Las fuerzas que mueven los mercados son muy pocas. El problema es que no son siempre las mismas. Además, no es nada fácil identificarlas con antelación. A toro pasado es muy fácil ver qué es lo que motivó las decisiones de los inversores y cómo afectaron al precio de los distintos activos, sectores y países. Hacerlo con antelación es harina de otro costal, pero es lo que diferencia un buen asesoramiento de uno malo.

El caso es que acabo de finalizar la presentación de la conferencia de estrategia que vamos a realizar esta tarde (tienen la información en @NextepFinance), en la que trataremos de definir cuáles son esas fuerzas que van a mover los mercados en los próximos meses, y la conclusión es que en esta ocasión la más importante es lo que haga la inflación.

Salvo que surja algún conflicto comercial, geopolítico o crisis inesperada, lo cual nunca se puede descartar, a día de hoy la evolución que puedan tener los mercados en el medio plazo va a depender de cuál sea el nivel de inflación.

Porque es la inflación la que decide la política monetaria de los bancos centrales y, viniendo como venimos de una situación extremadamente laxa, que siga siéndolo o que deje de serlo va a ser fundamental.

La buena noticia es que podríamos tener identificada la fuerza que va a mover los mercados. La mala es que salimos de una circunstancia muy particular sobre la que no hay precedente histórico.

Sin precedentes

La última pandemia global fue en 1918 y no nos sirve como precedente, ya que en aquel momento se limitaron a apretar los dientes y aguantar el tirón (de ahí que falleciera mucha más gente que ahora). No se tomaron medidas económicas específicas para hacer frente a la pandemia.

Donde sí que tenemos un precedente parecido es en las dos guerras mundiales. No es lo mismo salir de los refugios antiaéreos que de un confinamiento global, pero en términos sociológicos y económicos se parece bastante.

La salida de las dos guerras mundiales fue claramente inflacionista. Lo analicé en Los Cuadernos del mercado del mes de Abril de 2020, donde apostaba porque tendríamos la inflación que estamos teniendo ahora. Es más, el estímulo económico es mucho mayor de lo que lo fue entonces y las ganas de vivir, trabajar y consumir de la población no son menores. A lo que podemos añadir qué el nivel de liquidez que se ha inyectado en el sistema es mucho mayor.

Todo eso es claramente inflacionista, lo cual facilitaría mucho nuestra tarea si no hubiera dos diferencias importantes. Porque el problema no es que haya inflación. Un asesor financiero que trabaje en arquitectura abierta y pueda recomendar cualquier tipo de activo, país o sector puede hacer ganar dinero a sus clientes en un escenario inflacionista. No, el problema es que en esta ocasión hay dos elementos diferenciadores muy importantes.

Revolución

El primero es la revolución digital. Como todas las grandes revoluciones industriales, es desinflacionista. Tiende a “desinflar” los precios más que a “inflarlos”. Y esto no es una opinión, es un hecho comprobado.

El bajo nivel de inflación de las últimas décadas se debe en gran medida al poder desinflacionista de la revolución digital, que tiende a ofrecer bienes y servicios de una forma mejor y más barata. Y no les quepa duda: la revolución digital sigue viva y coleando.

El otro elemento diferenciador es China. No era la segunda potencia económica mundial tras la primera o la Segunda Guerra Mundial. Ahora sí. En otras palabras, lo que pase en China afectará al crecimiento económico y a los precios. Normalmente para que suban los precios de forma sostenida tiene que haber crecimiento y si China se estanca quitará unos cuantos puntos de crecimiento al PIB global. Y eso es desinflacionista.

Es más: si van cortos de crecimiento bajarán los precios de sus productos, esos con los que suelen inundar el mundo. Si China sale de su particular agujero y lo hace con fuerza, será inflacionista. Si se queda dentro su influencia será desinflacionista.

Realmente es imposible saber ahora mismo por dónde puede salir la inflación o si China será capaz de rebotar. Se dan todos los elementos para que se dispare la inflación pero también éstos que acabamos de mencionar, que pueden moderar su crecimiento.

Es un escenario endiablado para el estratega de inversiones, porque todos los escenarios de inflación son posibles y sin grandes diferencias en cuanto a las probabilidades de materializarse.

Así que la mejor solución es tener claro qué es lo que hay que vigilar, seguir los indicadores adelantados adecuados, ver hacia dónde se inclina la balanza e intentar ir por delante de los acontecimientos y no por detrás. Y tener muy claros cuáles son los activos, sectores y países que se ven beneficiados o perjudicados en cada uno de los tres o cuatro escenarios inflacionistas que pueden darse a medio y largo plazo.