La pintora de la feminidad ‘millennial’, Elena Gual: “Ir a una exposición no es para hacer fotos a los cuadros, es como una terapia”
Elena Gual (1994, Mallorca) cambió la pincelada por la espatulada cuando tuvo una reacción alérgica a la trementina.
Sus padres la habían animado a estudiar Arquitectura en Londres pero supo que su camino era la pintura cuando se puso delante de los lienzos de Van Gogh en su museo de Ámsterdam.
Nos encontramos con ella en Arma Gallery (C/ Valverde 30), la galería que la representa en Madrid, donde posa alrededor de algunas de sus obras. Dos cuadros protagonizan esta sesión. El primero lo expuso en Casa de Vacas “en la exposición Raíces, con retratos de mujeres andaluzas, con los labios rojos”.
El segundo es monumental, “naranja, de mayores dimensiones, en el que una mujer tiene los brazos en jarra. Hoy nos hemos puesto a jugar en la terraza con la luz natural”. Para Elena Gual, pintar es lo mismo que vivir.
¿Cómo llegaste a tener esta forma de pintar?
Me dio una tremenda reacción alérgica a la trementina, que es el líquido donde limpias el pincel, y así empezó mi trabajo con la espátula en Londres. Me aconsejaron que no debía tocar ese químico y a partir de ahí fue algo muy orgánico.
Yo mezclaba la pintura con espátula, y en uno de esos momentos de búsqueda personal pensé en por qué no aplicar el óleo con la espátula en el lienzo, dejé a un lado el pincel y empecé a pintar así. Hace ya ocho años. Londres fue importante, allí también dejé los encargos y empecé a tener un poco de peso en redes sociales y nació la idea de hacer prints [impresiones].
¿Cuánto tardas en concluir una obra?
Nunca es lo mismo. Depende de cuantas veces retoque una pieza. En un retrato, si me sale bien a la primera puedo tardar un día, si sale mal o lo tengo que repetir o rascar puedo tardar una semana, hasta tres. ¡Soy mujer, depende del mood en el que esté! Si estoy feliz o enfadada con la vida, tardo menos o más.
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¿La primera pincelada es siempre un error, como afirmaba Picasso? Bueno, en este caso la primera espatulada…
No sé si tanto. Yo pienso que la auténtica creatividad se encuentra trabajando. Hay un dicho que me gusta de un profesor que tuve que me encantó, es ‘¿cómo vas a borrar si no pones nada?’. De las primeras espatuladas, quizás, yo podría decir que son lo mejor, lo más importante que haces en el lienzo.
¿Te cuesta mucho el lienzo en blanco?
Me cuesta empezar proyectos, empezar cuadros no. Soy metódica. Me siento con mis libros, mis cuadernos, viajo y escribo mucho buscando la inspiración. Me gusta la fotografía, sobre esas fotos hago los dibujos y luego tengo más o menos una idea. Cuando empiezo el lienzo tengo mucho avanzado.
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¿El proceso es el mismo? ¿Haces fotos de lo que te interesa y luego pintas esas ideas a gran formato?
Tengo varias cámaras de foto de gran formato. También a veces llego a organizar una producción grande, escojo un cierto número de mujeres, busco ciertos colores e incluso tengo un gran fotógrafo que me ayuda y yo dirijo el set. Si una idea es muy fuerte, o hay mucho collage detrás, subo todos esos peldaños.
“Soy metódica. Me siento con mis libros, mis cuadernos, viajo y escribo mucho buscando la inspiración”- Elena Gual
Escribes esta frase en tus redes: “My goal is to focus on these women, highlight their shapes, beauty and persona” [Mi objetivo es centrarme en estas mujeres, resaltar sus formas, belleza y personalidad]. ¿Cómo buscar hacerlo?
He tenido mucha suerte, he viajado mucho. He estado en África e India con mis cámaras e intento exponer lo que he aprendido de estas mujeres. Siempre me ha intrigado la feminidad de cada lugar, el empoderamiento y la fuerza que muestra una mujer.
En Andalucía el año pasado lo que hice fue concentrarme en buscar la esencia de la mujer andaluza. Nunca había sentido tal fuerza en la feminidad como en Andalucía, en el sur de nuestro país. Tanta seguridad y fortaleza femenina. No siempre es evidente. A veces puede ser un velo lo que muestra eso. El simple hecho del labial rojo que le da un empoderamiento superficial, pero muy fuerte, hay mucho rojo en mis últimos cuadros del proyecto de Andalucía.
La sensación de pintar
En uno de tus últimos posts describes esa sensación de ‘flow’ que experimentas pintando…
Mi momento favorito del mundo es cuando estoy pintando porque la cabeza no me hace ruido. Es un momento de introspección. No es tanto estar concentrada, es estar en mi mundo, ajena a todo lo de fuera y a todo lo demás, apartando el móvil, desconectando, dejándolo aparte. Como cualquier trabajador, supongo, que aparta el móvil para concentrarse.
¿Siempre fue así?
Desde pequeña, yo crecí como hija única, busqué maneras para distraerme yo sola, también el baile, hacía gimnasia rítmica, tocaba el piano y cantaba hasta los dieciséis, pero la pintura era otra cosa.
El momento de dibujar era mi momento. Sabía que me iba a dedicar al mundo del arte pero me incliné quizás a las plásticas porque el momento que dibujas o pintas no hace falta que enseñes nada hasta que esté acabado, lo enseñas cuando estás segura.
¿Y cuándo viste claro que podrías dedicarte a la pintura?
Yo quería estudiar pintura pero mis padres me aconsejaron que estudiara algo que me fuera a dar un futuro económico estable. Las redes sociales aún no existían y la comunicación era difícil. Mi padre era promotor y ellos me aconsejaron que hiciera Arquitectura en Londres.
Pero finalmente ganaron los estudios de pintura…
Puede sonar a cliché, pero fui al museo de Van Gogh en Ámsterdam y lo que me provocó ver aquellos cuadros me cambió. Les llamé y les dije ‘quiero estudiar pintura, es lo que voy a hacer’.
¿Qué cuadro recuerdas más?
Te mentiría si dijera que uno solo. Sí recuerdo especialmente Los Girasoles. Llamé al profesor que había tenido de pintura y me aconsejó irme a Italia. Al cabo de varias conversaciones más entendí que, al igual que había hecho con el deporte y la música, la técnica era todo para poder crear mis propias escalas. Así que me fui a la Academia de Florencia de pintura.
Allí estuve tres años y medio. Fue muy duro porque la técnica estaba, pero se bloqueaba de la mente todo lo creativo, como el artista renacentista, sólo se usaba el carboncillo y la goma el primer año, así que yo copiaba bodegones y modelos para entrenar el ojo. Nos enseñaban que el arte es figurativo. Eso es duro porque tienes que dejar de lado los impulsos creativos.
¿Y cómo fue Nueva York?
Yo quería dibujar con pintura. Quería que mi ojo supiera dónde están las formas y los contrastes y como me apetecía hacer un Erasmus, y mi universidad tenía sede en Nueva York, me presenté y gané un concurso del MET para copiar un cuadro mítico del Metropolitan.
¿Qué cuadro resultó el elegido?
Retrato de Madame X de John Singer Sargent. Él la pintó en 1890. Ahí el tirante de la modelo estaba bajado, más que nada por la composición, eso lo hacía más bello como cualquier Venus del Renacimiento, pero cuando se expuso hubo una polémica enorme, le echaron de Francia. El Metropolitan quiso exponer este cuadro como verdaderamente se pintó en su día y en eso me esforcé.
¿Qué descubriste al dedicar tantas horas a pintar esta obra maestra?
Era lo más elegante que había visto en mi vida. Y sigue siéndolo. Me da rabia que no sea una mujer la autora [sonríe]. La gente puede ver su pintura en el Thyssen, porque no hay nadie que pinte las manos como ese artista ni creo que lo llegue a haber.
El color de la piel tan blanca que tenía ella, el fondo marrón que se pone de base en los lienzos blancos para que la luz no suba, es un marrón que le da un tono muy dorado llamado “raw umber”. Este es el cuadro sobre el que estuve meses trabajando, pero no lo hice entero, hice una parte durante medio año.
¿Cómo fue la vuelta a casa?
Cuando volví a Mallorca, no había mucho que hacer, aparte de ser profesora o hacer retratos, y entonces pensé que en Inglaterra funcionan muy bien los encargos. Aún no era el Brexit, así que fui a Londres y a la par estudié un año en Central St. Martins y otro en la Royal Academy, una formación creativa, para poder empezar a vivir de ello.
¿Nacer en Mallorca puede ser que aporte una visión del mundo particular?
Sí. Me fui de casa muy joven pero la isla atrapa y siempre te hace volver. La primera vez que fui a la península, cuatro horas en coche, me pareció increíble, porque en una yo me cruzo mi isla. El simple hecho del color en sí, el color del cielo es muy diferente, en Madrid es azul frío, aquí es azul muy cálido. Lo veo en los fondos de mis cuadros, yo viajo mucho, y siempre me llegan esas comparaciones con los colores de Mallorca.
“Nunca había sentido tal fuerza en la feminidad como en Andalucía, en el sur de nuestro país”- Elena Gual
La vigencia de la pintura
A Elena Gual, le gustan artistas “como Jenny Saville, que es dura, o Flora Yukhnovich, estoy enamorada de cómo le llega la inspiración, coge fotos random y las cuelga. Los impresionistas me gustan, me encantan Claude Monet y John Singer Sargent”.
¿Por qué crees que sigue vigente el lenguaje de la pintura en un mundo saturado de información visual y pantallas?
Porque te paras. Te detienes. Realmente cuando vas a una exposición te paras a ver una imagen, y te paras contigo misma, respiras más lento y pasan cosas, puede que un recuerdo te venga, surja una emocionalidad que no has esperado.
Tenemos tal monotonía vital… es necesario, yo siempre recuerdo a mis amigos que ir a una exposición no es para hacer fotos a los cuadros, es más como si fuese terapia.
¿Ves muchas exposiciones?
Muchísimas. Viajo para ello. Aquí el impresionismo me encanta, voy mucho al Thyssen. En Madrid tengo muchos amigos del arte y voy a galerías pequeñas. Me encanta Sorolla, para mí se parece a Sargent, creo que se llegaron a conocer y su casa me encanta.
Siempre hay una obsesión artística de algo próximo… ¿cuál es la tuya?
Un tiempo para mí. Respirar un poco. Soy muy afortunada de haber podido ahorrar. Me apetece parar la rueda.
Quiero trabajar con el tema de la mujer, he hecho hace poco un retiro solo de mujeres, pensé que hay muchas cosas que contar sobre la mujer, creo que puedo hacerlo y quiero seguir indagando en sus emociones.