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Mar Regueras, pionera como copresentadora del Grand Prix junto a Ramón García en la década de los 90, hoy reflexiona sobre su trayectoria: éxito mediático seguido de invisibilidad profesional, lo que desencadenó en una lucha emocional que ha marcado su vida personal.

La actriz conocida por una nominación al Goya por Rencor enfrentó una profunda depresión cuando las oportunidades laborales desaparecieron repentinamente. Su voz revela la dureza de un descenso dramático que alteró su estabilidad económica y afectó a su salud mental.

Hoy, Mar ha encontrado un nuevo rumbo profesional fuera del espectáculo: trabaja en una notaría, un cambio radical que llegó tras explorar el mercado inmobiliario. Aunque no realiza lo que ama, mantiene la esperanza y la gratitud por lo aprendido.

Mar Regueras en el Grand Prix.

Mar fue rostro recurrente en los 90: Grand Prix, El Comisario, Herederos e incluso Rencor, que le valió una nominación al Goya. Sin embargo, de repente, el teléfono dejó de sonar y su popularidad se desvaneció.

La falta de contratos la sumió en una crisis emocional profunda. La pérdida de visibilidad mediática y estabilidad económica derivó en episodios de depresión tan serios que incluso tuvo que retirar a su hija del colegio.

Para sobrevivir, Mar inició un camino inesperado: trabajó como agente inmobiliaria, y posteriormente, halló estabilidad en una notaría. Aunque reconoce que no es su vocación, se siente afortunada por adquirir nuevas habilidades.

"Llevo once años sin vivir de mi profesión", confesó en Espejo Público. No comprende por qué fue apartada del medio que siempre amó y admite sentirse maltratada por una industria que algunas veces ignora profesionalmente por su edad.

Mar Regueras en el Grand Prix.

Mar criticó la contratación de presentadoras jóvenes en el regreso del Grand Prix y denunció el edadismo: ella fue reemplazada poco a poco por voces más jóvenes, mientras que compañeros masculinos de su generación seguían activos.

Crónica Global relata que ha estudiado Derecho y se ha reinventado como abogada, retomando el control de su vida. Este giro buscó no solo estabilidad económica, sino también encontrar un propósito más sólido y equilibrado.

Mar comparte públicamente su lucha con la depresión, reconociendo la importancia del cuidado emocional en profesiones expuestas como la suya. Su testimonio es un llamado a la empatía y al reconocimiento de vidas más allá del brillo mediático.

Hoy, a sus 55 años, Mar es ejemplo de resiliencia. Ha demostrado que reinventarse es posible, que siempre hay un espacio para cambiar y seguir adelante, aunque la pasión inicial quede a un lado.

Desde los platós a la notaría, su historia habla de adaptación, valentía y honestidad. Mar no se esconde; expone sus heridas y avances, convirtiéndose en un referente para quienes atraviesan retos similares.

A pesar de la distancia de la actuación, Mar no descarta regresar. Su narrativa refleja que la llama creativa sigue viva, y su experiencia es una historia de supervivencia, esperanza y autenticidad.

Mar Regueras ha recorrido un camino difícil: del estrellato a la depresión, de la reinvención profesional a la denuncia pública del edadismo. Hoy, trabaja en una notaría, pero su historia inspira: nos recuerda que seguir adelante, reinventarse y conservar la dignidad son también formas de triunfar.