En pleno corazón de Madrid, en una ciudad que ha cambiado radicalmente desde mediados del siglo XIX, se encuentra la alpargatería Casa Hernanz, un negocio familiar que abrió sus puertas en 1845.
Detrás del mostrador, Marta Hernanz, quinta generación al frente del negocio junto a su hermano Jesús, habla de los orígenes de la tienda con gran respeto y orgullo. "Las puertas de Casa Hernanz abrieron en 1845 y en aquella época Madrid no era más que una población agrícola", manifiesta.
Tal y como corrobora Marta a EL ESPAÑOL, el género que se vendía en los inicios era el necesario para que los campesinos pudieran desempeñar su trabajo. "Sobre todo se comercializaban aperos de labranza y alpargatas, el calzado imprescindible de la época", apunta.
"Las alpargatas eran parte del uniforme de trabajo de los campesinos"
Fue Toribio Hernanz, antepasado de Marta, quien abrió la tienda hace más de 180 años y comenzó a vender estos productos básicos, que hoy se consideran parte del folclore español y símbolo de un oficio que ha perdurado casi dos siglos.
"Las alpargatas eran parte del uniforme de trabajo de los campesinos, muy diferente a lo que simboliza ahora este tipo de calzado, tanto en España como en el mundo entero", apunta Marta, evidenciando la profunda conexión de la tienda con la historia y el oficio tradicional.
Casa Hernanz.
Pero no todo fue fácil. Durante la Guerra Civil española, el negocio atravesó momentos críticos. "José, nuestro antepasado, tenía que esconder el género para que no se lo llevasen sin pagar", relata Marta.
En este sentido, la continuidad familiar ha sido clave para mantener viva la esencia de Casa Hernanz. Marta explica que crecer dentro del negocio permitió que la historia se transmitiera de manera natural.
"Al final creces con ello y lo tienes presente todos los días de tu vida; eso va dejando un poso de manera inconsciente durante los años", señala con orgullo.
Esa misma fortaleza, transmitida de generación en generación, continúa siendo el pilar que sostiene el negocio en la actualidad. "Un negocio familiar conlleva muchísimo trabajo y esfuerzo para perdurar y no ser arrollado por la cultura de las grandes marcas internacionales", añade.
"El mayor acierto ha sido permanecer fieles a nuestra filosofía"
No obstante, el siglo XXI ha traído nuevos retos para la histórica tienda y la pandemia de covid-19 supuso el mayor de todos.
Precisamente, la propia Marta recuerda cómo fue aquella época y cómo lo vivió la empresa: "La tienda estuvo cerrada, no teníamos web ni venta online, los gastos continuaban y los ingresos fueron casi nulos. Fueron meses muy duros, pero conseguimos superarlo gracias a nuestros clientes".
A pesar de los desafíos, Casa Hernanz ha sabido conservar su identidad de marca: fabricar alpargatas con los mejores materiales, apoyando la industria española y ofreciendo productos de calidad a buen precio.
"El mayor acierto ha sido permanecer fieles a nuestra filosofía, sin dejar que las modas nos arrastren", asegura Marta.
Pero mantener viva una historia de casi dos siglos no es tarea sencilla. "Siempre tienes el miedo y la presión de que no seas tú la generación que lo vea desaparecer", apunta.
Además, señala que la innovación resulta complicada, ya que el mundo de la moda y las compras ha cambiado radicalmente. Aun así, insiste en que el objetivo del negocio sigue siendo ofrecer a sus clientes la misma experiencia personalizada que los ha caracterizado durante cinco generaciones y más de 180 años.
Sin embargo, el camino no ha sido sencillo, la tienda se ha visto en la obligación de adaptarse al comercio online y las redes sociales; todo ello sin renunciar a sus valores ni a la atención al cliente que tanto la distingue.
"Es muy bonito recibir en la tienda a clientes de toda la vida que ya venían de pequeños. Además, tenemos también nuestra otra categoría de clientes que son los turistas", manifiesta.
Tienda Casa Hernanz.
De hecho, la vitalidad de Casa Hernanz se hace más evidente en temporada alta. Marta reconoce que los números exactos de ventas varían según el día y el modelo de alpargata, pero destaca que el calzado más tradicional sigue siendo el más solicitado, mientras que los modelos de lujo se consideran auténticas obras de arte.
"A lo mejor alguien en una misma compra puede llevarse hasta 10 pares como souvenir de Madrid", concluye.
