En lo que llevamos de año, las rentabilidades que han dado las principales clases de activo nos permiten generalizar al máximo y afirmar con cierto punto de extremismo que la renta variable está en positivo y la renta fija está en negativo.

Y no hay más vuelta de hoja.

Pueden fijarse en casi cualquier región. La renta variable le aparecerá con radiantes números verdes de doble dígito, a excepción de subidas más discretas en el caso de los mercados emergentes.

Y, para seguir manteniendo los extremos, los números rojos están íntimamente ligados a renta fija. Dejando a un lado los bonos high yield, que están ligeramente en positivo, el resto de las clasificaciones de este tipo de activos están "confortablemente" en negativo.

Es obvio que se han dado cuestiones muy particulares y acotadas en el tiempo que nos han traído hasta aquí. Pero no es menos cierto que también existen vientos de cola que hacen que esta situación se vaya a prolongar en dos barrios bien diferenciados.

Por un lado, encontramos al índice estadounidense S&P500, que acumula más de un 13% al alza desde comienzos de año. A estos números se suman unos resultados trimestrales para arrancar el ejercicio que vaticinan récords al calor de un rebote de crecimiento económico ayudado por un alto porcentaje de personas vacunadas sólo por detrás de Israel. Esto bien valdría para otra reflexión más allá de estas líneas.

Ahora bien, todavía resulta más espectacular un mercado como el europeo, que no tiene tantos apoyos –principalmente de crecimiento económico– y se anota más de un 12% de subida en lo que llevamos de año.

Lo importante siempre es adelantarnos a qué va a pasar a partir de mañana. Y es difícil encontrar catalizadores que apoyen algún cambio en lo vivido hasta ahora

Por otro lado, en el otro barrio la ley que parece imponerse es la del susto o muerte. Todo es ruido, todo es complicación y todo son números rojos. La inflación no ayuda, pero la duración tampoco. El rally en el crédito que vivimos el año pasado nos deja sin potencial este año. Y, si bien queda algo en el crédito de peor calidad, tampoco parece la cesta donde bien valdría la pena haber puesto todos los huevos estos casi cuatro últimos meses.

Dicho esto, lo importante siempre es adelantarnos a qué va a pasar a partir de mañana. Y es difícil encontrar catalizadores que apoyen algún cambio en lo vivido hasta ahora.

Tanto es así que deberíamos asumir que los perfiles más defensivos serán los que tengan una posición más crítica de ahora en adelante. A cinco años, y tratando de ser lo más benignos posibles en las expectativas de rentabilidad, una cartera construida sólo con instrumentos de mercado monetario y de renta fija tiene una probabilidad alarmantemente alta de estar en negativo.

A la vez, una inflación creciente pero gestionable, un incremento de impuestos en Estados Unidos más reducido de lo que esperaban algunos y una reactivación económica que va acelerándose hacen que una continuación de la evolución positiva en renta variable sea, al menos, fácilmente explicable y razonable.

Por tanto, todo apunta a que las tendencias más recientes no parece que vayan a cambiar en los próximos meses. Y, aunque en ocasiones sea difícil de ejecutar e incluso de asumir, mantener las posiciones y exposición de riesgo es lo que el patrimonio de nuestros clientes nos está requiriendo. Una mera cuestión de adaptación al entorno y sus cambios. Nada que no hubiera contado antes un tal Darwin.

***Gonzalo Pradas es director de Openbank Wealth