Dólares. Pixabay.

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La tribuna

¿Ante la muerte anunciada del dólar?

10 abril, 2022 00:50

Sin duda, el episodio más desconcertantemente extraño de toda esta pesadilla que está viviendo Europa ocurrió cuando, al poco de iniciada la invasión, el ministro de Finanzas de la Federación Rusa, cierto Antón Siluanov, compareció ante la prensa para anunciar a su perpleja audiencia que la mitad, nada menos que la mitad, de las reservas de oro y divisas de su país habían sido "congeladas" por los norteamericanos y británicos en represalia ante la violacion de la soberanía ucraniana.

Lo de la "congelación" sonaba tan raro que hasta unas horas después no se terminó de dilucidar que lo que había ocurrido era que, antes de impartir la orden a su ejército para que atacara a otro país, las autoridades rusas habían depositado la mitad de todos sus activos financieros comerciables en cajas fuertes extranjeras, cajas cuyas llaves estaban en manos, además, de los dos principales aliados y valedores internacionales de ese mismo Estado que tenían decidido agredir.

Y la pregunta inmediata que a cualquiera se le ocurre es la de por qué no se aloja ahora mismo en un campo de trabajos forzados de Siberia el gobernador del Banco Central de Rusia. Si bien la respuesta correcta acaso tenga que ver con lo muy equivocada que anda esa idea que compartimos en Occidente sobre los llamados "oligarcas rusos". Pues lo más probable es que ni siquiera el gobernador del Banco Central de Rusia pertenezca a esa fantasiosa categoría que imaginamos aquí.

En realidad, la verdadera élite que controla el poder político y económico en Rusia no la forman más de una docena y pico de individuos, todos ellos militares y antiguos altos cargos del KGB con Putin, al que deben lealtad personal y política absoluta; una docena y pico, no más.

El resto, una imprecisa legión de figuras individuales aisladas, no cuenta. Entre otras cosas porque en la Rusia de hoy no existe ningún órgano colectivo parecido a aquel Politburó del Comité Central que en su día orquestó el golpe de Estado para destituir a Nikita Jrushchov.

La verdadera élite que controla el poder político y económico en Rusia no la forman más de una docena y pico de individuos

Así, lo más verosímil es que ese oro y esos dólares corrieran a su aire por Occidente porque ni siquiera el jefe del Banco Central de Rusia hubiera sido informado con antelación suficiente de lo que iba a suceder. Sea como fuere, el aviso a navegantes de la Casa Blanca ya lo habrán entendido a estas horas la totalidad de los gobernantes del mundo; todos, tanto los sátrapas como los no sátrapas.

Porque si ni siquiera un país miembro del G-20 y del Consejo de Seguridad de la ONU puede estar seguro de que se respetarán sus derechos de propiedad en los bancos de Nueva York o Londres, el mensaje para el resto de los adversarios potenciales de Estados Unidos resulta claro: deben sacar todas sus divisas de allí rápido, cuanto antes, ya. Un secreto temor, el de los próximos candidatos a la "congelación", que igual está poniendo en entredicho a ojos de un buen puñado de bancos centrales, empezando por el de China, la fiabilidad de los bonos del Tesoro de Estados Unidos.

Unos títulos de cuya aceptabilidad internacional depende que Norteamérica pueda seguir haciendo sostenibles sus dos inmensos déficits crónicos, tanto el de su sector público como el de su balanza comercial. Palabras, en cualquier caso, mayores. Porque hablamos de una estampida anunciada, la de los muchos que acaban de verle las orejas confiscatorias al lobo americano, en la que hay quien quiere adivinar el inicio de la decadencia del dólar en tanto que moneda internacional de reserva.

El dólar gozó de ese inmenso privilegio de modo oficial hasta el día en que el general De Gaulle comenzó a no creerse que en los sótanos de Fort Knox hubiese bastantes lingotes de oro como para poder intercambiarlos por el montón de fajos de dólares que él guardaba en el sótano del Banco de Francia. Aquel día se acabó el mundo de Bretton Woods.

El dilema se antoja simple: si no tienes dólares americanos, no tienes energía y, en consecuencia, la economía de tu país se paraliza

A partir de entonces, la hegemonía mundial del dólar ya no se apoyaría en el aval tangible del oro, sino en la simple confianza; pero no en una confianza etérea y abstracta, sino en la muy precisa y concreta confianza en la capacidad militar de la Marina de Guerra de los Estados Unidos.

Al cabo, el dólar sigue siendo hoy la divisa de referencia en los intercambios mundiales porque los principales pozos petrolíferos del planeta resultan estar custodiados, directa o indirectamente, por sus marines. Lo que conlleva de modo tácito que los países productores exijan que los cobros a terceros por el crudo se realicen en esa moneda, no en ninguna otra.

Así las cosas, el dilema se antoja simple: si no tienes dólares americanos, no tienes energía y, en consecuencia, la economía de tu país se paraliza. En el fondo, la hegemonía global de una divisa siempre resulta ser un asunto mucho más militar que financiero. Y de ahí que esta sea una guerra contra Ucrania, sí, pero también contra el dólar. Porque igual que existe la geoestrategia, también existe la geoeconomía.

Mientras escribo estas líneas apresuradas, las agencias de prensa informan de la súbita revalorización del rublo en los mercados, el mismo rublo que venía arrastrándose por los suelos desde que el Kremlin confirmó la orden de atacar. Aunque todavía no se conceda admitirlo en público, resulta evidente que alguien ya está pagando la factura del gas en moneda rusa.

¿Cómo entenderlo, si no? ¿Habrá comenzado entonces el declive final del dólar? Yo me atrevería a aventurar que todavía no. Y por tres razones. La primera, porque el euro carece de capacidad militar disuasoria para sustituirlo. La segunda, porque la Armada del Ejército Popular Chino, que es lo mismo que decir la armada del yuan, todavía no se atreve a incursionar demasiado lejos de sus costas domésticas en Asia.

Y, tercero, porque Rusia va a ganar esta guerra en el plano militar, pero la va a perder en el económico, lo que les obligará a hacer concesiones en ese terreno, el monetario. No, al dólar norteamericano todavía no le ha llegado su hora. De momento.

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