"Have you seen the writing on the wall?". Bruce Dickinson.

La política monetaria ha pasado de ser una herramienta para facilitar las reformas estructurales y reducir a la deuda a convertirse en una excusa para no hacer reformas y elevar la deuda. El Gobierno ha duplicado el déficit estructural de España -el que se genera crezcas o no- en los últimos tres años a más de 50.000 millones de euros anuales, y ha disparado la deuda más que ningún otro socio europeo y casi mundial.

España ha sido el segundo país del mundo que más ha aumentado su endeudamiento en este periodo de tres años. Eso, además lo ha hecho aumentando la presión fiscal más que nadie y asumiendo ingresos extraordinarios récord al expoliar a todos subiendo impuestos y no deflactándolos.

Tras consumir más de 200.000 millones de euros en déficit acumulado, la política de la cigarra toca a su fin. Y llega el invierno. Suben los tipos y se terminan las recompras del Banco Central Europeo (BCE).

Esto es especialmente preocupante para España porque el BCE ha comprado el 100% de las emisiones netas de deuda del Estado desde hace años, disfrazando la percepción de riesgo y el coste de la deuda de los países europeos, pero mucho más de España e Italia, los más beneficiados por el exceso monetario.

España ha sido el segundo país del mundo que más ha aumentado su endeudamiento en este periodo de tres años

En lo que va de año ya tenemos un importante aviso: Sin que el BCE haya hecho nada aún, el bono a 10 años ha pasado del 0,565% con el que empezó el año hasta el 2%- 2,23%. Una caída del 11 al 13% y eso sin que el BCE haya empezado aún a retirar los estímulos ni subir tipos.

El Gobierno de España va a tener que refinanciar unos 240.000 millones en 2023-2024. Como sabemos, el BCE absorberá lo que vence que está hoy en su balance.

Las necesidades de financiación netas del Gobierno en 2023-2024 sin cobertura del BCE supondrían como mínimo 120.000 millones de euros en nuestras estimaciones de déficit si el escenario de estancamiento se cumple.

Como buen organismo prudente, el Tesoro ha estado alargando la vida media -el periodo de vencimiento- de la deuda que actualmente se sitúa en poco más de ocho años, y aprovechando para colocar lo mejor que puede el enorme suministro de nueva deuda acumulada generada por el Estado.

El Tesoro ha colocado más del 40% de las necesidades netas de emisión prevista para 2022 ya en abril, acelerando el paso un 6% con respecto al ritmo del año pasado, mostrando que saben que se acerca el invierno y hay que intentar sacar provecho del periodo de tipos bajos.

El Tesoro ha emitido este año 94.172 millones de euros hasta final de abril, lo que supone un 40% de la emisión bruta total prevista para 2022. El problema es que ese enorme requerimiento, 237.498 millones de euros, se añade a emisiones netas adicionales en 2023 y 2024 y que, aunque se aumente la duración de la deuda, el riesgo permanece.

Se presentan unos años difíciles para el Tesoro. El argumento del Gobierno de que el coste medio de la deuda acumulada es muy bajo, que es totalmente correcto, nos recuerda a aquello que escuchábamos en medio de la crisis de deuda de 2008 a 2011.

Se repetía constantemente que el coste medio de la deuda era de solo un 3,5% y con elevado periodo de maduración, pero daba igual. La prima de riesgo y el coste de la deuda nueva se disparaban ante la evidencia de riesgo de solvencia.

El Banco Central Europeo podrá disfrazar parte del riesgo recomprando los vencimientos de los bonos que tiene en cartera, y no olvidemos que continuará siendo agresivamente -y equivocadamente- acomodaticio, pero el problema de la solvencia y sostenibilidad de las cuentas públicas no cambia.

- Déficit estructural creciente y una expectativa consolidación fiscal 'socialista' vía ingresos que es una entelequia ante la ralentización y el gasto desbocado.

- Necesidades de financiación que suponen que España puede ser hasta un 6-7% de la oferta de bonos de la eurozona en 2024.

- Elevadísima deuda pública que tendrá que refinanciarse, aunque sea en los próximos años, a tipos muy superiores. Una deuda al 118,4% del PIB a finales de 2021, equivalente a casi 1,5 billones de euros al final de 2022 y el doble del límite del Pacto de Estabilidad.

Cuando los ingresos suben el Gobierno gasta mucho más y cuando los ingresos fiscales caen, también.

Lo que ha demostrado este periodo, de nuevo, es que cuando los ingresos suben el Gobierno gasta mucho más y cuando los ingresos fiscales caen, también. La combinación de déficit estructural, alta deuda y gobiernos irresponsables que se escudan en argumentos falaces de "pocos ingresos" nos llevan de nuevo a un terreno incierto. Tal vez no sea como en la crisis de 2008-2011 -ninguna crisis es como la anterior- pero estoy seguro de que el impacto negativo en crecimiento potencial, empleo e inversión va a ser relevante.

Cuando los gobiernos tienen un incentivo tan grande para dar la patada hacia delante y pasarle el problema al siguiente, y el consenso político no está dispuesto a reducir el enorme freno que supone el desbocado gasto político, el resultado siempre es malo.

Llega el invierno con la despensa vacía y el gobierno-cigarra vuelve a confiar en que el coste de la deuda sea bajo porque lo dicen ellos. Luego, cuando no pasa, le echan la culpa a “los mercados”, a Alemania o a cualquier enemigo exterior y siguen engordando la maquinaria burocrática.

Las épocas de tipos bajos y alta liquidez no deberían ser utilizadas para disparar los desequilibrios estructurales. De nuevo, el Gobierno ha hecho exactamente eso. Y dicen que "esta vez" la respuesta a la crisis ha sido diferente. Endeudarse y gastar sin control. Pues exactamente lo mismo, pero a lo bestia.