Con la Administración Kennedy, el presupuesto de la NASA experimentó un aumento sin precedentes: en 1961 disponía de unos 1.000 millones de dólares que se dispararon a los 5.400 en 1965. La cantidad llegó a suponer un 4,41% del presupuesto federal (1966). Como sabemos, este esfuerzo permitió a Estados Unidos llegar a la luna en 1969, antes que la URSS, en una histórica macrooperación geopolítica de ciencia, tecnología y lo que hoy llamamos conquista del “dominio cognitivo”.
Pero ese dinero no le cayó del cielo a la NASA. No. Se lo había ‘currado’ mucho. Como detalla el profesor James Kauffman en su estudio ‘NASA's PR campaign on behalf of manned space flight, 1961—1963’, la Agencia había ejecutado una estrategia en múltiples frentes para ganarse a la Casa Blanca, los legisladores y los “contribuyentes” americanos. Ese no ha sido el caso de la industria de Defensa española.
La exigencia del 2% de EEUU a los países OTAN, la Guerra de Ucrania y los vientos favorables al desarrollo de tecnología de uso militar en Europa (muy soplados por el español Josep Borrell) han colocado a la industria de Defensa nacional en una situación ‘dulce’ y desde luego inédita, económicamente hablando. Las previsiones de ventas nacionales e internacionales para los próximos años no le van a la zaga a los miles de millones de euros que el Gobierno ha comprometido para proyectos de todo tipo y tamaño, inversiones pendientes y viejos agujeros. ¿El problema? No es tanto que la industria no haya impulsado ese esperado y buenísimo cambio (que le ha caído ‘del cielo’, al contrario que a la NASA) como que no ha construido un capital de reputación suficiente para enfrentarlo.
La industria de Defensa nacional se encuentra en una situación ‘dulce’ y desde luego inédita, económicamente hablando
Que la industria de Defensa española es de las que más dedica a I+D+i; que crea decenas de miles de empleos estables, cualificados y de calidad y cientos de miles en el global; que hace avanzar la tecnología propietaria ‘made in Spain’; lo sabemos de memoria todos los que trabajamos en/con/para ella desde hace años. Para empezar a entrar en materia: ese es uno de los problemas: sólo lo sabemos nosotros.
Hablamos de un sector con serias carencias reputacionales, comunicativas y relacionales con su universo de ‘stakeholders’, peligrosamente impropias de quien disfruta de una radicalmente creciente atención e inversión pública. Con razón de mi empleo, asisto honrado a todo tipo de citas del sector en las que, no sin cierta perplejidad, atestiguo la naturalidad con la que algunos empresarios, militares y cargos públicos del sector construyen sobre el ‘momento dulce’ que disfrutamos. Lo hacen, es mi sensación, no ya sin acusar que se ha hecho poco en Asuntos Públicos u operación sobre la ciudadanía para lograrlo, sino de forma inadvertida acerca de los peligros y los retos a los que está sujeto cualquier beneficiado por un aumento agudo del gasto público y unas perspectivas de negocio tan abruptamente espectaculares.
Tres grandes errores
Y es que estamos en el prólogo del debate sobre si nos conviene un gran campeón nacional del sector o mantener una pléyade de opciones menores. No obstante, quizá no nos hemos dado cuenta de cosas necesariamente previas: por ejemplo, que la nuestra es una industria que no lleva a cabo labores clásicas que todo sector de medio y gran tamaño ejecuta desde hace años, como una labor sostenida, integrada, generalizada y que responda a una estrategia anualmente renovada de Asuntos Públicos.
Un segundo gran error: de poco sirve ser prolijos en actos y eventos si la asistencia, presencial o virtual, si la audiencia, presente o diferida, tienen como denominador común la endogamia sectorial: siempre los mismos a lo mismo. Predicar a conversos.
Sobre eso, otro fallo, en una lista de ejemplo acortada. El sector es presa de un relajo comunicativo que descansa sobre dos patas principales atadas entre sí: 1) pensar que las ‘cosas de Defensa’ es mejor mantenerlas entre la sombra y lo secreto y 2) ¿para qué comunicar con el gran público si mis clientes son Administraciones? Ambas razones (complejas y no únicas) cabían en un panorama de comunicación social antiguo y extinto, que ignora(ba) que una imagen inoportuna amplificada en redes sociales o una información retorcida pueden dar al traste con nuestra reputación. Y las administraciones contratan por calidad y precio… pero no quieren que la mala imagen de sus proveedores les manche.
Tres posibles actores peligrosos
En la relación de actores potencialmente peligrosos para la reputación y el negocio del sector se encuentran competidores extranjeros, medios de comunicación y actores políticos (especialmente los menos afectos al sector de la Defensa). Todos pueden amplificar y/o aprovechar adjudicaciones ‘poco claras’, desarrollos estancados o excesivamente largos y campañas malintencionadas en redes sociales.
Tres tipos de soluciones
Todas las soluciones posibles pasan por la creación de un colchón de buena reputación y ‘músculo’ de relaciones públicas, comunicación y transparencia (conditio sine quae non para recibir hoy dinero público sin problemas). Pueden ser exitosamente implementadas a tres niveles: sectorial (implicando a las grandes asociaciones y en segundo orden el estamento militar y político), colectivo (en el estrato asociativo y de las alianzas empresariales) o individual (cada empresa).
En España, el sector de las cajas de ahorro mantuvo durante décadas un vínculo que llegó a ser emocional con familias y pequeñas empresas regionales. Luego, usando una rica variedad de estrategias promocionales, fijaron sus marcas, positivas, territoriales y tradicionales en la mente del ciudadano español. Mientras, los políticos las usaban y abusaban y su backoffice se fue llenando de suciedad, moho y corrupción. La historia acabó con dos formas de ser vista: a) gracias a ese capital reputacional sólo una crisis mundial y una intolerancia al despilfarro y el cohecho consiguieron acabar con ellas al cabo de décadas o b) si una crisis (¿sectorial?) pudo con una institución tradicional en España como las cajas de ahorro, ¿qué no podrá hacer con un sector que no tiene ni una fracción del capital reputacional que tenían aquellas?
La industria de Defensa española está a tiempo. La crisis individual o sectorial, si no permacrisis, está a la vuelta de la esquina.
*** Francisco J. Girao es director del Departamento de Defensa, Seguridad y Aeroespacial de Atrevia.