Verónica Blume fue uno de los grandes rostros de la moda internacional en los años 90. Su imagen apareció en campañas de Calvin Klein, Chanel y Victoria's Secret, y desfiló en las pasarelas más prestigiosas del mundo. Pero detrás del glamour, Blume atravesó una etapa personal muy dura que cambiaría por completo su vida. Hoy, lejos de los focos de la moda, ha encontrado el equilibrio a través del yoga, la maternidad y el autoconocimiento.
Nacida en Alemania y criada en España, Verónica Blume se convirtió en una de las modelos más solicitadas en Europa y Estados Unidos. Su rostro fue habitual en portadas de revistas como Elle o Vogue, y trabajó para las casas de moda más importantes del mundo.
Pero el ritmo frenético del mundo de la moda y los cánones de perfección impuestos le pasaron factura. En varias entrevistas, Verónica ha confesado que durante un tiempo vivió una profunda crisis emocional, en la que no se reconocía a sí misma: “Me quería morir en vida”, llegó a decir. Fue un periodo marcado por la presión, la autoexigencia y una desconexión total de su bienestar.
Durante los dos años que vivió en Manhattan, trabajó intensamente en el ámbito de la moda y la publicidad, consolidando su presencia en una industria exigente y competitiva. En ese tiempo también se sintió atraída por el mundo de la televisión, y tuvo la oportunidad de participar en la serie Out of the Blue, una comedia rodada en el parque temático SeaWorld, en Orlando. Sin embargo, dicha producción nunca llegó a emitirse en España.
Después de esa etapa neoyorquina, Verónica decidió trasladarse a Londres con un objetivo claro: convertirse en una top model. No obstante, a pesar de su progresión profesional, empezó a experimentar un profundo malestar interno. Comenzaron a surgir dudas, miedos y un creciente deseo de volver a sus raíces. Ella misma ha reconocido que no era feliz, que el precio de estar lejos de casa fue alto: perdió momentos importantes con su familia y se perdió etapas clave como ver crecer a su sobrina.
Verónica Blume desfiló para grandes casas de moda como Chanel, Calvin Klein o Tommy Hilfiger, y fue una presencia habitual en las pasarelas españolas, donde los principales diseñadores nacionales contaron con ella en múltiples ocasiones. También fue imagen de reconocidas marcas como Revlon, Don Algodón o Guess Jeans, protagonizando campañas publicitarias de gran impacto.
A lo largo de su carrera, trabajó con algunos de los fotógrafos más influyentes del mundo de la moda, como Richard Avedon, Mario Testino o Richard Mayer, quienes supieron capturar su carisma y esa sonrisa que se convirtió en una de sus señas de identidad. Su profesionalidad, entrega y pasión por el oficio la convirtieron en una de las modelos españolas más demandadas a nivel internacional durante los años 90.
A los 25 años, la vida de Verónica Blume dio un giro profundo: se convirtió en madre de su hijo Liam. Fue entonces cuando comenzó una etapa de introspección y transformación personal. Empezó a interesarse por disciplinas como el reiki, el yoga y las flores de Bach, buscando respuestas y equilibrio en un momento vital que marcaba un antes y un después.
Decidió instalarse en la parte más serena de Ibiza junto al padre de su hijo, en un entorno que le permitiera explorar, con calma y sin distracciones, un camino completamente nuevo: el del crecimiento interior. Desde entonces, su vida ha girado en torno al autoconocimiento, la meditación y el bienestar integral.
Hoy en día, Verónica está plenamente dedicada a la práctica y enseñanza del yoga, combinando su faceta espiritual con una rutina que incluye técnicas como los ayunos prolongados. De hecho, ha realizado ayunos de hasta seis días sin ingerir alimentos, siempre de forma controlada y sin afectar su salud. Uno de estos retiros, que dirige con serenidad y experiencia, tendrá lugar próximamente en Mas Pastora, en Llafranc.
Tras alejarse de las pasarelas y ser madre, Blume encontró un nuevo propósito en el yoga. Lo que empezó como una herramienta para superar una etapa difícil, acabó convirtiéndose en su estilo de vida. Hoy en día, Verónica es profesora certificada de yoga, imparte clases, organiza retiros y comparte sus experiencias a través de redes sociales, entrevistas y encuentros motivacionales.
Gracias a esta disciplina, ha conseguido reencontrarse con ella misma, aceptarse tal como es y acompañar a otras personas en sus procesos de transformación personal. El yoga, según ha contado, le permitió “volver a respirar con libertad” y encontrar un equilibrio que nunca antes había sentido.
En cualquier caso, cabe destacar que Verónica Blume ha sido una de las pocas figuras públicas del mundo de la moda en hablar abiertamente sobre la salud mental. Ha compartido sin filtros cómo se sintió durante sus momentos más oscuros y cómo la maternidad también supuso un gran desafío personal. Su honestidad ha ayudado a visibilizar la realidad de muchas mujeres que, como ella, han vivido etapas de autoexigencia extrema o ansiedad en silencio.
Aunque Verónica Blume fue una de las grandes modelos de los años 90 y un rostro habitual en pasarelas y campañas internacionales, su éxito público contrastaba con un dolor profundo que llevaba en silencio. Así lo compartió recientemente en el programa Otro Enfoque, presentado por Jon Sistiaga, donde participó junto a otras referentes de la moda española como Judit Mascó, Vanesa Lorenzo y Laura Ponte.
Durante la conversación, Blume habló con total honestidad sobre lo difícil que le resultó lidiar con las exigencias del mundo de la moda y el desajuste emocional que experimentó durante años. A pesar de sentirse parte de una élite privilegiada, confesó que nunca llegó a identificarse con ese universo: "Trabajaba de modelo, pero no me sentía modelo. Me incomodaba ese rol, me parecía una presión constante", reconoció.
Detrás del maquillaje y las luces, vivía una desconexión profunda con su identidad. “Cuando llegaba a casa, me quitaba todo y necesitaba volver a mí”, explicó, refiriéndose al simple gesto de lavarse la cara como una forma de reconectar con quien realmente era.
La modelo también abrió su corazón al contar que, durante una década, convivió en secreto con un trastorno de conducta alimentaria. "No era una obsesión con el peso. No sabía cómo afrontar la vida, y mi refugio fue dejar de comer", reveló. Aquel silencio la llevó a una espiral de sufrimiento silencioso, que definió como un suicidio lento: “Con un TCA, te estás quitando la vida poco a poco, mientras finges que todo está en orden”.
Hoy, aunque ha sanado muchas heridas, Blume admite que aún le cuesta recordar aquella etapa sin sentir cómo se acelera su pulso. Pero también reconoce que compartirlo le da fuerza y ayuda a otras personas a no sentirse solas.
Actualmente, combina su faceta de madre, profesora de yoga y comunicadora con colaboraciones puntuales en proyectos artísticos. Se ha alejado del espectáculo convencional, pero su imagen sigue siendo admirada por una generación que creció viéndola en televisión y revistas.
La historia de Verónica Blume es un ejemplo de cómo el éxito no siempre garantiza la felicidad y de que, a veces, es necesario tocar fondo para empezar de nuevo. Hoy, su vida es más serena, más consciente y centrada en lo que realmente le hace bien. Ya no busca brillar en las pasarelas, sino en el bienestar interior, el suyo y el de los demás.
