"La paz mundial no puede salvaguardarse sin unos esfuerzos creadores equiparables a los peligros que la amenazan". Con esa famosa frase comienza la Declaración Schuman, diseñada mano a mano por Robert Schuman y Jean Monnet, y publicada en 1950. Es el documento que marca las intenciones de lo que fue el Plan Schuman, la creación de la Comunidad Europea del Carbón y el Acero (CECA), primero, la Comunidad Económica Europea (CEE) después, y la actual Unión Europea (UE).

El objetivo de Schuman era una Europa federal. Eso implicaba la creación de una Alta Autoridad con capacidad de obligar a los países abajo firmantes y con recursos para penalizar a quienes incumplieran los acuerdos. Planteaba una unión aduanera, la puesta en común de la producción del acero y del carbón de Francia y Alemania (y quienes quisieran unirse), y un plan transitorio para superar la posguerra de la contienda mundial que había finalizado apenas cinco años antes.

Nadie como él, luxemburgués nacido alemán, de nacionalidad francesa una vez que Francia se hizo con los territorios de Alsacia-Lorena tras la Primera Guerra Mundial, prisionero de los nazis y con mucha experiencia en la vida política de Francia, podía diseñar algo así.

Un hombre firmemente convencido de la necesidad de buenos gestores europeos para la recuperación de la guerra a través de la unión económica y política. Por eso entendía que esa Alta Autoridad estaría formada por "personalidades independientes" designadas por los gobiernos sobre bases paritarias de los diferentes países. Pero ¿cómo mantener la independencia cuando eres designado por el gobierno? El eterno problema de olvidar que los humanos funcionamos golpe a golpe, verso a verso e incentivo a incentivo.

A pesar de ello, el mérito de Monnet y Schuman es más que notable. Francia y Alemania no habían cerrado las heridas producidas en las dos guerras, la paz de Versalles y la actitud 'vengativa' de Francia habían abierto una fractura muy difícil de superar.

Este lunes Varoufakis aprovechaba el Día de Europa para preguntarse si la exigencia por parte de algunas autoridades de la Unión Europea de que Rusia se ocupe de reconstruir Ucrania no es un paso hacia atrás, ignorando las lecciones de la historia.

No me siento nada representada por Varoufakis, pero yo también me cuestiono si la población rusa, sometida, engañada, manipulada, debe ser castigada por las obras de su tirano. Sea como fuere, sentar a la mesa a Francia y a Alemania y hacerles ver que de esto salimos juntos o no salimos, como hizo Schuman, tiene mucho mérito. Y funcionó. La Alemania capitalista primero, y la unificada después, se colocó a la cabeza del tren europeo y ha sido el motor de crecimiento durante décadas.

Sentar a la mesa a Francia y a Alemania y hacerles ver que de esto salimos juntos o no salimos, como hizo Schuman, tiene mucho mérito

Por eso causa estupefacción el error de Merkel y su gobierno desmontando el sistema energético alemán para echarse en brazos de la energía rusa. La percepción de una Alemania descabezada, sin un verdadero líder, y una Europa cuyo referente es un político de gestos, como Macron, no es muy esperanzadora, pero es lo que hay.

El primer viaje del presidente francés va a ser a Berlín a entrevistarse con Scholz. Un gesto importante que, por el bien de todos, debería estar validado por resultados y acciones reales.

Mientras tanto, China e India van a comprar parte de la producción de petróleo ruso. No se sabe qué pasará cuando se aprueben y entren en vigor las sanciones europeas y de países de otros continentes, especialmente porque, aunque disminuya el volumen de producción, las ganancias se verán protegidas por los altos precios, al menos en parte.

 ¿Nadie sospechaba que un exagente de la KGB como Putin no era de fiar? ¿No eran suficientes pistas los envenenamientos y los desafíos de Putin como para poner en sus manos la sostenibilidad del sistema económico alemán? Imagino que, en la cadena de decisiones que ha puesto al país germano en la situación actual, hay elementos que permanecerán ocultos y pasarán a formar parte de los grandes misterios de la humanidad, y a alimentar teorías conspiranoicas. Cosas de políticos. De ahí que la idea de "personajes independientes elegidos por gobernantes" no me encaje.

Nos encontramos con Putin celebrando la victoria frente a los nazis y a Zelensky celebrando lo mismo

Hoy nos encontramos con Putin celebrando la victoria frente a los nazis y a Zelensky celebrando lo mismo. Esta esquizofrenia de la actualidad nos muestra una gran lección: mueren, sufren, padecen, matan, agreden, violan, y, por tanto, ganan y pierden, las personas. Al menos hasta cierto punto. Son los individuos los que acatan las órdenes o no. Son los individuos quienes mantienen al tirano en el poder. Y no me refiero al pueblo ruso, sino a la camarilla de generales, a quienes le financian, a quienes le siguen el juego.

La victoria ante los nazis pertenece a las personas que invirtieron su energía, su vida, su dinero, en resistir y en combatir a los enemigos de la libertad. No importa si eran rusos, ucranianos, franceses, alemanes o estadounidenses. Lo terrible es comprobar que no se ha aprendido nada: de nuevo un país soberano es invadido y arrasado y nos lo estamos pensando.

Asistimos a una guerra abierta en la que estamos todos involucrados, aunque solamente sea porque vamos a sufrir las consecuencias, que como poco, serán económicas. ¿Qué necesitamos? Como ayer, hoy también necesitamos "unos esfuerzos creadores equiparables a los peligros que la amenazan". El rol de cada país está determinado por la calidad de sus élites políticas. En nuestro caso, nosotros tenemos "cosas muy chulis".

Por otro lado, la decisión de exponer a la ciudadanía a un mayor empobrecimiento o tratar de amortiguar el golpe, que va a llegar de todas formas, es complicada. La responsabilidad frente a las futuras generaciones es grande: ¿merece la pena vivir sometidos al dueño del petróleo o ser libres, aunque menos ricos?

Desde mi punto de vista, los esfuerzos creadores van de la mano de la libertad económica, que es la que habría permitido a Alemania no depender solamente de Rusia, o incluso, de nadie. La libertad económica y la competencia aseguran la emancipación de los ciudadanos y la limitación del poder de los políticos. Y eso previene, al menos en parte, el ascenso de los tiranos.

Por eso, hago mía la frase de Miguel García Tormo, a quien le dedico este artículo: más Europa y menos políticos europeos.