Cuando acierto en una recomendación tengo la mala costumbre de celebrarlo. Y digo mala, porque en este país se ve bien que un jugador de fútbol se tire por el suelo y haga todo tipo de gestos cuando marca un gol, pero está bastante mal visto que un asesor financiero se muestre orgulloso de haber acertado. Evidentemente, procuro ser igual de transparente a la hora de reconocer mis errores.

El caso es que, cada vez que comento un acierto, la reacción habitual entre clientes y seguidores es preguntarme si hay que vender ya.

Vaya por delante que entiendo perfectamente esa reacción. De hecho, es sabio preguntárselo. Es cierto lo que se dice en los mercados, es mucho más difícil vender que comprar. Pero también es importante tener en cuenta que vender algo simplemente porque haya subido mucho no es el planteamiento adecuado. Hay que vender porque haya un motivo para ello.

Además, en los mercados el concepto “mucho” es relativo: depende de cuales sean las condiciones económicas y financieras, los ingresos de una compañía, la capacidad de crecimiento de un sector, lo que hagan la Reserva Federal o el BCE, etc.

Les voy a poner un ejemplo: actualmente, invertir en un bono español con vencimiento a diez años supone cobrar un cupón – tipo de interés – del 0,22% anual. Por otro lado, el rendimiento medio anual por dividendo del EuroStoxx 600 es del 2,30%.

Para mí, el rendimiento por dividendo resulta más atractivo, por mucho que haya podido subir el EuroStoxx 600

A lo que hay que añadir las operaciones de recompra de acciones, que están en máximos y son una forma adicional de remunerar al accionista. En consecuencia, y considerando que el EuroStoxx 600 ha subido un 30% en los últimos 12 meses ¿quién está caro, el bono español o las acciones europeas?

Para mí, el rendimiento por dividendo resulta más atractivo, por mucho que haya podido subir el EuroStoxx 600. Y valorando el entorno de crecimiento y mejora de resultados – y por lo tanto de dividendos y posiblemente plusvalías - que le espera a la economía europea y a sus empresas, todavía más.

Y si tenemos en cuenta que muy probablemente el BCE reduzca sus compras de bonos el año que viene, con lo que desaparecerá el mayor comprador de bonos europeos del mercado, pues todavía menos atractivos los bonos y más atractivas las acciones.

Los mercados se parecen más a la agricultura o a la pesca que a cualquier otra actividad. Cuando hay expectativas de obtener una buena cosecha hay que trabajar a tope. Si se dan las condiciones adecuadas de lluvia y horas de sol hay que echar el resto. Porque el agricultor sabe por experiencia que vendrán años malos. Se puede decir lo mismo de los periodos alcistas muy largos y muy rentables en las bolsas: se pueden contar con los dedos de una mano y sobrarían dedos.

Cuando se dice que la rentabilidad media del SP&500 es del 8% es porque ha habido periodos que duran años – a veces muchos años - en los que se gana un 15% anual de media y otros en los que la media es negativa. Si no se aprovechan los positivos es muy difícil conseguir replicar esa media histórica.

Cualquiera que lleve tiempo en los mercados sabe lo que son esos periodos de sequía, donde sólo se gana entrando y saliendo, aprovechando las subidas y bajadas de un canal de distribución

Cualquiera que lleve tiempo en los mercados sabe lo que son esos periodos de sequía, donde sólo se gana entrando y saliendo, aprovechando las subidas y bajadas de un canal de distribución. Y muchas veces acaba siendo un juego de suma cero si no está uno muy pendiente o no cuenta con el asesoramiento adecuado. Y luego están los años realmente malos, en los que los índices bajan un día sí y otro también.

Hasta el pescador menos inteligente entiende que cuando da con un banco de peces tiene que darlo todo y no dejar de pescar hasta que se agote el banco o los peces decidan irse a otro sitio. El inversor tiene que hacer exactamente lo mismo.

La pregunta que surge es cuando hay que finalmente vender y la respuesta es que, al igual que en la mar, en los mercados muchas veces se ven venir las tormentas. Habrá que esperar a otro artículo para comentarlas con detalle, pero diré, como adelanto, que suelen ser parecidas a las que se dan en las familias o las monarquías decadentes: surrealismo en la toma de decisiones - en los mercados sería en los precios y en las operaciones corporativas -, capacidad autodestructiva, avaricia llevada al extremo y pérdida generalizada de rumbo.

No nos apresuremos a abandonar la pesca ni a soltar el arado mientras el viento sople a favor y no haya nubes en el horizonte

Por supuesto que en muchas ocasiones el fin de la tendencia alcista se produce sin aviso de ningún tipo o sin motivo aparente, pero esos casos ni los trataremos, porque simple y llanamente son imposibles de prever.

Por supuesto que una tendencia alcista tendrá correcciones, sustos y dudas de todo tipo, muchas veces generadas por miembros prominentes del mercado. No olviden que el miedo se utiliza para captar clientes o provocar ventas que permitan comprar barato a los que generan el miedo.

No nos apresuremos a abandonar la pesca ni a soltar el arado mientras el viento sople a favor y no haya nubes en el horizonte. En todo caso, pensemos en rotar la cartera hacia sectores con nuevas y mejores expectativas de revalorización, ya que en los mercados alcistas van cambiando los sectores y países que lo hacen mejor que los índices generales. Pero no nos bajemos del coche en marcha si no es realmente necesario.

*** Víctor Alvargonzález es asesor financiero independiente y socio fundador de Nextep Finance.