Si algo está dejando claro la lenta salida de las restricciones derivadas de la pandemia es que el mundo del trabajo no va a volver a ser como era. Esa evidencia, mucho más patente en países con mercados de trabajo funcionales y dinámicos, apunta a que cada vez son más los trabajadores que, aunque no pretendan trabajar permanentemente desde su casa, sí aspiran a unos niveles de flexibilidad completamente implanteables antes de la pandemia, y que tienden cada vez más a plasmarse en la forma de semanas de tres días con horarios flexibles, y acuerdos similares. 

Desde el punto de vista de muchas compañías tradicionales, el salto parece imposible: antes de la pandemia, estaban como mucho vislumbrando la posibilidad de reducciones de horario o, en algunos casos, de semanas de cuatro días. Ahora, tras una especie de confusa nebulosa en el tiempo que entra ya en su tercer año, se encuentran con determinadas categorías de trabajadores que reclaman acuerdos de teletrabajo total o que hablan de la semana de tres días, algo que al clásico mando intermedio con vocación de micromanagement le resulta imposible de imaginar. 

Para las compañías, esto implica cambios muy importantes. Las oficinas se rediseñan de manera cada vez más agresiva, pero lo hacen con los moldes y los protocolos derivados de lo que antes se denominaba "el tercer lugar", ese que queda entre el hogar y la oficina clásica: las bibliotecas, campuses, cafeterías y coworkings

Diseñar ahora oficinas para que los trabajadores pasen ocho horas sentados en un sitio es absurdo, porque si tu trabajo consiste en estar ocho horas en una silla, ahora sabes de muy buena tinta y por experiencia propia que prefieres hacerlo en casa o en otro sitio.

La tendencia, por tanto, es a rediseñar las oficinas en forma de lugares de encuentro, de sitios cómodos para trabajar un rato y de espacios muy diferentes en su planteamiento a los de la oficina tradicional. 

Si tu trabajo consiste en estar ocho horas en una silla, ahora sabes de muy buena tinta y por experiencia propia que prefieres hacerlo en casa

En las ciudades norteamericanas, en donde la pandemia ha dado lugar a la llamada "gran dimisión" con millones de trabajadores negándose a volver a las céntricas oficinas tradicionales, es donde eta tendencia se está plasmando de manera más clara.

Y también donde empiezan a verse los primeros efectos secundarios del cambio: espacios sensiblemente más vacíos, negocios del centro de la ciudad en peligro, desde restaurantes hasta farmacias o lavanderías, con una demanda cada vez más irregular y cambiante. 

Los centros de las ciudades están cambiando, y su recuperación tras la pandemia exigirá un componente muy fuerte de adaptación. Por un lado, muchísimo espacio dedicado a oficinas ahora con una demanda mucho menor y, sobre todo, sometida a patrones de actividad muy diferentes. Por otro, infinidad de espacio residencial cuyos anteriores ocupantes, también en muchos casos, han tomado la decisión de abandonar, buscando más espacio o mejores condiciones, ahora que la tiranía de tener que acudir a diario a la oficina se ha relajado en gran medida. 

Los centros de las ciudades están cambiando, y su recuperación tras la pandemia exigirá un componente muy fuerte de adaptación

En ciudades como San Francisco, en cuyos centros únicamente podían permitirse vivir los trabajadores de las Big Tech, con sueldos elevados y posibilidades de pagar un año de alquiler por adelantado, los apartamentos vacíos se han convertido en algo habitual: si por la misma cantidad de dinero puedes permitirte ahora una casa cinco o seis veces más grande, con algo de terreno y piscina, en un barrio agradable y con aire más limpio, ¿quién quiere seguir viviendo en un centro con un aspecto cada vez más abandonado?

Entre oficinas y viviendas vacías, la actividad inmobiliaria de los centros de muchas ciudades está decididamente de capa caída, y pretender que volvamos a trabajar como lo hacíamos antes para que se recuperen es sencillamente absurdo. Nos pongamos como nos pongamos, esa recuperación va a necesitar un importantísimo componente de adaptación. 

En torno a esos cambios, nos disponemos a ver una importantísima actividad. Los primeros que sean capaces de proponer espacios adaptados a los nuevos tipos de dinámicas de trabajo, a los nuevos hábitos, podrán capturar importantes beneficios, porque como en otros cambios, viviremos un importante período de aprendizaje y adaptación.

Los que sean capaces de imaginar otros usos creativos para ese espacio de oficinas obsoleto, asociados con nuevas normativas municipales que proporcionen más flexibilidad y grados de libertad en esa redefinición, demostrarán haber entendido los cambios y tener lo que hay que tener para aprovecharlos, en lugar de simplemente sentarse a ver como su negocio tradicional va decayendo. Quienes sepan leer las tendencias en otros mercados y adelantarse, en lugar de esperar a que lleguen a los nuestros, tendrán mucho que ganar.