Resiliencia empresarial

Resiliencia empresarial Pixabay

La tribuna

Resiliencia empresarial

La temporada de resultados se salda con una sorpresa positiva al constatar la capacidad de las empresas de absorber y repercutir los aumentos de costes.

13 mayo, 2022 00:24

Las incertidumbres geopolíticas y económicas no amainan, China está pasando por otro bache que atasca de nuevo las cadenas de suministro, tenemos la inflación más alta en décadas, los consumidores se resienten y los bancos centrales aceleran la normalización de las políticas monetarias. Aun así, los resultados del primer trimestre de las empresas cotizadas están volviendo a batir las expectativas.

¿Cómo es esto posible en un entorno tan complicado? Son varios los motivos que lo explican y que nos hacen mantener la previsión de un crecimiento medio de los beneficios globales próximo al 8% este año y al 6% en 2023.

El más importante es que las compañías siguen mostrando un potente apalancamiento operativo, por el que el crecimiento de las ventas (un 12% interanual en el primer trimestre) es capaz de absorber el aumento de costes y permitir un incremento sustancial del resultado neto a pesar de la compresión de los márgenes.

No hay que perder de vista que los gastos totales aumentan de media bastante menos que la inflación (que son precios al consumo), ya que hay una base de costes fijos y parte de los suministros está cubierta con derivados o contratos a plazo. 

La mayoría de las empresas cotizadas vende sobre todo a otras empresas, cuyo poder adquisitivo está menos afectado por la alta inflación que el de los hogares. La mejor muestra es que se da la mayor brecha de la historia entre los índices de confianza de los ciudadanos (de vuelta a los mínimos de la pandemia) y los de las compañías, constatando las relativamente favorables dinámicas estructurales. 

Se da la mayor brecha de la historia entre los índices de confianza de los ciudadanos y los de las compañías

Otro factor, no menor, es que están rindiendo frutos los esfuerzos de digitalización y de mejora de eficiencia y flexibilidad de los últimos años, acelerados en la pandemia, así como la disminución del endeudamiento y la intensa refinanciación a tipos fijos y plazos largos, que reduce notablemente el impacto a corto plazo de la subida de los intereses. 

Por último, aunque malos para el conjunto de la economía y de los mercados, una energía más cara dispara los beneficios de las petroleras y los tipos más altos impulsan los márgenes de la banca, que además está reduciendo las provisiones por morosidad. 

¿Dónde está entonces el peligro? En tanto que la tensión geopolítica no desate una recesión, la clave está claramente en los márgenes, porque las ventas seguirán aumentando al menos en línea con el crecimiento nominal del PIB, que rondará el 10% este año.

Así que debemos seguir de cerca tres tipos de indicadores:

1. Precios y disponibilidad de las materias prima  -en ese equilibrio tan precario entre oferta y demanda, con inventarios en mínimos- y la amenaza de perder la producción rusa. 

2. Los problemas en las cadenas de suministros, que pudieran paralizar o encarecer la producción y la logística. 

3. Y, por supuesto, los costes laborales. Por el momento, la mayor productividad y el apalancamiento operativo atenúan el impacto sobre los márgenes y es congruente que los salarios crezcan más del 4% en Estados Unidos y del 3% en Europa con una inflación próxima al 2%. Pero una espiral salarial haría caer los beneficios y obligaría a los bancos centrales a enfriar la economía endureciendo severamente las condiciones financieras.

En definitiva, las compañías en general -y sobre todo la mayoría de las que cotizan- están en buenas condiciones de capear esta crisis multidimensional. Es más, seguirán siendo motores fundamentales para prolongar el ciclo, inmersas (con ayudas públicas) en una intensa renovación de equipos en su proceso de digitalización, relocalización de producción y mejora de eficiencia energética y sostenibilidad, que elevan la inversión y el empleo.

Así que no parece que haya una excesiva complacencia en las previsiones de crecimiento económico y de los beneficios empresariales, que, junto a una recuperación parcial de los múltiplos, explican el sustancial potencial alcista que observamos en las acciones globales. Eso sí, una vez que los numerosos factores de incertidumbre vayan amainando.

*** Roberto Scholtes es director de estrategia en UBS.

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