño estaba dominado por un academicismo a menudo difícil de captar para el público generalista, su cruzada actual es la de un “lenguaje diáfano” pero exigente: reclama que los medios no se limiten a reproducir lo que sucede, sino que lo interpreten, lo enriquezcan y lo abran. “No podemos perder el tiempo ni nosotros ni ellos”, remarca. Comprender eso marcó un punto de inflexión en el rumbo de la revista.
En estos últimos años, su sector ha experimentado una revolución: “Las redes lo han transformado todo”, asegura, democratizando la crítica y acelerando la circulación de ideas. En ese maremágnum de voces, el periodismo tiene un cometido de hercúleas dimensiones: el de ofrecer traducción y contexto.
Dice Berasátegui que la prioridad de los comunicadores en tiempos como los actuales debería ser contar, desde el rigor, un relato que conecte con las personas. Al fin y al cabo, estas son el puente que une el arte con la sociedad. Y uno entiende que ese puente, si se rompe, deja al arte hablando solo.
La reunión en el Club Matador avanza para dar un pequeño salto al pasado. A 2011, concretamente, aquel año en el que una jovencísima Cristina Gamón se hizo con la Medalla de Oro del premio que otorga BMW. El reconocimiento, confiesa mirando atrás, “fue un voto de confianza” que le abrió las puertas de la Casa Velázquez y, con esta, de una meteórica carrera internacional con la que ha podido viajar de París a Manila, de las exposiciones institucionales al circuito de ferias más vibrante.
Estamos ante “el concurso libre de mayor relevancia al que un pintor puede aspirar en nuestro país”, afirma en su intervención. El certamen, que —cabe puntualizar— no impone fronteras de edad, fue un escaparate para ella. Por eso, admite sin tapujos: “El apoyo institucional y privado resulta esencial en cada una de las fases vitales del artista. Es una labor de acompañamiento. El hecho de que una organización se fije en tu obra te da la oportunidad de desarrollarte en una dirección”.
Gracias a ese impulso, su trabajo se extendió por Asia y América Latina, consolidando a partir de entonces un itinerario donde su mirada individual se nutre y entrecruza con la conversación global. A partir de esa experiencia, Gamón reflexiona también sobre qué significa crear hoy. “El arte es un reflejo de la sociedad de su época, más aún en esta era hipertextual en la que las temáticas conviven y las prácticas se solapan”, explica.
“Una obra no está acabada hasta que establece una relación con el público y este la incorpora a su experiencia”.- Cristina Gamón, artista
Habla de nuevos asuntos que preocupan a artista y observador. De los feminismos contemporáneos y de la descolonización, pero también de otra cultura más introspectiva que se pregunta qué es pintar en la actualidad, qué explora la huella, el residuo, el inicio mismo del gesto pictórico. En su caso, esa pregunta atraviesa el propio origen de su trabajo.
Considera que la pintura vive un momento fértil, no sólo por el volumen de producción que hay actualmente —“cantidad no siempre es calidad”, matiza—, sino porque ella misma percibe un interés renovado del público. “Una obra no está acabada hasta que no establece una relación con quien la mira. Lo bonito es que cada uno la incorpora a su experiencia personal y se genera un diálogo”, añade.
Reflexiona que sus primeras piezas partían de motivos personales, pero fueron los espectadores quienes le revelaron otras lecturas que, sin saberlo, ya estaban en su proyecto. Por todo esto, frente a la velocidad digital, Gamón defiende optimista el lugar insustituible de la pintura y coincide con sus compañeras en que la inteligencia artificial no va a reemplazar a los artistas, porque la mera acción de crear es per se una necesidad inherente a las personas.
“El arte carece de funcionalidad y, sin embargo, lo producimos. Es un impulso intrínseco, prácticamente ancestral”, defiende, “un signo de lucidez que nos ha abierto históricamente las puertas de distintas civilizaciones”. Para ella, esto evidencia el deseo del ser humano de dejar una impronta y de expresarse desde la imaginación. “Los artistas no vamos a dejar de idear. Por eso es tan importante contar con premios como este”, concluye.
Lucía Casani toma el relevo desde el prisma de la gestión cultural. Durante más de una década dirigió La Casa Encendida, un centro que bajo su liderazgo se consolidó como uno de los nodos creativos más influyentes de Madrid. No es el único hito de su carrera. Desde 2023, está al frente de la delegación española de la Fundación Daniel y Nina Carasso.
Este laboratorio de filantropía con raíces galas se dedica a apoyar proyectos capaces de generar impacto social a través de dos ejes: la creación artística ciudadana y la alimentación sostenible. “El arte es de todos, pero sólo una élite lo sabe”, recuerda la experta, haciendo alusión a una frase de la artista de performance Dora García.
“Únicamente podemos romper esa brecha a través de la educación y la participación, incluyendo al conjunto de la sociedad en estas prácticas para que sienta que la cultura es suya y que esta responde a las problemáticas reales de su época”, subraya.
En España, a su juicio, se están dando pasos acertados en esa dirección: “El Ministerio de Cultura ha puesto en marcha el Plan de Derechos Culturales, que trabaja no sólo en la idea de fomentar el acceso a todo ese patrimonio, sino también en la de promover la realización de obras”.
El programa al que hace referencia, lanzado este 2025 y dotado con más de 79 millones de euros, reconoce la cultura como un derecho fundamental de la ciudadanía y aspira a consolidar un modelo más abierto e inclusivo. La convicción de Casani es clara: “El arte es un verdadero motor de transformación social. Nos permite imaginar mundos mejores, futuros posibles”.
A partir de ahí, extiende su reflexión hacia la coyuntura contemporánea y lo que considera uno de los mayores logros del Premio BMW de Pintura: “Lo más interesante que ha ocurrido en estos 40 años es que se ha roto el canon dominante y se ha ampliado la diversidad de miradas. Han surgido propuestas que antes no estaban presentes, y obras de otras latitudes, del sur global, que nos ofrecen nuevas formas de comprender el mundo”. A su juicio, ese cambio “ha abierto, aunque sea un poco, la manera de entender la cultura”.
Para ella, el certamen sirve como muestra de que un galardón puede ser, con el paso del tiempo, mucho más que un simple reconocimiento. “Es un espacio de continuidad que permite que la cultura se reinvente y evolucione con el paso de las generaciones”, afirma. Haber formado parte del jurado ha sido, además, un honor para ella. Cada edición, asegura, “es un aprendizaje continuo que nos permite ver lo que ocurre en el panorama artístico”.
Ese espíritu toma cuerpo cada año en la gala que se celebra entre las lámparas de araña y las butacas vestidas de rojo del Teatro Real de Madrid. Allí, la presencia habitual de la reina emérita Sofía convierte la entrega en un merecido acto de Estado cultural: un encuentro que celebra el arte como valor público y que somete a prueba su vigencia.
“El arte es un motor de transformación social. Nos permite imaginar mundos mejores, futuros posibles”- Lucía Casani, directora de la Fundación Daniel y Nina Carasso en España.
La charla con Sandretto, Berasátegui, Gamón y Casani sirve de preludio a la cita: una mesa que reúne las distintas fuerzas que articulan el escenario de la pintura —la creación, la crítica, el mecenazgo y la gestión— para reflexionar sobre su presente y su porvenir. “Es maravilloso, porque creo que en el fondo todos somos creadores. Lo que ocurre es que algunos se atreven a dedicar su vida a ello, y eso nos sirve de inspiración a muchos otros”, concluye García de la Puebla, con unas palabras que ponen el broche final a esta charla en la que el arte se defiende como una fuerza compartida.